“The Woman King” o “La mujer rey” llegó a los cines y se convirtió en un éxito de taquilla, pero la ficción de la trama no está tan lejos de la realidad del siglo XIX
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El nuevo éxito de taquilla de Hollywood, The Woman King o La mujer rey, trae a primer plano la notable historia de las mujeres soldado del África occidental del siglo XIX. Pero, ¿cómo forjó una reputación tan temible esta fuerza de combate de élite de guerreras altamente entrenadas y disciplinadas?
El asalto a Abeokuta iba a fracasar
El destacamento de Dahomey, un poderoso reino en el oeste de África, se lanzó a las profundas zanjas y los altos muros sin dudarlo, solo para ser abatido por las armas de fuego y los numerosos defensores que esperaban en la parte superior. La ciudad, capital de los yorubas rivales de Dahomey, era demasiado grande y estaba muy bien fortificada.
Tal como había sido 13 años antes en el primer intento de asedio, la derrota era cuestión de tiempo en ese día de 1864. Sin embargo, si este iba a ser su destino, una guerrera de Dahomey lo enfrentaría en sus propios términos con un gesto de despectivo desafío.
Habiendo escalado el muro, se detuvo en un lugar de las murallas al que los defensores no podían llegar, se sentó de espaldas al enemigo y comenzó a fumar una pipa. Tal valentía no sorprendió a los yorubas, pues esa guerrera pertenecía a un regimiento especialmente venerado entre sus enemigos y los europeos que viajaron al oeste de África.
Estaba compuesto en su totalidad por mujeres, que entrenaban de forma incansable y tenían fama de ser furiosas en la batalla. Eran incomparables. Los europeos las apodaron las ‘amazonas’ y fue un médico e historiador francés, Edouard Dunglas, quien registró las hazañas de la guerrera fumadora de pipa.
Su desafío duró poco tiempo, pero sus acciones sirvieron para ilustrar el destino final de las amazonas de Dahomey. A pesar de toda su valentía y habilidad, esta fuerza de lucha femenina se desharía antes del final del siglo XIX por la misma razón que las de muchas otras poblaciones indígenas del mundo: una potencia de fuego superior.
En Abeokuta, los defensores simplemente enviaron un francotirador. “Tomándose su tiempo”, escribió Dunglas, “apuntó con cuidado y mató a la guerrera con su primer disparo”.
No precisamente amazonas
La mayoría de las historias sobre las amazonas de Dahomey provienen de escritos y observaciones de europeos: Dahomey mismo (parte del actual Benín) tenía una tradición oral, por lo que su legado solo puede vislumbrarse. Incluso el nombre ‘Amazonas’ no fue propio, sino la elección de europeos inspirados en las guerreras de la antigua mitología griega.
Mino o Minon (que significa ‘nuestras madres’), Ahosi (‘esposas del rey’) o Agojie serían nombres más apropiados. Sin embargo, su reputación pervive por ser la inspiración para Dora Milaje, la guardaespaldas en el éxito de taquilla de superhéroes de 2018 Black Panther y el tema de la nueva película, The Woman King (2022).
Y aunque está última, protagonizada por Viola Davis como una general agojie, se toma libertades significativas con la historia real, representa cuán bien entrenadas y temibles eran en realidad.
Bajo el rey Gezo, que accedió al trono en 1818, las agojie pasaron de ser una pequeña guardia ceremonial a un regimiento completamente integrado. Dahomey ya era un reino militarista y tenía su propio ejército permanente (algo inusual para la región), pero Gezo implementó una serie de reformas que hicieron que el número de mujeres guerreras aumentara hasta 6.000 en la década de 1840.
Se dividían en varios rangos: cazadoras, fusileras, arqueras, artilleras y las particularmente feroces ‘segadoras’.
Enemigos y esclavos
Las agojie vestían uniformes a rayas azules y blancas o túnicas de color herrumbre y llevaban consigo una gran cantidad de adornos y amuletos en sus cinturones. Estaban armadas con garrotes, cuchillos, lanzas y una selección de armas de fuego compradas a comerciantes europeos, incluidos mosquetes de chispa, carabinas y trabucos.
Pero su arma más temida era una espada parecida a un machete de un metro de largo. Era tan afilada que, cuando una segadora lo empuñaba con las dos manos, podía cortar a un hombre por la mitad con un solo golpe, lo que la convertía en el arma ideal para las agojie cuando estaban en guerra con reinos rivales pues recolectaban las cabezas de los enemigos caídos.
Además de la guerra, el otro deber principal era asaltar las aldeas vecinas para capturar prisioneros (con la cabeza intacta) y venderlos como esclavos. Dahomey se hizo rico y poderoso con una participación importante en el comercio transatlántico de esclavos, al controlar los puertos y proporcionar “bienes” a los esclavistas europeos.
Fue uno de los muchos reinos africanos que se beneficiaron del comercio; Gezo de hecho subió al trono en un golpe con la ayuda de un traficante de esclavos brasileño, Francisco Félix de Sousa.
Las incursiones fueron un método eficaz para suplir la demanda de esclavos, la mayoría de los cuales iban a los puertos para cruzar el Atlántico mientras que una parte se quedaba en Dahomey para trabajar en granjas y plantaciones, o en el palacio y en el ejército. Otros eran utilizados para sacrificios humanos en ceremonias importantes.
Y aunque algunos en Dahomey, entre ellos algunas agojie, intentaron cambiar la economía a la producción de aceite de palma, el reino luchó por mantener su papel en la trata de esclavos, incluso después de que Reino Unido comenzara a bloquear la costa occidental de África a raíz de su propia abolición en 1834.
Despiadadas
La insensibilidad al sufrimiento de los demás era crucial para el entrenamiento de las agojie. A las nuevas reclutas las acostumbraban a matar haciéndolas arrojar prisioneros desde una plataforma alta o realizando ejecuciones.
En 1889, el oficial naval francés Jean Bayol presenció una ceremonia en la que participaba una niña llamada Nanisca “que aún no había matado a nadie”.“Caminó con confianza” hacia un prisionero, con las manos y los pies atados, y “blandió su espada tres veces con ambas manos, luego cortó calmadamente el último resto de carne que unía la cabeza al tronco”.
Bayol luego agrega el detalle espantoso, posiblemente un adorno para hacer que Dahomey parezca más salvaje: “Luego limpió la sangre de su arma y se la tragó”.
Valientes
Las reclutas de agojie podían ser mujeres adultas, voluntarias o capturadas durante redadas, pero a menudo eran niñas, a veces de hasta 8 años.
Los orígenes del particular ejército no son claros. Las teorías indican que Houegbadja, quien reinó entre 1645 y 1685, creó el gbeto, un grupo de mujeres que servía como cazadoras de elefantes, o que su hija Hangbe instituyó un cuerpo de guardaespaldas femenino durante su breve reinado.
Durante el siglo XIX, la pérdida de muchos hombres en innumerables guerras y el comercio de esclavos pudo haber obligado a Gezo a buscar mujeres para reforzar el ejército de Dahomey. El agojie, sin embargo, se convirtió rápidamente en un activo. Se entrenaban en combate cuerpo a cuerpo, supervivencia (enviadas a la naturaleza sin comida ni armas) y tolerancia al dolor.
En 1861, un sacerdote italiano llamado Francesco Borghero presenció una de las batallas simuladas regulares de Dahomey para mostrar su preparación para la guerra, donde 3.000 Agojie irrumpieron a través de un largo muro de ramas espinosas de acacia, sin mostrar dolor y “atacaron” un grupo de chozas.
Como premio, el rey obsequiaba a las más valientes cinturones de acacia para que los llevaran alrededor de la cintura.
Todas las mujeres del rey
Un francés, Albert Vallon, presenció otro simulacro de batalla, en el que encontró a las mujeres “más apasionadas que los hombres”, comparándolas con “un ejército de demonios vomitados por un volcán... nada en estas intrépidas criaturas recordaba la mitad más bella y más tímida de la especie humana”.
Ese era uno de los objetivos del entrenamiento de las agojie: se enorgullecían de ser consideradas no como guerreras, sino como hombres.“Así como el herrero toma una barra de hierro y por el fuego cambia su forma, así hemos cambiado nuestra naturaleza”, fue una cita atribuida a una general agojie. “Ya no somos mujeres, somos hombres”.
Dicho esto, su condición de mujer era una parte importante de su estatus en la sociedad de Dahomey. Aparte del rey y sus eunucos, sólo a las mujeres se les permitía más allá de los muros del recinto real en la capital de Abomey.
Todas estaban formalmente casadas con el rey, un honor solo de nombre, excepto que se esperaba que permanecieran célibes. A cambio, les daban comida, alcohol, tabaco y esclavos (hasta 50 cada una, según el viajero inglés Sir Richard Burton).
Además del entrenamiento militar, practicaban el baile, el canto y la música, todas habilidades consideradas importantes para una Agojie. Cuando salían de los terrenos del palacio, una niña caminaba delante de ellas tocando una campana, advirtiendo a todos que se apartaran y miraran en otra dirección. Estaba prohibido tocarlas.
Esta demostración de reverencia y poder, así como el grado de independencia que disfrutaban, debió atraer a algunas mujeres de Dahomey para que se ofrecieran como voluntarias. Las agojie incluso ejercían poder político ya que sus generales podían sentarse en el consejo del rey y ser parte activa en el debate de políticas.
El precio que tenían que pagar por sus privilegios era luchar, y a menudo morir, al servicio del rey, y lo hicieron de buena gana. Dahomey estaba frecuentemente en guerra con vecinos como los yoruba, cuyo estado más poderoso era el imperio Oyo que había subyugado a Dahomey a mediados del siglo XVIII y desde entonces había recibido tributos. En 1823, los ejércitos de Gezo finalmente derrotaron a los Oyo, con la ayuda de las agojie.
El fuego francés
Sin embargo, no todas las guerras siguieron su camino: los ataques a Abeokuta en 1851 y 1864 terminaron en desastre. Y con cada batalla, el número de agojie disminuía.
El final llegó en medio de la “Lucha por África” a fines del siglo XIX, cuando las potencias europeas se repartieron y tomaron el control de la mayor parte del continente. Eso llevó a Dahomey y Francia a la guerra.
En 1890, los ejércitos del rey Béhanzin, incluido el agojie, lucharon en el puerto de Cotonou. A pesar de su ferocidad en el combate cuerpo a cuerpo, incluso cuando Nanisca, la chica que supuestamente bebió sangre de su espada, decapitó a un artillero, las agojie fueron diezmadas por la potencia de las armas de fuego francesas. La guerra concluyó con otra aplastante derrota en la batalla de Atchoukpa.
“Coraje y ferocidad”
Dos años después estalló la Segunda Guerra Franco-Dahomeana con la que Francia quería completar su conquista. Las agojie lucharon en casi dos docenas de batallas durante siete semanas y el resultado fue muy similar: un armamento superior venció ola tras ola de ataques, masacrando a las temidas guerreras.
Cuando Francia salió victoriosa y Dahomey se convirtió en un protectorado, una estimación indicó que solo quedaban unas 50 agojie. Así como la guerrera solitaria fumando su pipa en las murallas de Abeokuta, la valentía de las Agojie nunca las abandonó.
Un legionario extranjero francés llamado Bern las describió en la batalla como “guerreras [que] luchan con valor extremo, siempre por delante de las otras tropas”. Henri Morienval, un infante de marina francés, las describió como “notables por su coraje y su ferocidad” ya que “se arrojaron sobre nuestras bayonetas con prodigiosa valentía”.
“The Woman King” no llega a las guerras franco-dahomeanas -termina con la victoria sobre el imperio Oyo en 1823-, pero sí honra el coraje ante la derrota de las agojie en uno de sus personajes principales, Nawi. Ese era el nombre de la mujer que afirmó ser la última guerrera superviviente del enfrentamiento final con los franceses en la década de 1890. Nawi murió, con más de 100 años, en 1979.
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