Las dos caras de Marruecos, la sorpresa del Mundial y uno de los destinos turísticos favoritos de los europeos
La oferta turística marroquí representa la cara más amable que intenta mostrar el régimen, que quedó implicado en el “Qatargate” y es acusado de violaciones a los derechos humanos
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CASABLANCA.- El régimen marroquí ha mostrado siempre una gran habilidad a la hora de venderse en el exterior. En un período de efervescencia en el mundo árabe, y con un Occidente consumido por la amenaza jihadista, el reino alauita supo proyectar una imagen de modernidad, moderación y estabilidad. Es decir, el socio ideal en el Norte de África. Sin embargo, el reciente estallido de un escándalo de corrupción en Bruselas sugiere que no siempre las herramientas utilizadas han sido legales.
Aunque el escándalo, que ha desembocado en el arresto entre otros de la vicepresidenta del Parlamento Europeo, la griega Eva Kaili, ha sido bautizado como “Qatargate”, luego se supo que Marruecos también habría utilizado la misma red de políticos corruptos para obtener favores. Estados Unidos es el actor político clave en su estrategia para obtener el reconocimiento internacional de su ocupación del territorio en disputa del Sáhara Occidental, pero la Unión Europea es, con diferencia, el primer socio comercial del país, con acuerdos tan importantes como el que regula la explotación pesquera de la región al sur del Mediterráneo.
Los esfuerzos de la presunta red en Bruselas, sumados a una engrasada relación con los lobbies en Washington y una inteligente política de marketing, han logrado que Marruecos sea conocido por su cara más amable, la que incluye un país de maravillosos paisajes naturales, pintorescos cascos viejos, y miles de kilómetros de playas. Por eso, no es de extrañar que el país norteafricano se haya colado entre los principales destinos para los turistas europeos. En 2019, antes de que la pandemia lo trastocara todo, Marruecos recibió unos 13 millones de turistas, que dejaron unos 10.000 millones de dólares a las arcas del país, casi un 8% de su PIB.
Y es que el reino alauita atesora una oferta turística difícil de superar. Su principal joya es la abigarrada ciudad de Marrakech, antigua capital, y que cuenta con una pintoresca medina -o ciudad antigua-. A su alrededor, un mar de dunas, el imponente desierto del Sáhara, escenario para el rodaje de numerosos filmes míticos, como Gladiator, del que ya se prepara una secuela. En concreto, se volverá a grabar en el oasis de Ouarzazate.
Pero si uno viaja hacia por ruta hacia el norte, en pocas horas el paisaje empezará a cambiar, y a los pies de la cordillera del Atlas, aparecerá el color verde de sus cedros y el blanco de sus cumbres nevadas. Y todo este menú, es aliñado por una gustosa gastronomía, junto a la del Líbano, quizás la más reputada del mundo árabe. Por si no tuviera suficientes recursos de lo que se suele llamar “soft power” en geopolítica, en los últimos meses se añadió uno nuevo: el fútbol. Los “leones del Atlas” hicieron soñar a todo un continente en arrebatar la hegemonía en los mundiales de europeos y sudamericanos.
Sin embargo, hay una cara oscura de Marruecos, y no es necesario rascar mucho para verla emerger. Y se caracteriza por la represión de la oposición, y la existencia de inmensas villas no muy lejos de algunas flamantes infraestructuras, como su tren de alta velocidad que une las ciudades de Tánger con Rabat. “El progreso económico ha beneficiado a los ricos, más que a los pobres o incluso a la clase media... En el índice de Desarrollo Humano de la ONU, Marruecos es el país con la posición más baja entre los suyos vecinos de los Magreb”, comenta Intissar Fakir, investigadora del Middle East Institute.
A diferencia de otros países de la región donde las violaciones de Derechos Humanos son masivas, como el Egipto del general Al Sisi, en Marruecos son más bien selectivas. La oposición al régimen es consentida siempre y cuando no se atraviesen algunas difusas líneas rojas, como han podido comprobar varios periodistas independientes en los últimos años. Por ejemplo, Omar Radi, fue sentenciado a seis años de cárcel por violación, espionaje y por haber recibido financiación extranjera ilegal. Antes, fueron condenados los reporteros Taoufik Bouachrine y Souleiman Raissouni, también por cargos relacionados con delitos sexuales. Todos ellos habían investigado o publicado asuntos relacionados con la corrupción del régimen.
“Los periodistas independientes en el país son acosados constantemente e imputados con cargos absurdos. Las autoridades marroquíes no engañan a nadie con esos falsos juicios”, declara Sherif Mansour, responsable por Oriente Medio y el Norte de África del Comité para la Defensa de los Periodistas (CPJ). Según otra ONG que vela por la libertad de prensa, Reporteros Sin Fronteras, una decena de periodistas languidecen en sus cárceles.
Ahora bien, la mayoría de los presos de conciencia corresponden a la región del Rif, en el norte del país. Allí, a finales de 2016, estalló el hirak, un fuerte movimiento de protesta pacífica con demandas de tipo socio-económico en una región con una fuerte identidad amazigh y tradicionalmente marginada por las autoridades. De los centenares de arrestados, aún quedan una veintena en prisión.
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