Las batallas del continente olvidado
La matanza de turistas en Uganda, esta semana, llevó a Occidente la violenta realidad de una región envuelta en enfrentamientos armados que agravan aún más el sufrimiento de sus pueblos
"Hoy somos nosotros. Mañana les tocará a ustedes."
La conocida frase del emperador etíope HaileSelassie ante la Sociedad de las Naciones, en 1936, bien podría haber sido lanzada por el pueblo tutsi y, como una maldición, convertida en realidad esta semana con la atroz masacre de ocho turistas occidentales en manos de rebeldes hutus, en Uganda.
La matanza llevó a Occidente, en versión muy reducida, el horror de las brutales guerras tribales que desde hace años, y ante la indiferencia del mundo, asuelan el continente africano. Perdido en la impenetrable espesura de las selvas del Africa negra y en las calientes dunas del desierto norafricano, es difícil seguir el rastro a las numerosas guerras y conflictos que desangran el continente, convirtiéndolo en la región más crítica y peligrosa del planeta.
Enfrentamientos abiertos entre naciones, guerras civiles, conflictos regionales, genocidios tribales, violencia política y actividades terroristas involucran a más de 30 países, agravando la situación de sus habitantes, víctimas del hambre, desplazamientos forzosos, enfermedades y minas terrestres, y obligando a la mayoría de las organizaciones humanitarias a abandonar el continente dejando un reguero de desesperanza.
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Por tratarse del único enfrentamiento directo entre dos países, la guerra fronteriza entre Etiopía y Eritrea ha acaparado cierta atención de la comunidad internacional -principalmente de sus vecinos africanos- que han diseñado un plan de paz, para muchos destinado al fracaso.
"Muerte a Issaias"; "Iremos a buscar al hombre de Asmara", bramó exultante el millón de etíopes que colmó el martes último la plaza Meskal, de Addis Abeba, para celebrar la "victoria total" sobre las fuerzas eritreas.
"El hombre de Asmara" es Issaias Afeworki, el presidente eritreo que cuando comenzó el conflicto, en mayo último, había asegurado que una retirada en el frente de Badmé -centro del litigio fronterizo- era "tan improbable como que el sol no aparezca más detrás de las montañas".
El 26 de febrero pasado se inició, sin embargo, el crepúsculo del ejército eritreo. En una operación militar bautizada Puesta de Sol, Etiopía logró una decisiva victoria militar en el llamado Triángulo de Yirga, con la que recuperó el territorio tomado por Eritrea el año último y obligó a Asmara a aceptar una propuesta de paz de la Organización de la Unidad Africana (OUA), anteriormente rechazada.
Sin embargo, el conflicto bélico entre estas empobrecidas naciones del cuerno de Africa, unificadas hasta 1993, parece lejos de una solución.
En los últimos días continuaron esporádicamente los combates en la inestable frontera delineada hace 60 años por los técnicos de Mussolini -pero nunca demarcada oficialmente- y con el exaltado belicismo de Addis Abeba, las posibilidades de un armisticio parecen mínimas.
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Luego de cinco años de frágil paz, la guerra ha vuelto también desde fines de 1998 a Angola; un conflicto que se remonta a 1975 y que tuvo como protagonistas a los dos grandes bloques de la Guerra Fría.
El desdeñado acuerdo de paz entre el gobierno -otrora apoyado por Cuba y la URSS- y la guerrilla Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (Unita) -sostenida por Estados Unidos y Sudáfrica- puso fin a una lucha que causó cientos de miles de muertos y tres millones de desplazados, y estableció la obligación de los rebeldes de abandonar los territorios bajo su control.
Pero su líder, Jonas Savimbi, renegó de su palabra e inició una ofensiva en el norte del país, rico en petróleo, que reabrió las hostilidades. Fuentes diplomáticas aseguran que Unita es responsable del derribo de dos aviones de las Naciones Unidas en los últimos meses, simplemente como una demostración de su poder. Si bien Occidente responsabiliza al gobierno por soslayar las evidencias de que Unita se estaba rearmando, el grupo de países encargado del desarme rebelde (Estados Unidos, Rusia y Portugal) no parece haber hecho lo suficiente para evitar que la guerrilla utilizara sus ingresos provenientes de las minas de diamantes para la compra de armas pesadas y para impedir que el gobierno adquiriera su propio armamento en ex repúblicas soviéticas.
Si los enfrentamientos no se detienen la ONU podría retirarse, con lo que miles de angoleños perderían la asistencia del Programa Mundial de Alimentos y la hambruna se apoderaría del país.
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Para agravar aún más la situación, Angola se encuentra envuelta en la guerra civil de la vecina República Democrática del Congo (ex Zaire) junto con media docena de países. Su gobernante, Laurent Kabila, que luchó durante más de treinta años para derrocar al régimen de Mobutu Sese Seko, podría perder el poder que tanto le costó ganar en manos de sus antiguos camaradas de lucha: los tutsis.
El ejército de Ruanda, país gobernado por esa etnia, fue clave en la llegada de Kabila al poder. Pero en julio último, éste ordenó la salida de las tropas ruandesas del Congo, medida que encontró resistencia en los sectores tutsis congoleños -los bayamulenges -, que capitalizaron la decepción popular frente al régimen e iniciaron una nueva insurgencia en el este del país.
El conflicto pronto se regionalizó cuando Kabila denunció una infiltración de tropas y tanques de Ruanda y Uganda en su territorio y éstos, a su vez, acusaron al Congo de dar cobijo a los guerreros hutus ruandeses responsables del genocidio de medio millón de tutsis, en 1994.
En tanto, Zimbabwe, gobernado por una junta militar, respondió rápidamente al pedido de auxilio efectuado por Kabila el año último. Su fuerza aérea ayudó incluso a la destrucción de una columna de cinco kilómetros de tanques y vehículos blindados rebeldes. Kenya, Zambia y Namibia también participan de diversas maneras en el apoyo a Kabila.
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Otro de los conflictos regionales más sangrientos y brutales tiene lugar desde hace 8 años en Sierra Leona. La guerra se inició en 1991, cuando Foday Sankoh, un antiguo oficial del ejército, organizó el Frente Unido Revolucionario (RUF), que contó desde el principio con el apoyo del Frente Patriótico Nacional para Liberia. En 1996, Ahmad Tejan Kabbah fue elegido presidente, pero una fuerza combinada de jóvenes oficiales y combatientes del RUFlo derrocó poco después, asumiendo el control del país.
Sin embargo, la nueva junta militar, conocida como Consejo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (AFRC), fue expulsada en febrero de 1998 por la Fuerza de Intervención de Africa Occidental (Ecomog) -encabezada por Nigeria- y que restituyó a Kabbah en el poder.
Ahora, con la asistencia de Liberia y Burkina Faso, los rebeldes continúan la guerra con feroces ataques que se intensificaron desde octubre último, cuando el restituido gobierno condenó a muerte al líder de los insurgentes, que iniciaron entonces una furiosa ofensiva sobre Freetown para lograr su liberación.
La brutalidad de las acciones guerrilleras contra la población resulta evidente con sólo leer el nombre elegido para las operaciones:"Quema de casas", "Ustedes pagarán" y la más siniestra de todas, "Sin sobrevivientes".
Por Javier Navia
Genocidio tribal entre hutus y tutsis
La reciente matanza de turistas en Uganda ha puesto nuevamente en las primeras planas la guerra tribal entre hutus y tutsis, que en cinco años ha dejado un trágico saldo de casi un millón de muertos y cuatro países en guerra.
La animosidad entre estas etnias de la región de los Grandes Lagos estalló en brutales enfrentamientos en abril de 1994, cuando el presidente hutu ruandés, Habyarimana, murió tras la caída de su avión en las cercanías de Kigali.
Su muerte fue el disparador para que los hutus iniciaran una feroz persecución de la minoría tutsi y de hutus moderados, que terminó con el genocidio de medio millón de personas y con miles de refugiados víctimas del cólera atestando los campamentos del Congo.
La situación se agravó cuando los tutsis, nucleados en el Frente Patriótico Ruandés (FPR), lanzaron un ataque desde el Norte contra los guerreros hutus, conocidos como Interahamwe (los que matan juntos).
Un líder rebelde tutsi de Uganda marchó sobre Ruanda y tomó el poder, lo que provocó la huida de los hutus hacia el antiguo Zaire.
Clinton, con los tutsis
Estados Unidos apoya al gobierno tutsi de Ruanda, así como a la cúpula dirigente de Uganda, a quienes considera un bastión frente al régimen fundamentalista del vecino Sudán.
Como prueba del respaldo, el presidente norteamericano, Bill Clinton, en su primer viaje oficial a Africa, el año último, alabó a los mandatarios de Ruanda y Uganda, Pasteur Bizimungu y Yoweri Kaguta Museveni, respectivamente, reconociéndolos como "representantes de una nueva generación africana de líderes democráticos".
Este explícito apoyo a los gobiernos tutsis generó el odio hutu contra Occidente, y sirvió de detonante para la matanza de los turistas occidentales en las selváticas montañas de Uganda.
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