Después de la publicación del último reporte de evaluación del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, científicos, políticos y activistas hablan de la región y de la necesidad de implementar políticas climáticas “lo antes posible”
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Aun vislumbrando el término del calor, la Argentina vivió récords sin precedentes: el febrero más caliente, el verano con más olas de calor, el tercer año más seco. Esto, combinado, desembocó en uno de los periodos más difíciles para las ciudades y para el campo. Pero esta seguidilla de fenómenos no impactaron exclusivamente a este país.
Al mismo tiempo, el embalse de Canelón Grande, en Uruguay, se resquebrajó por falta de agua. Las lluvias torrenciales que inundaron San Pablo, Brasil, se llevaron a más de 40 muertos consigo, una cifra baja en comparación con los 205 fallecidos y más de 500.000 damnificados por el mismo fenómeno en el suroeste de Colombia -cuyo gobierno declaró la “situación de desastre” en el país-. Y la lista continúa: Perú, Honduras, México, Estados Unidos… todos comparten una historia similar.
El lunes pasado, los miles de científicos que forman el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) advirtieron una vez más que esto es producto de un claro y progresivo calentamiento global proveniente de emisiones de gases de efecto invernadero. Y los principales responsables de esto son las actividades humanas. Cada publicación del equipo de expertos pronostica escenarios más catastróficos de seguir en la ruta actual: “Un incremento en la mortalidad y morbilidad humana por enfermedades transmitidas por alimento, agua o vectores, retos a la salud mental, inundaciones, perdida de biodiversidad, agua dulce y ecosistemas marinos”, entre otras problemáticas. Aun sabiendo esto, la comunidad científica involucrada asegura que es posible revertir varios de los impactos. Pero se tiene que actuar ahora.
El Sexto Informe de Evaluación (IE6) del IPCC publicado el lunes resume el esfuerzo de tres grupos de científicos que, a lo largo de ocho años estudiaron y publicaron tres informes específicos que muestran la situación climática actual: un informe que explica los cambios globales, otro que muestra los impactos y uno que sugiere directrices para actuar ante esta situación.
Considerado por el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, como “una guía de supervivencia para la humanidad”, sugiere las hojas de ruta que los países del mundo deben tomar para lograr el objetivo de tener una mejor vida en el futuro. En otras palabras, no sobrepasar idealmente los 1,5° C de aumento de temperatura como se pactó en el Acuerdo de París
“Debemos pasar de la procrastinación climática a la activación climática”, pidió Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA) en una conferencia de prensa.
De acuerdo con expertos, aproximadamente entre 3300 y 3600 millones de personas son más vulnerables al cambio climático, y América Latina y el Caribe está “altamente expuesta”. En su apartado sobre la región, abarcado en el último informe, el IPCC prevé que el cambio climático exacerbe los severos riesgos que ya experimenta esta región golpeada por la pobreza, la desigualdad y las crisis económicas: inseguridad alimentaria por las sequías; peligran las infraestructuras por las inundaciones y corrimientos de tierras; la amenaza a la producción agrícola por las temperaturas y la disponibilidad de agua, entre otras cuestiones.
Sin embargo, estos científicos también consideran que América Latina tiene el potencial más inmenso para transformarse. Durante la conferencia de prensa de hace unos días Guterres declaró lo siguiente: “Hay muchas opciones disponibles para reducir emisiones mientras se mejora el bienestar social”. Esta responsabilidad recae primordialmente en los países responsables de la mayor parte de las emisiones. En el caso de las economías emergentes, el secretario general de la ONU pide que las emisiones netas cero se alcancen “lo más cerca posible de 2050″.
¿Dónde estamos parados?
Es un consenso científico que América Latina no es una de las principales responsables del cambio climático. Esta lista se compone actualmente por China, Estados Unidos, India y Rusia, y al considerar las emisiones totales, también se deberían agregar a la Unión Europea y a Reino Unido.
Por el contrario, la región tan solo aporta un 8% de las emisiones totales. Aun así, su participación en la contribución al cambio climático es activa. La producción de energía a partir de combustibles fósiles y la deforestación para ampliar los cultivos, las pasturas o las ciudades son las principales fuentes de emisión.
Uno de los ejemplos más catastróficos es lo que, especialmente en los últimos años, sucedió con la selva amazónica, donde en los últimos 36 años la región perdió el 17% de su vegetación nativa a causa de la deforestación, un porcentaje muy cercano al 20% de “no retorno”. Esto, a su vez, promueve la vulnerabilidad en la población.
Marcelo Mena, exministro de Ambiente de Chile, explica a LA NACION que la combinación de los fenómenos físicos y atmosféricos, la capacidad institucional para enfrentar esos riesgos, y la cantidad de población que hay en un sitio resulta en el riesgo climático. “En ese contexto es mucho más vulnerable un país como Venezuela, o los países de Centroamérica tienen más riesgo porque se combinan todas estas variables”, ilustra.
En cuanto a riesgo físico, según adelanta el reporte del IPCC, la región está experimentando, por un lado, mayor número de olas de calor y sequías más largas, y por otro, lluvias intensas y cortas. “Tenemos regiones enteras en las que no ha llovido una vez en un año, y otras donde las lluvias provocan aluviones desastrosos. Sin duda alguna las zonas urbanas son las más vulnerables y solo en Sudamérica la mayor parte de la población vive dentro de una”, asegura Carolina Vera, vicechair del Grupo de Trabajo I del IPCC e investigadora principal del CONICET en el Instituto Franco Argentino.
El reporte también plantea que el mundo entero comenzará a sufrir cada vez más efectos combinados. Regiones como el norte mexicano, el sur brasileño y varias partes de Chile, Uruguay y Argentina sufren efectos combinados, como lluvias fuertes y ventiscas heladas, o sequías y olas de calor.
Ante estos golpes, el reporte apunta a dos directrices generales: mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, e implementar políticas para adaptarse al cambio climático. “Pero América Latina, al ser tan vulnerable al cambio climático, siempre ha puesto como prioridad la adaptación”, indica Catalina Gonda, coordinadora de Política Climática, Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).
Adaptación
El informe del Centro Global de Adaptación del 2019 indica que por cada peso invertido en adaptación son 4 pesos de beneficios. Y es que, según sugiere este reporte, adaptarse ahora, es evitar gastos en el futuro. En el caso de América Latina, hacerlo es una necesidad urgente ya que esto, según el exministro, promueve lo que se conoce como resiliencia climática: la capacidad de recuperarse de los golpes que el cambio climático genera todos los años.
“En el caso de Chile, el tema del agua potable es central en la política de adaptación. Hoy en día tenemos muchas inversiones para el almacenamiento de agua que permiten que, cuando hay turbidez en el agua de la cordillera por lluvias fuertes, no se necesite cortar el suministro”, ejemplifica Mena.
Como este caso, el reporte del IPCC plantea medidas que van desde lo más sencillo como la promoción de transportes de cero emisiones, la forestación urbana y los sistemas de alerta temprana por eventos extremos, hasta nuevas formas de construcción, e infraestructura verde. Países como Chile, México y Costa Rica han puesto prioridad en estas medidas. “Sin embargo, puertas adentro, en la región todavía no se ha avanzado en planificar la adaptación a nivel nacional, regional y local”, añade Mena.
Con el fin de reducir o disminuir el daño de los efectos del cambio climático, Guterres apuntó a “acelerar la agenda” en materia de política climática que involucre acciones como “frenar la expansión del gas y petróleo”.
Si bien la mayoría de los países latinoamericanos fijaron sus metas para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, “existe una brecha importantísima entre metas anunciadas y acciones”, asegura a LA NACION Diego Rivera, experto en política climática del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia. El sitio Climate Action Tracker- que rastrea la acción climática de los países del mundo- encasilla a la gran mayoría de los países de la región como “insuficientes” en sus acciones para enfrentar al cambio climático, a excepción de México que es considerado “críticamente insuficiente” y la Argentina “muy insuficiente”.
En su camino hacia una transición energética, América Latina corre con una ventaja: la mayoría de los países tienen por encima del promedio global potencial solar y eólico, según puntualiza Rivera. El Monitor Global de Energía arrojó este mes que la capacidad eólica y solar a gran escala de la región siempre y cuando entren en vigor los proyectos anunciados.aumentará en más del 460% para 2030
Un potencial latente
La inacción recae, para Vera, en parte, en que “todavía hay un déficit en considerar al cambio climático como una amenaza transversal”, y esta problemática recae tanto en los gobiernos como en el electorado.
Aunque la gran mayoría de la población de los países sudamericanos expresan su preocupación por el cambio climático, esto no se refleja en las urnas, donde a la hora de votar las principales preocupaciones fueron otras. Así se evidenció en las elecciones de Colombia o de Brasil, donde el desempleo, la economía, la inseguridad y la corrupción dominaban la agenda.
“Cuando uno quiere mejorar la pobreza, la producción, los sistemas de salud, es imposible planear y actuar sin la perspectiva del cambio climático. Es una perspectiva más que tiene que atravesar todas las otras políticas”, indica Vera.
Otra de las razones que se discuten frecuentemente en las reuniones internacionales es la falta de financiamiento. Un compromiso que, según el propio secretario general de Naciones Unidas, recae en los países más ricos. Según Gonda la insuficiente inversión en la política climática debilita a las instituciones regionales a la hora de implementar proyectos de mitigación y de adaptación. Por otro lado, otra limitante que destaca es la voluntad política.
“El desafío en cuanto a la política climática es el cómo transversalizar la dimensión ambiental en todos los Ministerios. En Chile van en esa dirección, en la Argentina se conformó el Gabinete Nacional del Cambio Climático, por ejemplo. Pero esto es difícil, especialmente cuando, dentro del gobierno, existen pesos políticos que van en el sentido contrario”, repasa.
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