La verdadera tarea empieza: sortear las trabas de los "halcones"
DUBAI.- Antes de partir rumbo a las Naciones Unidas, el presidente iraní, Hassan Rohani, dijo tener la esperanza de abrir una nueva era de diálogo con Washington. Ayer volvió a Teherán con más logros en su haber que las predicciones más optimistas.
Ahora empieza la verdadera tarea para Rohani y sus asesores educados en Occidente, quienes de pronto se convirtieron en socios de la Casa Blanca con un giro hacia un nuevo comienzo potencialmente histórico en Medio Oriente, que podría exceder la cuestión nuclear y competir en sus alcances con la "primavera árabe" y el acuerdo de paz de Israel con Egipto.
Para construir sobre la base de la asombrosa apertura diplomática de los últimos días, Rohani y sus aliados deberán ahora atravesar aguas políticas tan turbulentas que, en comparación, el enfrentamiento de Obama con sus críticos en Estados Unidos parece un juego.
Es posible que, en el camino de Rohani, se interponga una variedad de "halcones", los partidarios de la línea dura, encabezados por la poderosísima Guardia Revolucionaria, que ejerce una enorme influencia en todos los aspectos de la vida nacional, desde el plan nuclear hasta una red paramilitar con llegada a todos los barrios del país.
Lo que ocurra de aquí en más dará la medida de la determinación de Rohani. También servirá para medir hasta dónde están dispuestos a aceptar la Guardia y sus seguidores algo que no sea desprecio y suspicacia hacia Estados Unidos, y las implicancias que tiene para los puntos de apoyo de la Guardia en la región, como Siria y la milicia antiisraelí de Hezbollah, del Líbano.
Como siempre, todos los caminos conducen al líder supremo, el ayatollah Ali Khamenei, custodio de las decisiones importantes.
Hasta ahora Khamenei le dio un apoyo crucial a la apertura de Rohani hacia Washington y a la vez amonestó inusualmente a la Guardia, al recomendarle no inmiscuirse en los sucesos políticos.
Pero Khamenei tampoco quiere rasgar el país por la mitad. Si la Guardia y otras facciones conservadoras hacen fuertes objeciones, el ayatollah seguramente las escuchará. Hasta el más pequeño retroceso en el apoyo de Khamenei hacia Rohani se magnificaría en el escenario internacional, despertando dudas en Occidente sobre la conveniencia de invertir capital diplomático en recomponer los lazos con Irán.
La Guardia tiene que absorber las repercusiones de la llamada sorpresa entre Rohani y Obama. La reacción de los comandantes será una señal reveladora de si intentarán oponer resistencia o dejarán hacer, por lo menos hasta la siguiente ronda de conversaciones nucleares entre Irán y las potencias internacionales, previstas para el 15 y 16 de octubre en Ginebra.
La Guardia Revolucionaria muchas veces puede parecer como la punta de lanza de la enemistad de Irán con Estados Unidos, pero no deja de cumplir funciones más delicadas. Sus alcances se hunden en las profundidades de la economía iraní, con inversiones a través de testaferros y empresas fachada. Esas inversiones también sufrieron por las sanciones de Occidente, entre ellas la inclusión de Irán en la lista negra del sistema bancario internacional.
Hablan los números
Por más que los líderes de la Guardia insistan en que Irán puede salir de cualquier ahogo económico, los números dicen otra cosa. La inflación y el desempleo están en alza, y hay más posibilidades de que el disenso se extienda por las penurias económicas que por enfrentamientos políticos.
Tal vez sea ésa la razón primordial para que Khamenei le diera luz verde a la apertura de Rohani. Los líderes de la Guardia tampoco quieren ser vistos como los que bloquean la posibilidad de aliviar las sanciones occidentales.
No queda claro aún si Washington decidirá levantar algunos de los embargos como parte de un regateo paso por paso en las conversaciones nucleares. Tampoco Irán explicó qué hará concretamente para resolver los puntos que preocupan a Occidente de su programa nuclear.
Otros gestos, como el intercambio de cartas entre Obama y Rohani, dejaron traslucir que el acercamiento no se limita a la problemática nuclear y que podría abrir la puerta para contactos más profundos en otras áreas, incluida tal vez la guerra civil siria.
La Guardia Revolucionaria, mientras tanto, sabe que cualquier acercamiento serio con Washington la obligará a reformular su estrategia regional, entre otras cosas, ser el salvavidas del presidente sirio Bashar al-Assad, y de facciones chiitas como Hezbollah y las fuerzas del clérigo antinorteamericano Muqtada al-Sadr, en Irán.
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