Las consecuencias globales de un Xi Jinping emperador
Las facultades del líder chino para tomar decisiones arbitrarias que impactan en la vida de miles de millones de personas no tienen parangón
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NUEVA YORK.- Tras el 20° Congreso del Partido Comunista chino realizado en octubre, Xi Jinping emergió con más poder de control sobre el partido gobernante -y por lo tanto, sobre China- que ningún otro líder desde Mao Tse-Tung. Ahora Xi podrá profundizar su abordaje estatista de la economía china y su política exterior abiertamente nacionalista, con menos resistencia interna que la que tuvo desde que empezó a consolidar su poder, hace una década.
Como resultado, las facultades de Xi para tomar decisiones arbitrarias que impactan en la vida de miles de millones de personas tampoco tienen parangón. Y como la importancia actual de China para la estabilidad de la economía mundial y el equilibrio geopolítico es exponencialmente mayor que en la época de Mao, la concentración de poder en manos de Xi se ha convertido en un problema global.
Consideremos algunas de sus recientes decisiones. Su negativa a importar vacunas extranjeras ARN mensajero dejaron a los 1400 millones de habitantes chinos en situación de vulnerabilidad innecesaria frente al Covid-19. Hasta el momento, la cifra de muertos por Covid en China es ínfima en comparación a la de Estados Unidos y Europa, pero hay buenos motivos para temer que ese notable éxito, además de haber costado carísimo en términos económicos y sociales, no durará. A eso hay que sumarla la incapacidad de China para vacunar a su gente incluso con las vacunas de fabricación nacional, dejando a millones de personas en riesgo de desarrollar un cuadro grave de la enfermedad y terminar de la peor manera.
Pero el ansia de control del líder chino ha causado bajas y daños colaterales en muchas otras áreas. Los solapados aprietes a las empresas tecnológicas del sector privado, probablemente impulsados por el temor a que esas compañías tengan demasiada influencia sobre el flujo de información en el país, ha mutilado la capacidad de China de desarrollar nuevas innovaciones digitales y ha socavado la confianza de los capitales internacionales sobre la seguridad de seguir invirtiendo en China, restando un billón de dólares del mercado de capitales de uno de los sectores privados más eficientes del país.
En materia de política exterior, las declaraciones de Xi sobre la amistad “sin límites” entre China y Rusia, apenas tres semanas antes de la invasión rusa a Ucrania, exacerbó la preocupación de Europa y Estados Unidos, que temen que Xi comparta la ambición de Putin de rediseñar el sistema internacional.
En esos tres aspectos, la personalidad autoritaria de Xi, su avance sobre el control político y económico, y su enfoque de línea dura en política exterior parecen haber aplastado las sabias lecciones que podría haber aprendido del aparato estatal. Y todo eso ya era así incluso antes de noviembre, cuando se coronó a sí mismo emperador y colonizó de aliados
incondicionales el Comité Permanente del Politburó, traicionando el consenso de gobierno colegiado que rige en China después de Mao. Ahora que las políticas de China emanan directamente de un líder todopoderoso, hay todavía menos transparencia que antes en el proceso de su implementación, menos información confiable que ascienda hasta la cabeza de gobierno para informar sobre ese proceso, y menos margen para admitir errores, cambiar de rumbo, o siquiera para hacer concesiones.
Y durante 2023, el problema de Xi Emperador se agigantará. Para empezar, la sorpresiva decisión de dar de baja de un plumazo la estrategia de “Covid cero” sin la debida preparación podría matar a un millón de ciudadanos chinos, o incluso más. Esa decisión intempestiva de permitir que el virus circule sin freno, sin advertírselo a la sociedad o siquiera a los gobiernos locales, podría desatar un caos sanitario que su gobierno seguramente querrá ocultar del mundo exterior y de su propio pueblo. Solo un emperador puede dar contramarcha de esa manera inaudita y extraordinariamente costosa.
Si la circulación desenfrenada del virus hace surgir una nueva y peligrosa cepa del Covid, el régimen de Xi facilita en los hechos que se extienda por toda China y cruce las fronteras. Xi Emperador dio la repentina orden de recortar al mínimo los testeos, conspirando con la capacidad de China para detectar e identificar una potencial nueva variante del virus. También es preocupante que los hospitales chinos no estén preparados para atender oleadas de enfermos graves como las que ya están recibiendo. Y dado el confuso origen del Covid en 2019, tampoco podemos confiar que China comparta la información necesaria para proteger la vida más allá de sus fronteras.
En cuanto a la economía, el impulso estatista de Xi Emperador resultará en decisiones no verificadas por la opinión de expertos, y un aumento de la incertidumbre, pésima noticia para una economía ya debilitada por dos años de confinamiento pandémico, por la caída de la confianza en el sector de la construcción como motor del crecimiento, y por posibles defaults de la deuda china que podrían jaquear al sector financiero del país. Los números de la gestión económica de Pekín también estarán bajo la lupa. Pero la repentina decisión de demorar la difusión de datos económicos durante el congreso partidario fue una ominosa señal de lo que les espera a los mercados globales.
Finalmente, en política exterior, la visión nacionalista y el estilo reivindicativo de Xi definirán la relación de Pekín con sus rivales, con sus aliados, y con el creciente número de países que se resisten a convertirse en alguna de esas dos opciones. Xi sabe que en lo inmediato su país no puede permitirse una crisis, dada la magnitud y la inminencia de los problemas económicos que se avecinan en el país. Pero de todas formas Xi redoblará su diplomacia de “lobo guerrero”, y sus diplomáticos replicarán su agresiva retórica en política internacional. La afinidad personal de Xi por Vladimir Putin y su visión de mundo seguirá limitado las relaciones de Pekín con los gobiernos que apoyan a Ucrania. Y un recrudecimiento de la guerra por parte de Rusia, casi una certeza para 2023, seguramente teñirá la actitud de Estados Unidos y la Unión Europea hacia Xi y hacia China.
La última vez que un líder chino concentró tanto poder sin contrapesos, el resultado fue una hambruna devastadora, la ruina económica, y la muerte de millones de personas. En el horizonte no asoma ninguna “revolución cultural” ni ningún “gran salto adelante”, y el tamaño de la clase media urbana profesional china es uno de los pocos frenos que impiden que Xi se atreva a tanto. Pero Xi Emperador ya les ha costado mucho a China y el pueblo chino, y durante 2023 casi con certeza les costará todavía mucho más.
Ian Bremmer
El autor es presidente del Grupo Eurasia
(Traducción de Jaime Arrambide)
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