La Unión Europea reafirma su respaldo a Ucrania y acepta su candidatura para ser miembro del bloque
La Unión Europea le concedió el estatus de candidata, al igual que a Moldavia, en medio de la guerra con Rusia; malestar entre otros aspirantes por la celeridad del trámite
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PARÍS.– El jueves 23 de junio quedará seguramente en la historia de la Unión Europea (UE), después que sus 27 dirigentes, reunidos en Bruselas, reconocieron a Ucrania y Moldavia el estatus de “candidatas” a la adhesión. Ese “momento histórico” evocado por el presidente del Consejo, Charles Michel, y tan esperado por Kiev, marca el comienzo de un largo y complejo camino que podría tomar años.
“Macedonia del Norte es candidata hace 17 años, si la memoria no me falla. Y Albania desde hace ocho. De modo que, bienvenida Ucrania”, ironizó el primer ministro albanés, Edi Rama, aconsejando a los ucranianos “no hacerse demasiadas ilusiones”.
Ucrania, Georgia y Moldavia solicitaron al mismo tiempo su adhesión a la UE, poco después de la invasión rusa a Ucrania. Pero la cumbre, sin cerrarle las puertas, decidió que Georgia deberá seguir esperando. Ese pequeño país del Cáucaso, que se enfrentó a Rusia en una guerra de cinco días en 2008, debe antes realizar numerosas reformas: reducir la polarización política, reforzar la independencia del sistema judicial y luchar contra la corrupción.
En todo caso, el primer ministro albanés tiene razón. La última ampliación de la UE data de hace casi diez años, con la adhesión en 2013 de Croacia después de una década de procedimientos. Hoy, por un trágico giro de la Historia en un continente hasta hace poco pacificado, Europa aceptó la posibilidad de la que inmensa Ucrania y la pequeña Moldavia puedan integrar “el club”.
Esa perspectiva, tan deseada por los ucranianos, había sido rechazada cuando aún ardían las brasas de Maidan, el estallido social de 2014. Pero lo impensable hace semanas se convirtió en posible con la brutal ofensiva de Vladimir Putin el 24 de febrero.
Sin embargo, ¿dar a Kiev el estatus oficial de “candidato” a la adhesión es realmente serio, cuando casi una decena de países balcánicos espera hace años una respuesta? En el mundo de antes de la invasión, la guerra era evidentemente un freno al ingreso en la UE. Bruselas exigía como mínimo controlar las propias fronteras, aun cuando estas fueran objeto de un conflicto “congelado”, como en Chipre. Se tomaba el tiempo de evaluar el estado de preparación (unos dos años) y se fijaban criterios obligatorios para obtener el estatus de candidato.
Esta vez, en cuatro meses, la Comisión completó la instrucción en favor de Kiev: la lista de condiciones que acompaña la invitación a la candidatura —lucha contra la corrupción y el blanqueo, control de los oligarcas, independencia de la Justicia y de los medios y protección de los menores— no es suspensiva. Hay solo una advertencia: que el camino será largo.
Porque, es verdad, Ucrania no entrará mañana en el bloque. “El proceso tomará años. Probablemente décadas”, previno el presidente francés, Emmanuel Macron.
En todo caso, la decisión será un excelente bálsamo para el alma de los ucranianos: para su clase dirigente, remarcablemente aguerrida; para sus soldados, que cada día caen en el frente por centenares; para su población y sus millones de refugiados, definitivamente hostiles a toda pertenencia “a la esfera de influencia rusa”.
Reunidos en Versalles a comienzos de marzo, los dirigentes europeos seguían dudando, atónitos ante el retorno de la guerra en Europa. Ahora, que el autócrata del Kremlin ha comparado su reconquista a la del zar Pedro el Grande y se instala la convicción de que el conflicto podría durar años, la hora dejó de prestarse a tergiversaciones frente a Moscú. “El «ni ni» dejó de ser una opción: ¡candidatura sí o sí!”, analiza una fuente europea.
La decisión es obviamente de naturaleza (geo)política, estratégica y moral, como lo admite la mayoría de los dirigentes del bloque. Como sucedió con el llamado “big bang” de 2004, cuando la UE decidió ampliarse a 25 miembros, aprobando la entrada de diez nuevos países. En otras palabras, los criterios estrictos enumerados en los Tratados para pretender golpear a la puerta de la Unión han pasado a segundo plano, aun cuando la Comisión haya mencionado los progresos realizados por Kiev y apueste mucho a la… “reconstrucción” para lograr las reformas necesarias en el país.
En todo caso, a menos de perder toda credibilidad, esos criterios volverán a instalarse sobre la mesa cuando llegue el día de iniciar la verdadera negociación de adhesión. En ese momento, cada etapa deberá ser objeto de un acuerdo unánime de los 27.
“Es justamente en ese punto que la UE podría haber creado falsas esperanzas en cuanto al destino final de Ucrania, cuya mala suerte —aunque para nada improbable— sería la instalación de un conflicto «congelado» de larga duración en buena parte de su territorio”, advierte Jean-Dominique Giuliani, presidente de la Fundación Robert Schuman.
La naturaleza misma de la UE se vería tan radicalmente trastornada por la ampliación de ese peso-pesado europeo de 45 millones de habitantes con infinitos problemas, que muchos insisten en el carácter puramente “simbólico” de este recién asumido compromiso “prenupcial”.
“Llegado el caso, ¿quién de los 27 aceptará esa adhesión? Toda duda es legítima y el despertar podría ser brutal para Kiev. Solo basta preguntarle a los macedonios, cuyo país es candidato desde 2005 y siguen esperando una decisión geoestratégica del bloque”, analiza el diario conservador Le Figaro.
Este jueves, en el primer día de la cumbre de Bruselas, al término de la reunión con los dirigentes de los Balcanes occidentales, la decepción y la irritación de sus dirigentes era visible. “Lindo lugar, gente simpática, bellas palabras… Imaginen cuánto más agradable sería que, a las grandes promesas, siguieran los hechos”, lanzó en un tuit Edi Rama.
Esa reunión debía permitir, en efecto, lanzar oficialmente las negociaciones de adhesión de Macedonia del Norte y de Albania, y reactivar los procesos en curso para otros países de la región —Bosnia, Kosovo, Montenegro y Serbia—, que estacionan en la sala de espera de la UE desde hace 20 años en algunos casos. Pero sus dirigentes partieron con las manos vacías. Nada concreto. Solo la reafirmación de la “perspectiva europea”.
Motivos había, es verdad. Pero basta como ejemplo para imaginar el futuro europeo de Ucrania y Moldavia.
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