Las complicaciones que explican los magros resultados de la contraofensiva de Ucrania
A casi un año y medio del comienzo de la guerra, Kiev y Moscú están trabadas en un mortal juego de avances, retrocesos y contrataques
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AVDIIVKA, Ucrania.- En los cuarteles de uno de los batallones de la 53a Brigada Mecanizada de Ucrania hay olor a madera de pino recién cortada: el aroma proviene de las vigas que apuntalan el laberinto de trincheras que conforman la precaria base de la unidad militar en las afueras de la castigada ciudad de Avdiivka.
En la sala de mando, los monitores, computadoras y satélites de internet suministran incesantes imágenes enviadas por pequeños drones, mientras un equipo de soldados ucranianos sigue atentamente el desarrollo de las operaciones en el tramo de la línea de frente que les toca vigilar.
Y lo que les devuelven esas imágenes es prácticamente lo mismo: un empate, un violento punto muerto.
La guerra pronto cumplirá un año y medio y los combates se han acelerado visiblemente: Rusia y Ucrania están trabadas en un mortal juego de avances, retrocesos y contrataques. La artillería rusa ya no tiene una ventaja clara y a las fuerzas ucranianas les cuesta romper las sólidas defensas de los rusos, que desgastan su ofensiva en el frente sur y ralentizan su avance entre campos densamente minados.
Hasta la recuperación de una ínfima porción de territorio se consigue a un precio desproporcionado. Los hospitales de campaña que pudieron ser cerrados después de la batalla de Bajmut ahora debieron reabrirse, y los soldados ucranianos hablan de un enemigo encarnizado y decidido.
“Por cada muerto de ellos hay uno nuestro que muere, pero ellos tiene más efectivos y más equipo bélico”, se lamenta un comandante ucraniano cuyo pelotón sufrió un 200% de bajas desde que Rusia lanzó su invasión, el año pasado.
Entre junio y julio, el diario The New York Times realizó decenas del visitas al el frente de batalla, donde entrevistó a soldados y oficiales ucranianos de la región del Donetsk y Kharkiv, donde se libran actualmente la mayoría de los combates.
Y esos testimonios revelan que los militares ucranianos enfrentan un rosario de complicaciones viejas y nuevas que en parte explican sus magros resultados.
Ucrania se adaptó bien a una guerra defensiva: conectó el satélite de internet Starlink, el software de uso público y drones de uso común para mantener una vigilancia permanente de los movimientos de las fuerzas rusas. Pero una operación ofensiva es otra cosa, y Ucrania no ha logrado mejorar la coordinación entre las tropas que están apostadas más cerca de las fuerzas rusas en la así llamada “línea cero” y las tropas de asalto que avanzan más allá.
La infantería ucraniana se está enfocando cada vez más en esos asaltos a las trincheras, pero después de la pérdida de decenas de miles de hombres desde que empezó la guerra, esas filas han sido reemplazadas por soldados de más viejos o menos entrenados. Además, cuando los rusos son expulsados de una posición donde se han atrincherado mucho tiempo, conocen bien el lugar y tienen mejor capacidad de atacarla a la distancia con su artillería, obligando también a los ucranianos a abandonarlas.
Además, las municiones escasean y les llega una mezcolanza proveniente de distintos países. Según los ucranianos, eso los obliga a usar más municiones que lo habitual, porque entre un proyectil y otro hay grandes diferencias de precisión y efectividad. Y para colmo de males, algunos de los proyectiles y cohetes más viejos que les mandan desde el extranjero terminan dañando los equipos y hasta hiriendo a los soldados. “Ese es un enorme problema en este momento”, dice Alex, un comandante ucraniano.
Finalmente, como en el hemisferio norte es pleno verano, el camuflaje y los árboles se convierten en factores cruciales para el éxito o la derrota en el campo de batalla. Y en ese sentido, el bando que está a la defensiva corre con ventaja, ya sea por las trincheras con las que se encuentran o por las unidades rusas de ciberguerra que usan el engaño y el ocultamiento para confundir a las fuerzas atacantes.
Obtener las coordenadas y disparar
El equipo que maneja el soldado Valerii en el centro de comando es el más habitual entre las unidades ucranianas que luchan en el este. A diferencia de Estados Unidos y otros países de la OTAN, que utilizan complejos equipos de comunicación militar para monitorear el campo de batalla, las tropas ucranianas utilizan programas menos sofisticados pero más fáciles de usar, como aplicaciones de mensajería para celulares, salas privadas de chat en Internet y pequeños drones fabricados en China que observan lo que ocurre en el frente.
Es un conjunto de comunicaciones ad hoc, pero efectivo, que superpuesto a un software propio de los ucranianos proporciona la ubicación de las unidades ucranianas y las posiciones donde se sospecha que hay fuerzas rusas.
La desventaja de este sistema es que está casi completamente conectado al satélite de Internet Starlink. Eso implica que cuando avanzan las unidades de asalto -sin un router Wi-Fi- tardan más en transmitir información importante, como los objetivos de artillería, porque para pedir apoyo, las tropas atacantes tienen que llegar hasta alguien que tenga conexión a Internet.
También hay fuerzas rusas dedicadas a bloquear las señales de radios que los soldados utilizan para tratar de comunicarse con sus camaradas que sí tienen internet.
“La mayoría de las veces recibimos las coordenadas a través de Internet: es un medio seguro, y las usamos ni bien nos las transmiten”, dice Anton, jefe de una unidad de lanzagranadas.
El peligroso y esencial despeje de trincheras
Los soldados del escuadrón de la 59a Brigada Mecanizada están empapados de sudor. Venían de repetir el mismo simulacro: la toma por asalto de una trinchera utilizada para entrenamiento, a apenas un par de kilómetros de la línea del frente, serpentear a través de la maleza, fingir que disparaban sus fusiles Kalashnikov, tomarse un descanso, y volver a empezar.
El propósito de tanta repetición es hacer que el proceso fuera mecánico, para que cuando finalmente llegara a la línea de frente y tuviera que atacar una trinchera rusa bien defendida, el nuevo grupo de reclutas ucranianos de entre 25 y 40 años no dudara un instante.
“Todavía no entramos en combate activo, pero nos estamos preparando”, dice Mykola, uno de los soldados más jóvenes del grupo.
Con la guerra en su segundo año y ambos ejércitos ya muy versados en construir y defender fortificaciones, para las tropas ucranianas que intentan recuperar territorio el asalto a las trincheras enemigas se ha convertido en una de las tareas más peligrosas y a la vez imprescindibles. De hecho, los militares ucranianos ahora priorizan el entrenamiento para ataques de trincheras en detrimento de habilidades más especializadas, como la capacitación de francotiradores.
En los alrededores de Bakhmut, capturada en mayo por los rusos, las fuerzas ucranianas pudieron recuperar los flancos de la ciudad porque ahí las fuerzas rusas tuvieron menos tiempo para atrincherarse. Con buena comunicación y ataques coordinados, algunas unidades ucranianas de élite han demostrado ser competentes para atacar las trincheras rusas.
Pero las formaciones ucranianas de otras partes del frente tienen problemas para completar sus filas con soldados idóneos y capaces de llevar a cabo ataques de trincheras con éxito: los refuerzos suelen ser reservistas mayores que fueron convocados al servicio activo.
“¿Cómo se puede esperar que un hombre de 40 años sea un buen soldado de infantería o un buen operador de ametralladora?” se pregunta el comandante ucraniano cuyo pelotón sufrió decenas de bajas. La juventud no solo implica mayor destreza física sino que los soldados jóvenes son menos propensos a cuestionar las órdenes de sus superiores.
En los últimos días, las bajas ucranianas en los alrededores de Bakhmut se incrementaron, efecto colateral de la estrategia de Ucrania de mantener ocupadas a las fuerzas rusas en la ciudad y así complementar la contraofensiva en el sur del país. Pero los rusos han enviado más unidades de artillería a la zona, de modo que si pierden una trinchera por un asalto ucraniano, rápidamente hacen llover proyectiles sobre sus fortificaciones perdidas y así obligar a las tropas de Kiev a retirarse del terreno recién recuperado.
Camuflaje
Uno de los rasgos que definen los combates de verano en el este de Ucrania es el follaje. Cubrir un tanque o una pieza de artillería con camuflaje —los ucranianos lo llaman “enmascarar”— y esa rutina es fundamental para evitar la detección de los drones y la consiguiente lluvia de proyectiles rusos. Alrededor de Bakhmut, las malezas y las hileras de árboles son conocidos entre las tropas ucranianas como la “zona verde”.
Más al norte, en las afueras de la ciudad rusa de Kreminna, donde los bosques de pinos dominan el terreno, las fuerzas rusas se ocupan de bombardear regularmente los árboles con municiones incendiarias para quemar el follaje, según comentan los soldados de la 100a Brigada de Defensa Territorial. En esa línea del frente, las tropas ucranianas llegan al punto de enterrar la basura que generan, para evitar que sea detectada por los drones rusos.
Pero para disparar o maniobrar, los vehículos de combate ucranianos tienen que renunciar a cualquier tipo de camuflaje, quedando expuestos a otra arma que en los últimos meses ha proliferado en la línea del frente: los drones rusos Lancet.
Los así llamados drones “kamikaze” han obligado a los operadores de tanques y artillería ucranianos a tomar otro tipo de medidas para ocultar su posición. De hecho, algunos conductores de tanques incluso han soldado una improvisada armadura sobre sus torretas, para evitar el estrago de esos drones autoexplosivos.
Por Thomas Gibbons-Neff, Natalia Yermak, Dzvinka Pinchuk y Yurii Shyvala
Traducción de Jaime Arrambide
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