El transporte aéreo es responsable del 2,4% de las emisiones de gases de efecto invernadero y es por ello que en Reino Unido dieron paso a las investigaciones para generar combustibles a base de hidrógeno verde
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Habrás soñado que muy pronto estarías tomando vuelos sin el cargo de consciencia de estar contaminando el ambiente. Sin embargo, los científicos advierten que la realidad sigue siendo muy distante.
Los planes para volar ecológicamente dependen de la creación de combustibles aéreos más verdes que impacten menos el medio ambiente. El cambio al combustible sostenible también es parte de los planes que tienen los países que aspiran alcanzar los vuelos llamados “jet cero”. En el caso de Reino Unido, el Gobierno busca alcanzar esa meta para 2050.
Pero la Royal Society (la academia de las ciencias británica) concluyó que en la actualidad no hay una clara y específica alternativa al combustible tradicional. El transporte aéreo es responsable del 2,4% de las emisiones de gases invernadero y 8% de las emisiones de Reino Unido. Estos gases calientan la atmósfera, contribuyendo al calentamiento global y al cambio climático.
Se espera un incremento en la demanda para volar, y los gobiernos y la industria de la aviación están experimentando con maneras de reducir el impacto climático del tradicional combustible derivado del queroseno.
Opciones verdes
Los autores del informe de la Royal Society estudiaron cuatro opciones de combustibles verdes para reemplazar las 12,3 toneladas de combustible de jet que se consumen anualmente en Reino Unido. Su conclusión es que, a corto plazo, ninguna de las cuatro podría reemplazar el combustible de hidrocarburos.
Hoy en día, algunas aerolíneas usan cantidades muy pequeñas de biocombustibles, principalmente derivados de cultivos. El aeropuerto Heathrow de Londres es el mayor consumidor de biocombustibles del mundo, pero esa cantidad apenas equivale a 0,5% del combustible total del aeropuerto.
La producción de suficiente biocombustible para suplir la industria de la aviación británica implicaría el uso de la mitad de las tierras de cultivo del país, lo que pondría presión al suministro de alimentos, señala la Royal Society.
Otra opción es el combustible hecho de hidrógeno que se produce con electricidad verde. Sin embargo, actualmente, Reino Unido no genera suficiente electricidad renovable para producir hidrógeno verde.
Otro gran obstáculo es que las actuales turbinas aéreas no pueden utilizar combustibles derivados de hidrógeno. El amoníaco y los combustibles sintéticos también están siendo considerados, pero estos necesitan aún más hidrógeno verde y no está claro si los aviones actuales los pueden utilizar.
Los investigadores afirman que todavía no se sabe exactamente cuánto podría reducir el impacto climático del transporte aéreo cada uno de los combustibles alternativos. No obstante, resaltan la probabilidad que, a largo plazo, un combustible alternativo será desarrollado con éxito, pero que los aviones y los aeropuertos tendrán que ser rediseñados.
En vista de eso, hacen un llamado para que haya más investigación en combustibles aéreos sustentables, sugiriendo que Reino Unido podría convertirse en un líder global si invierte en la solución del problema.
¿Impuesto al viajero frecuente?
Cualquier combustible nuevo necesita ser financieramente viable, seguro, utilizable en todo el mundo y tener suficiente densidad energética para poder sostener vuelos de larga distancia, expresaron. Pero activistas del medio ambiente insisten en que el Gobierno también debe fomentar que la gente vuele menos.
“No todos los aspectos de la vida moderna en las naciones occidentales tienen una solución técnica fácil para corregir el daño que hacen al medio ambiente, y eso no es más cierto que en el ámbito del transporte aéreo”, indica Leo Murray, director de innovación de Possible, una ONG británica que aboga por una sociedad de cero carbono.
Esa organización quiere que el Gobierno grabe un impuesto a los viajeros aéreos frecuentes, esa minoría de personas que toman 70% de los vuelos desde aeropuertos británicos. “Un Impuesto de Viajero Frecuente apuntaría a una reducción en la demanda entre el grupo responsable del mayor daño ambiental en la actualidad, mientras que las vacaciones familiares anuales no se tocarían”, aseguró.
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