HELSINKI, Finlandia.- En un ruedo de doma de Helsinki, una docena de chicas espera en fila para participar de la competencia de adiestramiento, listas para demostrar sus habilidades de jinete y su capacidad de concentración.
El juez las hace cumplir con los diferentes aires del caballo –paso, trote, galope– y a continuación les pide que realicen el paso atrás en tres batidas, prueba clásica del grado de entrenamiento y obediencia de un caballo adiestrado. El juez observa con gesto adusto, y por momentos toma nota. Si a alguien le resulta extraño que las niñas monten sobre un palo, no deja que se note. Aquí, el mundo de fantasía de las "hobbyhorse girls" no tiene límites.
Un veterinario les explica el calendario de vacunación de sus caballitos de juguete, y les aconseja "chequear que los ojos estén límpidos y que no tengan descargas nasales". Las chicas charlan sobre las diferentes razas y temperamentos de los caballos de juguete, sobre rutinas de entrenamiento y dietas para caballos de juguete. En el lugar también venden frenos y riendas con aplicaciones de estrás.
Entre los presentes está Fanny Oikarinen, de 11 años, que vive en una localidad al norte de Helsinki. Fanny es una niña seria de larga cabellera roja y tiene un pequeño aro de plata en su nariz. Junto con el quinto grado de la escuela también llegaron la abrumadora estratificación social de las adolescentes, la súbita y vital importancia de ser bella y popular. Pero Fanny no le ve mucho sentido a todo eso.
"Las cosas normales que les gustan a las chicas normales, no son lo mío", dice Fanny.
En su casa vive en un mundo de caballitos de juguete, donde no hay lugar para los varones ni para los adultos.
Fanny y su amiga Maisa Wallius están entrenando para las competencias de verano. Han preparado la coreografía de una rutina de adiestramiento en dos partes y con la canción de la rapera Nelly de fondo. Y ante la pregunta de qué tipo de chicas se sienten atraídas por los caballos de juguete, Maisa lo piensa bien antes de contestar.
"Algunas son chicas deportistas", dice. "Otras son las solitarias, y también hay algunas que son las más copadas del colegio."
Imposible decir cuándo empezó exactamente la locura de los finlandeses por los caballitos de juguete, pero se sabe que durante años se difundió secretamente y fuera del radar de los adultos.
En 2012, la cineasta Selma Vilhunen se topó en Internet con un foro de debate que usaban los fanáticos de esa práctica y se quedó fascinada.
Las adolescentes habían inventado una forma de adiestramiento para caballos de juguete, en la que el jinete usaba la parte inferior de su cuerpo para trotar y galopar como un caballo, mientras el torso permanecía erguido e inmóvil como el de los verdaderos jinetes. Esa práctica evolucionó hasta convertirse en una intrincada red de entrenadores, alumnos y competencias, pero era algo que se discutía casi exclusivamente en Internet.
"Era como una sociedad secreta", dice Vilhunen.
Una de las niñas a las que Vilhunen contactó para que fuese su guía en ese mundo fue Alisa Aarniomaki, una adolescente de una ciudad costera de Finlandia.
De campera de cuero y pelo fucsia, Alisa era una verdadera celebridad en el mundo online por sus caballitos hechos a mano y sus videos de monta, pero no quería que sus compañeros de clase se enteraran de su afición. Cuando tenía 12 años, algunos de sus amigos la habían visto de casualidad practicando en un bosque cercano a la escuela, y la cargaron durante meses por jugar a cosas de niños.
"No encajaba con la idea que tenían de una chica de 12 años", dice Alisa. "Decían que nunca iba a conseguir novio."
En 2017, cuando Vilhunen estrenó su documental "Hobbyhorse Revolution", las imágenes mostraron a las protagonistas en escenas de incontenible alegría, algo muy importante para la cineasta, ya que gran parte de su trabajo se centra en el mundo de las jóvenes adolescentes.
"Mientras son chiquitas se les permite ser fuertes y valientes", dice Vilhunen. "Pero creo que cuando llegan a la pubertad, la sociedad empieza a moldearlas para que se acallen."
Ahora el pasatiempo de la monta de caballos de juguete es un producto de exportación, con campeonatos nacionales que se celebran cada verano y cuya vocera no oficial es Alisa Aarniomaki.
Alisa ha sido invitada a realizar exhibiciones en Suecia , Rusia y Holanda , todos lugares donde esa afición está tomando vuelo.
El ministro de Relaciones Exteriores finlandés le pidió a Alisa que hiciera dos caballitos para George y Charlotte, los hijos del príncipe Guillermo de Gran Bretaña.
Una vez, Alisa fue invitada a una fiesta en Francia donde a los adultos se les entregaba un caballito "como una forma de escapar del aburrimiento y tal vez el cansancio de la vida normal". Pero Alisa agrega que lo único que la pone loca es que la gente se refiera a su práctica como un "juego".
"Cuando alguien dice que estamos jugando, nos despoja de todo lo que hicimos, destruye esa realidad", dice Alisa, que ahora tiene 22 años y vive en Helsinki con su novio.
Pero lo cierto es que dentro de esa tribu de aficionados en rápida expansión el problema del ridículo ni se plantea. "Hace mucho que no me ocurre una situación como esa", dice Alisa. "Vivo en una burbuja llena de caballitos de juguete."
Cuando Fanny llegó a la adolescencia, ya había una comunidad de aficionados que la esperaba.
Asiste a la misma escuela desde jardín de infantes, y sus compañeros de quinto grado son prácticamente los mismos desde entonces.
Pero Fanny se siente cada vez más distinta de las chicas con las que creció. Escucha rock pesado, y hace dos años decidió que era una chica gótica, y empezó a vestirse de negro. Entonces llegó la pubertad, y empezó a escribirse en inglés con sus "amigos de internet", como ella los llama, a quienes conoció en foros de las bandas de metal que más le gustan.
"No tengo muchas amigas", dice. "A veces pienso que me gustaría ser más popular."
Su amiga Maisa también está pasando por un cambio similar, que implica abandonar las últimas Barbies y Legos. Cada vez pasa más tiempo con el teléfono en la mano.
"Están en esa edad en la que dejan de jugar", dice la madre de Maisa, Titta Savolainen. "Las ves volverse adolescentes delante de tus propios ojos."
Fue con ese telón de fondo que Fanny compró su primer caballito de juguete por unos 27 dólares, una yegua árabe moteada llamada Amanda.
Fanny se dio cuenta de inmediato de que "esto era lo mío".
"Tengo otras amigas a las que les interesa, así que sabía que no iba a ser la única", dice Fanny. "Así que puedo ser todo lo infantil que quiera."
Fanny y Maisa vuelven de la escuela atravesando la nieve fresca.
Al llegar a casa, Maisa saca a "Tarzán", un caballito "muy amable, que aprende rápido y al que le encanta saltar", y ambas salen trotando de vuelta al frío.
Del trote pasan rápidamente al galope, metiendo sus botas en la nieve de un bosque cercano.
Galopan a través de los pinos hasta estar rojas de cansancio. Conocen de memoria el terreno, así que corren por senderos invisibles, tapados por la nueve.
Y así corren durante una hora, riendo a cada paso, y dispuestas a adentrarse aún más en lo profundo del bosque. Y lo harían de buen grado, si sus madres no las llamaran a gritos para que vuelvan a casa.
The New York Times (Traducción de Jaime Arrambide)
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