Lacalle Pou: “Uruguay va a avanzar; si no, nos va a pasar el mundo por arriba”
En una entrevista exclusiva con LA NACION, el presidente uruguayo ratificó su plan de buscar convenios por fuera del Mercosur; defendió su estrategia para combatir la pandemia y descartó medidas como el toque de queda o el cierre de restaurantes
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MONTEVIDEO.- El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, aseguró que su gobierno avanzará en acuerdos comerciales con países de afuera del Mercosur, que está convencido que los socios del bloque aceptarán la propuesta jurídica de flexibilizar el bloque, que presentarán el 22 de este mes, y que se demostrará que esto hará bien a la región. Dijo que su gobierno “obviamente explorará la posibilidad de avanzar con otros países”, aunque prefiere que las negociaciones comerciales sean de todo el Mercosur. Pero ya que los otros países no desean acompañarlo en esa política, “lo lógico es que Uruguay pueda avanzar a su ritmo con algunos países”. Y afirmó que “lejos de erosionar el Mercosur” esa acción uruguaya “lo va a fortalecer”.
Durante una extensa entrevista con LA NACION, el jefe de Estado uruguayo dijo que para su país es imprescindible mejorar la inserción comercial: “Si no nos abrimos al mundo, nos va a pasar el mundo por arriba”, dijo Lacalle Pou. Y agregó: “El sueño del pibe es que avance el Mercosur, porque tenemos mucho más peso político y económico”
Líder del histórico Partido Nacional, y al frente de una coalición con otros lemas, Lacalle Pou de 47 años de edad, lleva un año y un mes en el cargo, luego del triunfo electoral de 2019 ante el Frente Amplio, la izquierda que gobernó tres períodos seguidos (2005-2020). La pandemia golpeó a la economía, con una caída del PBI de 5,9% y un aumento de la pobreza a 11,6%, pese a lo cual obtiene amplio respaldo popular a su gestión con una popularidad del 58% y la desaprobación está en 24%.
Durante las dos horas de entrevista con LA NACION, el presidente se mostró confiado en su estrategia de combate a la pandemia y desestimó medidas de restricciones severas a la población, como toque de queda nocturno, cierre de restaurantes y comercios, o prohibición de circular entre regiones del país.
Esta noche, ratificará esa postura en una conferencia de prensa que será transmitida por los canales de televisión.
“Un gobierno nunca debe mandar lo que sabe que no va a poder hacer cumplir”, afirmó y dijo que “la inspiración del gobierno siempre fue la libertad”, porque eso “es un algo muy inserto en el ADN uruguayo”.
Sobre el cambiante mapa político sudamericano dijo que no cree en la contraposición de izquierdas y derechas, sino que percibe una división entre “populismo y no populismo”. Y añadió: “El populismo no tiene signo ideológico”.
Respecto a la expresión de “grieta” usada para describir la confrontación argentina, Lacalle Pou dijo que eso no es aplicable al Uruguay: “No, no [hay grieta]) dijo, y agregó que hay veces que “se está tensando más la piola, pero la piola en Uruguay nunca se rompe”.
Lo que sigue es un resumen de la entrevista.
Las medidas contra la pandemia: “La libertad es muy de esencia uruguaya”
—Uruguay transitó el primer año de pandemia sin cuarentena ni restricciones fuertes para la población. ¿En qué se basó para eso?
—La emergencia comenzó el 13 de marzo del año pasado con cuatro casos y con una información bastante incierta sobre lo que venía pasando en el mundo, que generaba mucho temor: temor a las imágenes de la gente entrando los hospitales, corridas en los supermercados, fosas grupales. Todo eso hizo que se generara un temor importante de la población, que tenía una predisposición a acatar las medidas del gobierno. ¿Por qué empiezo por esto? Porque un gobernante nunca debe mandar lo que sabe que no va a poder hacer cumplir. Eso es una máxima de la activa política y del gobierno en lo cotidiano. En ese entorno, la inspiración del gobierno siempre fue la libertad. He revisado discursos míos de hace muchos años y la libertad siempre está presente. He hablado de la libertad en círculos concéntricos: la libertad individual, la libertad colectiva y la libertad como nación, como país. Y todas ellas deben tener una correspondencia y una coherencia entre sí. Entonces, la libertad a la cual apeló el gobierno no es una libertad individual, aislada, es una definición compuesta: es la libertad individual, pero con una conducta solidaria. La pandemia comprobó, por lo menos en esos primeros tiempos, que la libertad de comportamiento, la libertad de movimiento, la libertad de acción, tenían que estar íntimamente vinculadas a la solidaridad con la comunidad. Hubo gestos solidarios de los empresarios, de la gente de barrio cuando había alguien que necesitaba, de los médicos, de los docentes, del sector agropecuario. Ahí hubo una libertad individual que apelaba a la conducta personal, pero también ese salto del individuo a la comunidad que me parece que fue una mezcla, una complementación muy importante
—¿Esa filosofía fue compartida por el gobierno en su conjunto?
—Eran básicamente compartidas. Creo que es muy de la esencia uruguaya y sin perjuicio del vínculo con el Estado que tenga cada uno, más o menos proteccionista, más o menos paternalista, pero la libertad es muy de esencia uruguaya, es algo muy inserto en el ADN uruguayo. Sí podía haber, quizá, alguna duda sobre la medida a tomar; o sea cómo relacionar la filosofía a la práctica. Lo más lindo en política es hacer lo que crees que tenés que hacer, o sea cuando se te junta lo que sos, lo que pensás, y aparte llevarlo la realidad. A veces hay un conflicto: queda claro desde el gobierno que el negro y blanco no es común más bien los distintos tonos de grises. En la primera etapa había un temor importante de la población que anticipaba conductas antes que se tomaran medidas.
—Ahí pudieron tomar medidas más duras, como una cuarentena. ¿Por qué no lo hicieron?
—Siempre pongo como ejemplo aquel ventanal por el que se ve la Plaza Independencia. El día que se estaba discutiendo acá la posibilidad de cuarentena obligatoria, que yo no estaba de acuerdo, fue el lunes 23 de marzo. Y yo miraba por la ventana y la plaza … ¡estaba vacía! La gente estaba en la casa viendo la tele, ya guardada.
—La gente puede ver esa filosofía como una política consistente con lo que piensa, pero también puede quedar como caprichoso. ¿El concepto de libertad responsable sirve para cuando los contagios se reproducen tanto, como ahora?
—El cuestionamiento interno del gobierno es una buena cosa. El gobierno debe actuar según sus convicciones y según lo que le haga mejor a su gente, y eso es fundamental todo el tiempo. El que diga que no tiene ningún tipo de tribulación, ningún tipo de dudas en medidas extremas, bueno… la verdad que es muy insensible. Y eso es lo que se tiene cuando te toca ser presidente de la República: que adelante tuyo no hay nadie. O sea, la decisión última es el presidente. Asesorarnos bien, creo que fue un gran acierto, como la creación del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH). Y creo que es una muy buena cosa los Consejos de Ministros donde se escucha a todos, y por eso son tan largos, de unas cuatro horas, porque el presidente esboza un sentir y un camino, pero siempre está abierto a correcciones. Y cada ministro opina de su ámbito y es donde se producen las tensiones ilógicas y aparte las necesarias.
—¿Cómo es la relación con un consejo asesor científico?
—Asesor no es decisor, y eso no solo lo tiene claro el gobierno, sino que el propio GACH lo aclara así. El gobierno tiene la ciencia como un puntal fundamental por el estado de salud, pero también es necesario valorar el factor social, el factor económico. Uno tiene la obligación de escuchar a la ciencia y lo que hace a la salud en lo que hace la pandemia, pero también tiene que ver todos los aspectos de la vida diaria de los uruguayos, teniendo como hemos dicho, a la perilla de la salud como fundamental.
Restricciones: “El mozo de restaurante tiene que vivir”
—¿Por qué no al toque de queda en la noche?
—Para eso hay que decirle a la gente que no puede salir; entonces ahí ya empiezan las excepciones y está el que maneja un tacho, el que tiene que entrar temprano a un tambo a ordeñar la vaca, el que tiene que hacer su vida cotidiana. Y el que vive en un apartamento chico, que saca al perro o que el gurí no se duerme y lo saca como hemos hecho todos. O el que no aguanta más porque también hay una presión psicológica muy grande en todo esto y sale una vuelta. Entonces, ¿cuánto de esa medida significaría realmente contención del virus y qué consecuencias negativas tendría aparejada? Eso es lo que pongo en la balanza. Lo que en la noche perjudica son las aglomeraciones, las fiestas clandestinas, algunos establecimientos que no cumplen con el protocolo. Bueno vayamos ahí, tenemos una ley [para disolver] aglomeraciones: vayamos a hacer más controles a los lugares que no cumplen con el protocolo, pero no castiguemos al resto del país que de alguna manera tiene que moverse.
—¿Y prohibir movilidad entre departamentos?
—Hay muchos que trabajan acá [en Montevideo] pero viven en Canelones ¿Cuánta gente va a San José a laburar? ¿Cuánta gente se traslada de pueblo Montes al Frigorífico Solís, en Lavalleja, por día? ¡Tres bondis por lo menos! Y sigo: ¿cuánta gente va al frigorífico que queda entre Trinidad y Durazno? ¡900 personas trabajan ahí! ¿Cuántos son de Trinidad? Y así podríamos seguir.
—¿Cerrar restaurantes?
—Cerrar bares y restaurantes significaría que mucha gente que vive de la propina, que vive del jornal que era el día se quede sin parar la olla.
—¿No hay riesgo de quedar desfasado con lo que puede sentir la gente, que dice “yo me cuido, pero hay otros que no, y el gobierno tiene que obligar a que se comporten”?
—Riesgo siempre hay cuando se gobierna. Sobre no sintonizar con la opinión pública, me gustaría saber, profundizar, un poco más qué es la opinión pública ¿Son los 150.000, 200.000 de Twitter? ¿Son los que están agremiados? ¿Son los que hacen conferencias de prensa? ¿O es una voz silenciosa que vive, que se cuida, que anda laburando?
—Pero si esto sigue mal, con aumento de contagios, ¿seguirá con esa filosofía?
—Estamos en la primera ola, que comenzó en octubre y que ahora obviamente se agrandó.
—¿Y no va a revisar las medidas?
—A priori el gobierno esto no lo va a revisar. ¿Cuánto cambia que diga van a cerrar los bares y los restaurantes? ¿Cuánto cambia? El otro día en un programa de TV con el presidente de la central sindical [Fernando Pereira del PIT—CNT], estaban hablando de restringir movilidad y de repente hablan de los espectáculos públicos. El presidente de la central dice “no está bien que hayan cerrado los espectáculos públicos porque los artistas de algo tienen que vivir”. Y yo digo “¡bingo!”; el planchero de un lugar donde venden chivitos de algo tiene que vivir, el pizzero también tiene que vivir, el mozo de restaurante tiene que vivir.
—¿Y la idea del blindaje de abril para esperar efecto de vacunación?
—Se han tomado medidas, algunas que no ne gusta tomar. En la educación suspendimos las clases presenciales, y ahora, para abrir, le corresponde a las autoridades de la educación. Pero hay algo que me preocupa como presidente, me preocupa como padre. A un chiquilín no se le puede decir: empezá, cortá, empezá, acostumbrate a una rutina, ahora cortala, andá a la computadora, ahora andá a la clase. Esto corresponde a las autoridades de la educación y su autonomía, pero yo prefiero extender la suspensión de la presencialidad.
—Todos los gobiernos han tenido el dilema salud—economía. ¿Cómo maneja eso?
—Hay que evaluar que cada medida para cuidar la salud realmente pueda tener un efecto en la misma. Algo que tuvo muy buena discusión con los científicos fue sobre lo efectista y lo efectivo. Y en este mundo moderno de la comunicación donde las palabras se convierten en hechos, lo efectista a veces termina siendo efectivo. Entonces, primero, que la medida en sí tenga un efecto positivo sobre la salud. Y luego, en la balanza, cuánto perjudica el factor económico de las familias, en la vida diaria, en la vida social de los individuos, que es tan importante. Y obviamente el fiel de la balanza está marcado por valores y principios: volvemos al inicio de la conversación.
Vacunas: “No hubo ningún condicionante [de Pfizer] que excediera lo que puede hacer un presidente”
—La compra de vacunas, ¿era mejor dejar a técnicos o que lo hiciera el presidente?
—¡Ah! Yo me involucré directamente y con un equipo de presidencia
—¿No se exponía a presiones de laboratorios? ¿Hubo alguna condicionalidad severa?
—Ninguna, ninguna. De hecho, es una negociación que tiene un fuerte componente político de gobierno. Empezó con una conversación mía con el presidente de China [Xi Jinping] en septiembre, una carta del presidente chino de un par de meses después y luego la embajada nuestra allá, la embajada China acá …
—¿Y con Pfizer? Porque dicen que la empresa impone condicionantes complejas …
—Ninguno, ningún condicionante que excediera lo que puede hacer un presidente de la República al amparo de la Constitución y la ley. Ahora, son contratos cuasi de adhesión porque los laboratorios tuvieron que salir a hacer vacunas en cinco meses y tuvieron que salir a negociar con 140 países. Era muy difícil hacer un contrato a medida. Sin perjuicio de lo cual, la gente que negoció por nuestro país lo hizo con mucha habilidad y haciendo hincapié en las particularidades históricas del cumplimiento de los compromisos uruguayo. Eso, tuvo su incidencia.
—La oposición critica lo volcado a planes sociales, porque argumenta que es poco.
—Pero cuando uno ve lo que ha invertido el Uruguay en estos meses con respecto a las ayudas sociales enorme. El Ministerio aumentó más de un 50% su gasto en un año más de un 50%.
—Comparan con otros países y en relación al PBI muestran que Uruguay es de lo que pone menos gasto en lo social
—Es una visión de la oposición que no que no me sorprende, pero no creo que esté ajustado a la realidad. El Frente Amplio reclamaba el año pasado una renta básica, que decía por un plazo acotado, pero si lo hubiéramos hecho ya no tendríamos dinero para afrontar la pandemia. ¡Quién sabe cuánto dura esto? Por eso creo que el Ministerio de Economía toma una muy buena decisión, que es separar el gasto estructural del gasto coyuntural, con el Fondo Coronavirus que dijimos que este año iba a ser por 540 millones de dólares, pero va a superar largamente los 600 millones.
Mercosur: “Uruguay va avanzar. Uruguay necesita avanzar”
—Respecto al Mercosur y la propuesta de flexibilizar la política comercial común, ¿Qué va a presentar Uruguay el 22 de abril?
—Para nosotros es muy importante esa reunión de los cancilleres y los ministros de Economía. Uruguay va a formalizar la propuesta, que es la misma propuesta que vino hablando con distintos países, pero ahora la va a formalizar. Uruguay va a avanzar. Uruguay necesita avanzar. El gran interrogante es qué pasa si en estos 10 años no actuamos en consecuencia, qué nos va a pasar. Si no nos abrimos al mundo, nos va a pasar el mundo por arriba.
—Pero avanzar no depende solo de Uruguay o depende de los otros…
—Y… (sonríe)
—¿Entonces Uruguay va a presentar una forma jurídica que le permita hacer acuerdos comerciales con otro país?
—¡Exactamente! Una forma jurídica de flexibilizar el Mercosur. Para nosotros el sueño del pibe es que avance el Mercosur, porque tenemos mucho más peso político y económico para negociar acuerdos. No puedo asegurar hoy, visto algunas declaraciones y visto algunas acciones, que el Mercosur se quiere embarcar en eso. Entonces lo lógico es que Uruguay pueda avanzar a su ritmo con algunos países y eso de alguna manera creo que lejos de erosionar el Mercosur, lo va a fortalecer.
—Si insiste tanto es porque tiene chances de un acuerdo comercial con otro país.
—Está claro que si vamos en barra, vamos a andar mejor; confiamos en que esa sea la decisión que prime, pero si no lo es, Uruguay tiene vocación y obviamente explorará, en su momento, la posibilidad de avanzar con otros países.
—¿En su momento o ahora?
—[Silencio y sonríe)
—¿El entredicho del 20 de marzo complica las cosas?
—No hay ningún entredicho, por lo menos de mi parte. Lo que dije en la cumbre es una posición mía, que ya se conocía y que la manifesté a los tres presidentes, cuando me reuní mano a mano con cada uno. Es una posición que los gobiernos de los otros países sabían que el Uruguay iba a llevar. Obviamente que alguno no lo comparte.
—¿No cree que ese episodio puede generar un veto argentino al plan de Uruguay?
—¿Ese episodio?
—Sí, ese episodio.
—No debería. Somos gente grande, somos gente profesional y que cada uno va a defender los intereses nacionales
—Su gobierno apuesta en atraer y fomentar la inversión privada. ¿Cómo va eso?
—La inversión privada puede ser infraestructura pública y también en negocios privados. No hay que confundir que la inversión privada esté basada solo en que venga la industria del software, que venga una marca importante dedicado a tecnologías, que se incremente la inversión en filmación y sector audiovisual, que algunas cadenas internacionales vayan a profundizar su negocio. Es todo eso, pero también inversión en infraestructura, que es inversión privada, pero en sector público. Y estamos convencidos que el agro va a beneficiarse de un nuevo empuje internacional con inversiones en la cadena ganadera, en el sector citrícola; la soja, el arroz.
—¿Y en lo forestal?
—Ahí hay una hay fichas puestas del país hace muchísimos años. Y yo creo que esa política es como eso de “equipo que gana, no se cambia” y además los cambios generan incertidumbre, y esos cambios no solo pueden generar incertidumbre para el sector propiamente afectado, sino que también en aquellos que invierten en el mundo, y que ven que el cambio de reglas en algo tan consolidado en un país no es una muy buena cosa.
América Latina: “El populismo no tiene signo ideológico”
—¿Cómo ve a América Latina donde tras un repliegue de la “ola progresista”, partidos de izquierda aparecen volviendo o con chance de volver a gobierno?
—No sé si hay olas; la realidad de los distintos países tiene particularidades muy importantes. ¿Qué es Paraguay? ¿Qué es Argentina? O sea, ¿son gobiernos de izquierda, de centroderecha, de derecha, son populismo, no son populismos? Brasil es un continente y hay particularidades en cada Estado. Entonces las particularidades de cada nación son importantes. Lo que sí creo y hasta ahí me meto yo porque no soy analista político, que quizás se puede dividir más en el populismo y no populismo. Y el populismo no tiene signo ideológico.
—En Argentina se usa la expresión “grieta” sobre la confrontación política y en el debate uruguayo cada tanto se hace extrapolación de eso. ¿Hay “grieta” en Uruguay?
—No, no. Hay posiciones fuertes, históricas. Yo me formé en la vida política y hemos atravesado por etapas en la que uno siente que se está tensando más la piola, pero la piola en Uruguay nunca se rompe.
—¿Hay posibilidad de lograr un mayor acercamiento entre gobierno y oposición?
—Nos cuesta relacionarnos con el Frente Amplio porque es muy difícil saber qué es el Frente Amplio y quién es el Frente Amplio. Este es un gobierno que ha recibido la central sindical cuatro o cinco veces, más que los empresarios seguro; que ha recibido a los gremios médicos a más de uno; han estado los distintos partidos políticos, pero hoy el Frente Amplio de mi punto de vista tiene una vocación muy fuerte de oponerse al gobierno, lo que que será una de sus principales funciones, pero muchas veces con cierta irracionalidad.
—Los números de aprobación son altos; ¿eso lo ha tentado a pensar en algún mecanismo reelección?
—No, no. Yo vivo para los 1424 días que me quedan de gobierno. Obviamente las circunstancias determinaron la acción de gobierno, lo que no quiere que hayan cambiado el rumbo. Puede haber entorpecido, pero no cambiado, porque uno apuesta a una sociedad más libre. No se puede hablar de una sociedad libre si el individuo no puede acceder a una vivienda, no puede acceder a un trabajo para mantener a su familia, no tiene una educación de calidad de sus hijos, no tiene la capacidad de prever cuál va a ser el futuro de su familia y de su gente, si no tiene un país que se relacione abiertamente al mundo.
—Si se pudiera volver atrás, ¿haría algo diferente?
—Bueno, con el famoso diario del lunes, sí, pero no sé si hubiéramos logrado el resultado deseado. Lo complicado de nuestro país está muy vinculado a la frontera seca con Brasil, pero eso es muy difícil, muy difícil.
—La otra demanda ha sido el tema de poner en impuesto a los más ricos.
—Primero que hay un compromiso electoral de no poner impuestos y para mí es muy importante cumplir con ese compromiso. Y durante la campaña electoral varios economistas dijeron que era imposible acomodar los números del país si no se imponían impuestos, pero tuvimos la epidemia e igual estamos en esa postura. Bajamos el gasto estructural, y eso que atendimos la emergencia, están las policlínicas equipadas, la policía equipada, las ambulancias equipadas, equilibramos las cuentas, se podía gobernar mejor
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