La Trump Tower, un elefante blanco en el corazón de Punta del Este
La lenta construcción de la torre de lujo refleja las dificultades que atraviesa la empresa del presidente estadounidense
PUNTA DEL ESTE.- Eric Trump, uno de los hijos del presidente estadounidense, Donald Trump, viajó en enero a Punta del Este, Uruguay. Fue a visitar uno de los más ambiciosos proyectos de desarrollo que la empresa familiar tiene en curso: una torre frente al mar de 25 pisos y 156 departamentos, con canchas de tenis cubiertas, varias piletas y un helipuerto en la terraza. "Es increíble -dijo Eric Trump a los periodistas-. Tenemos el mejor edificio que hay en Punta del Este y en toda América del Sur".
Pero el rascacielos cilíndrico se está convirtiendo en la más reciente debacle del extenso número de propiedades que ostenta la Organización Trump. Si todo sale a la perfección, la Trump Tower Punta del Este estará terminada a fines de 2020, unos cuatro años después de lo previsto. Sin embargo, la gente involucrada en el proyecto no está segura de que se vaya a terminar ni de cuándo sucedería eso.
La construcción avanza a duras penas, en parte debido a que en la actualidad hay en actividad menos de un cuarto de los trabajadores necesarios. También porque la agencia inmobiliaria con sede en Miami que está a cargo de la venta de los departamentos demandó al desarrollador local de Trump. Algunos compradores buscan ahora vender sus unidades, lo cual podría hacer que los precios bajaran justo cuando el proyecto necesita capturar efectivo con la venta de nuevos departamentos. La torre está actualmente deshabitada.
"Claro que no", dijo Richard Sampallo, director del sindicato de la construcción, cuando se le preguntó si el edificio estará terminado para 2020. Al ritmo actual, calcula que se necesitarán otros cuatro años, fecha en la cual se cumpliría casi una década desde el arranque del proyecto.
Como sucede con otros desarrollos internacionales, la Organización Trump no es la que construye en realidad la torre de Punta del Este. Más bien otorgó la licencia que permite el uso del apellido Trump a cambio de una comisión de la venta de cada unidad.
Los problemas de la torre en Uruguay son un reflejo en miniatura de los desafíos que enfrenta la empresa del presidente estadounidense al jugarse su futuro en proyectos fuera de Estados Unidos. En febrero último, la Organización Trump anunció que suspendería todos los proyectos de nuevos hoteles en su país de origen. En consecuencia, la empresa depende más que nunca de proyectos internacionales a largo plazo, como el de Uruguay, o los que tiene en Indonesia y los Emiratos Árabes Unidos. Para una empresa cuyo propietario mayoritario es el presidente de Estados Unidos, esa estrategia de perfil internacional presenta riesgos.
Por ejemplo, según diversas fuentes, una figura clave en la fase inicial del acuerdo para Punta del Este -que al principio también trató de vender departamentos del inmueble- es el actual ministro de Hacienda de Argentina. Ese ministro, Nicolás Dujovne, negoció el año pasado con el Fondo Monetario Internacional (cuyo financiador más importante es el gobierno de Estados Unidos) un rescate crediticio para la Argentina.
Además, algunas de las personas que compraron propiedades enfrentaron problemas jurídicos en sus países de origen, incluyendo acusaciones de evasión fiscal. Según registros inmobiliarios, entre los adquirientes hay al menos veintiuna empresas anónimas registradas en jurisdicciones con ventajas fiscales como Panamá y Belice.
Una parte de las ganancias de cada venta van a la empresa de Trump, que por lo general cobra el cinco por ciento del precio de compra.
Otros desarrolladores internacionales de Trump también se quedaron sin impulso. Un proyecto de hotel y departamentos en Baja California, México, nunca pasó de los cimientos de concreto antes de quedar abandonado en medio de diversas demandas legales.
Otra torre en Bakú, Azerbaiyán, de la que la familia Trump ya se desvinculó, sigue sin abrir después de retrasos en la construcción y sobrecostos. Al menos otros siete proyectos anunciados en otros seis países nunca despegaron.
Los representantes de la Organización Trump y su socio local en Punta del Este, YY Development Group, de Buenos Aires, se negaron a hacer comentarios.
"Es un chiste", dijo Felipe Rozenmuter, quien administra un negocio de instrumentos musicales en la Argentina y tiene un contrato para un departamento en el edificio de Trump. "No hay nadie trabajando ahí. Está todo parado".
La Organización Trump dio a conocer el proyecto en 2012 y anunció que la torre estaría terminada para 2016. Los hijos de Trump Eric e Ivanka viajaron a Punta del Este a principios de 2013 para la ceremonia inaugural del proyecto. Dos años más tarde, Eric retornó para celebrar el comienzo de la obra con una fiesta.
La construcción del inmueble se iba a pagar con plata recaudada en la venta de los departamentos, lo cual significaba que era fundamental para los desarrolladores encontrar compradores rápido. YY Development Group dependía de la marca Trump para promocionar el proyecto; llenó su página web con referencias a la Organización Trump. Luego comenzaron los problemas.
Eric Trump viaja a Uruguay cada año para revisar los progresos de la construcción y ensalzar las virtudes del edificio ante el periodismo. Dio su opinión sobre decisiones de diseño importantes, como la clase de mármol utilizado en los pisos y el tipo de heladeras y la grifería.
Esas terminaciones de lujo fueron caras. La desarrolladora y la agencia inmobiliaria del proyecto empezaron a vender los departamentos a casi 7000 dólares el metro cuadrado, un 30 por ciento más que otras propiedades de lujo contra las que compiten. El precio de venta de algunas unidades superó los dos millones de dólares. Los altos precios desalentaron la demanda.
En enero último, durante su visita a Punta del Este, Eric Trump declaró que alrededor del 82 por ciento de las unidades en la torre estaban vendidas. Pero las ventas solo recaudaron la mitad del dinero que se esperaba, lo que dejó al proyecto en apuros financieros.
Días atrás, algunos obreros salían de la construcción. "Espero que lleve muchos años terminarlo, así no pierdo el trabajo -dijo uno de ellos en broma. "De hecho, no estoy seguro de que lo vayan a terminar -dijo otro-. La situación está bastante mal".
Aunque la estructura de concreto del rascacielos quedó casi terminada en 2017, el resto de la construcción avanza con lentitud extrema. Un solo electricista está a cargo de todo el trabajo eléctrico. A la fachada del edificio todavía le faltan ventanas en los últimos siete pisos. Una de las piletas planeadas sigue siendo un agujero a medio hacer en el suelo. Un enorme logo de Trump en la fachada del edificio que da a la playa empieza a oxidarse.
Jesse Drucker y Manuela Andreoni
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