Las cinco mayores polémicas de la era George W. Bush en Estados Unidos
El informe sobre las torturas a los detenidos por terrorismo durante su mandato reflotó controversias que despertó el presidente republicano durante su mandato
Torturas brutales, mucho más de lo conocido hasta el momento, formaron parte de la polémica "guerra contra el terrorismo" que inició George W. Bush (2001-2009), después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 . Con sus revelaciones sobre el maltrato a los detenidos por casos de terrorismo en la década pasada, el informe del Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos, difundido hoy, reflotó las mayores controversias que despertó el presidente republicano durante su mandato.
El discutido triunfo en 2000
Bush accedió a la presidencia al cabo de una controvertida elección que se definió en última instancia por la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, luego de que el conteo electoral se trabara en el estado de Florida y dejara el resultado en el limbo hasta que el alto tribunal le concediera esos votos al republicano.
La votación presidencial del 7 de noviembre era tan pareja entre Bush y su rival demócrata, Al Gore, que debía decidirse con lo que sucediera en Florida, que concedía al ganador del estado un total de 25 electores, suficientes para hacerse con el triunfo a nivel nacional (Bush sumaba 246 electores y Gore 255; para ganar se precisaban 270).
El resultado final recién llegó más de un mes después, luego de una controversia que puso en el tapete al sistema de votación electrónica, y se definió cuando la Corte Suprema no permitió el reconteo manual en cuatro condados de Florida que requirió Gore, tras un primer reconteo electrónico al parecer favorable a Bush. Gore sacó más votos a nivel nacional que Bush, pero no le bastó para acceder a la presidencia, lo que dio lugar a cambios en el sistema electoral. Más adelante, Gore, alejado de la política, se dedicó a la difusión de la causa ecologista, tarea por la que ganó el Premio Nobel de la Paz.
Las armas de destrucción masiva que no existían
En 2001, 11 meses después de asumir la presidencia, Bush fue testigo del peor atentado contra su país dentro de sus fronteras el 11 de septiembre. Hubo más de 3000 muertos. Entonces, el hijo del ex presidente republicano debió enfrentar aquello para lo que –según él mismo dijo- no estaba preparado. Inmediatamente declaró la "guerra contra el terrorismo" y, casi al mismo tiempo, comenzó la ofensiva sobre Afganistán, para apuntar al corazón de Al-Qaeda.
Dos años después, llegaba el segundo capítulo de esa guerra. El 20 de marzo de 2003, Bush dio inicio al operativo en Irak, después de asegurarle a todo el mundo que ese país tenía armas de destrucción masiva. De las potencias, sólo Gran Bretaña avaló esa teoría (decía tener pruebas, incluso). La falta de consenso internacional sobre la hipótesis de las armas nucleares llevó a Bush y a Tony Blair a iniciar una "guerra preventiva" sin apoyo de las Naciones Unidas.
"Irak tiene el tamaño de California. Hay túneles, cuevas, todo tipo de complejos. Vamos a encontrar las armas y es sólo una cuestión de tiempo", dijo Bush el 2 de mayo de 2003. Pero esas armas nunca aparecieron, lo que llevó a los propios estadounidenses a cuestionar esa guerra, que dejó decenas de miles de muertos. En 2008, poco antes de terminar sus ocho años de gestión, reconoció que su "mayor arrepentimiento" fue creer en "el error de Inteligencia en Irak". En 2010, en sus memorias, escribió que estaba "firmemente convencido de que derrocar a Saddam [Hussein] fue una buena decisión", pero que "nadie estuvo tan descorazonado y furioso" como él "cuando no se encontraron las armas de destrucción masiva".
La guerra en Irak y sus consecuencias
"Misión cumplida", lanzó Bush en el portaaviones Abraham Lincoln, dando a entender que la guerra en Irak ya había terminado, el 1° de mayo de 2003. Paradójicamente, ocho años después el líder terrorista Osama ben Laden era abatido por fuerzas especiales norteamericanas en Paquistán.
Lo cierto es que aquel 1° de mayo de 2003, la guerra estaba lejos de terminarse. Las tropas estadounidenses dejaron el territorio recién el 15 de diciembre de 2011, por decisión de su sucesor, Barack Obama . La guerra que comenzó con la captura del dictador iraquí Saddam Hussein en diciembre de 2003, una de los mayores objetivos de Bush, terminó con un país inestable política, económica y militarmente. El saldo fue de 100.000 iraquíes y 4500 soldados estadounidenses muertos en el conflicto. Todo, además, con un costo de más de 800.000 millones de dólares para Washington.
Con o sin Estados Unidos en el terreno, las diferencias religiosas entre chiitas y sunnitas mantienen a Irak sumido en un estado de violencia permanente, que dejó el camino allanado para la instauración del "califato" del grupo jihadista Estado Islámico en ese país y en Siria, uno de los mayores peligros del mundo durante este año. Washington fracasó en cualquier intento para "construir una nación" en Irak. La estabilidad política está ausente, como se pudo ver en agosto con una fuerte crisis en el gobierno, con altos índices de corrupción y una economía endeble, que mantiene a la media de los iraquíes bajo la línea de la pobreza, a pesar de su riqueza petrolera.
Una ley en la mira
Conocida como Patriot Act, (Acta Patriótica) esta ley salió al calor de los atentados del 11 de septiembre de 2001, luego de ser aprobada por una amplia mayoría en el Congreso de Estados Unidos y cuyo objetivo era reforzar la seguridad interior del país para reducir las posibilidades de nuevos atentados.
La ley debía mejorar la capacidad de las distintas agencias de seguridad del país dándole más poderes de vigilancia sobre los ciudadanos como medida de prevención de futuros ataques terroristas, y a la vez endurecía las penas por ese tipo de crímenes de lesa humanidad. Más adelante su aplicación fue extendida.
Sin embargo la norma fue muy criticada debido a las restricciones de libertades y garantías constitucionales que representó para ciudadanos norteamericanos y extranjeros. En el mismo sentido, varios fallos judiciales la declararon inconstitucional por violar los derechos y garantías de la Constitución de Estados Unidos, lo que no impidió que continuara su vigencia.
La respuesta al huracán Katrina
La respuesta tardía e ineficaz al azote del huracán Katrina sobre la ciudad de Nueva Orleans, a mediados de 2005, fue quizás el mayor fracaso del gobierno de Bush dentro del territorio de Estados Unidos. La imagen del presidente era la de alguien alejado de la devastadora realidad de quienes sufrían en la costa del Golfo de México. En líneas generales, Katrina marcó también un antes y después en el manejo de catástrofes.
Su enajenación con los hechos se reflejó, sobre todo, cuando elogió públicamente al director de la Agencia Federal de Manejos de Emergencias, Michael Brown, un organismo que ya había dado sobradas muestras de inoperancia en la respuesta al desastre: "Brownie, estás haciendo un trabajo sensacional".
El hecho clave fue que Bush se demoró en ordenar que el gobierno federal entrara en acción de inmediato cuando ya era claro que los gobiernos de Nueva Orleans y del estado de Luisiana no eran capaces de manejar la urgencia. A esa altura miles de personas, sin agua ni comida, rogaban por ayuda ante las cámaras de las cadenas de televisión.
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