NUEVA YORK.- El silencio se vuelve ensordecedor, sólo interrumpido por sirenas de ambulancias y el matutino canto de pájaros que reciben la primavera. Nueva York bien podría ser una escena de película postapocalíptica.
En el balcón de un segundo piso por la escalera de incendios, un hombre prende un cigarrillo y mira hacia abajo. Donde hace días se veían pasar autos, peatones y hasta buses repletos de emocionados turistas, solo queda el negro asfalto. El hombre larga el humo y vuelve a entrar a su departamento resignado.
La Gran Manzana ha sido desde hace décadas parte de un sueño colectivo. Su encanto encierra a su arquitectura ecléctica y a sus vecinos que, cargados de histrionismo, son el condimento clave en la identidad de esta ciudad.
Con la llegada del coronavirus,la vida cambió en cuestión de días. Todos los lugares que hacen de Nueva York un punto icónico en el mundo están cerrados y apagados. Teatros, museos y estadios se convirtieron en recuerdos de mejores tiempos. El gobernador de Nueva York Andrew Cuomo anunció que el estado seguirá "en pausa" hasta el próximo 15 de abril. Es muy probable que sea mucho más tiempo.
Broadway, la calle que atraviesa Manhattan casi de punta a punta, está desolada. Con tiendas cerradas y restaurantes con sus sillas invertidas sobre mesas que ahora sólo acumulan polvo, queda a la espera del regreso de miles de personas que ansiosas caminan por sus baldosas.
En Nueva York , una ciudad que tiene a más de 8.6 millones de habitantes, casi nada es igual. Pese a que la orden del gobierno ha sido quedarse en casa (y en la Gran Manzana muchas de esas casas son sólo un puñado de metros cuadrados), todavía se permite la libre circulación para hacer compras de supermercado y tener unos minutos de actividad física, siempre respetando el distanciamiento social de dos metros.
Times Square, el Vessel, el parque High Line y el Empire State resultan irreconocibles. Lugares donde la gente se apiñaba como hormigas hoy quedaron vacíos como nunca antes. Museos -como el Metropolitan Museum de Nueva York y el Museum of Modern Art (MoMA)- y centros culturales mantienen sus puertas cerradas. Los shows de Broadway y los espectáculos deportivos están cancelados. Se estima, incluso, que el Madison Square Garden y el Barclays Center permanezcan clausurados por varios meses.
"Esperamos volver pronto. Por favor, esté bien, esté seguro, esté fuerte". El mensaje impreso en una hoja A4 y pegado en la puerta de vidrio de una tienda en Morningside Heights emociona a los vecinos. Son varios los locales en la zona que replican textos parecidos. Es que la crisis golpeó muy duro a los pequeños comercios.
En las últimas semanas, todos los empleos que habían sido generados durante la administración del presidente Donald Trump fueron destruidos por el coronavirus. En 14 días, diez millones de personas aplicaron al seguro de desempleo y se anticipa que en los próximos días sean aún más los que se inscriban.
El virus, imparable
Según las últimas cifras oficiales, el estado de Nueva York presenta más de 138 mil casos, de los cuales más de 72 mil pertenecen a la ciudad. Y las personas fallecidas son al menos 5400. Estados Unidos se convirtió es el país con más afectados en el mundo y Nueva York parece ser el epicentro del espanto.
El gobierno local tuvo que recurrir a la compra de camiones frigoríficos para almacenar los cuerpos de las personas fallecidas que ya no entran en las morgues. El Hospital Elmhurst, en Queens, y el Centro Hospitalario de Brooklyn -dos grandes focos de atención- son dos espacios que tienen estacionados los enormes trailers en sus alrededores.
A las 19, todos los días, se realiza un reconocimiento a los héroes que batallan contra el virus -muchas veces con escasos recursos- desde el frente más abrumador: los hospitales. Médicos, enfermeros, paramédicos y todos los trabajadores del universo sanitario son homenajeados con gritos y aplausos desde pequeñas ventanas o grandes balcones de Nueva York.
Los profesionales de la salud dejan sudor y lágrimas en esta guerra con enemigo invisible en jornadas que se han extendido como nunca. Aunque no se llegó al pico de casos en Nueva York , los hospitales comienzan a desbordar.
Los trabajadores de la salud encuentran en las redes sociales un canal para denunciar las terribles situaciones a las que se enfrentan y piden auxilio con hilos de voz quebrada. Ya hay enfermeros fallecidos a causa del virus. Los médicos también caen contagiados y el temor al avance de esta situación aumenta.
En este contexto, para acelerar los testeos y disminuir la exposición del personal de la salud a posibles contagios, autoridades gubernamentales ordenaron la instalación de puestos de drive-thru para la realización de exámenes. En la vida diaria previa a la pandemia, un cliente podía comprar comida rápida por la ventanilla del auto, ahora puede acceder a un test de coronavirus.
La universidad de Lehman y el estacionamiento de un cine, en Bronx. Una playa, en Staten Island. Coney Island, en Brooklyn. Esos son algunos de los lugares que fueron elegidos para montar estos puestos que permiten realizar testeos de manera expeditiva y con menos exposición. Sin embargo, los únicos que pueden acercarse son quienes tengan la orden de un médico y un turno previamente programado.
En el puerto de Manhattan, donde decenas de cruceros entraban y salían a diario con miles de turistas ansiosos por conocer la ciudad, hoy está anclado un recuerdo que lleva a los ciudadanos al trágico 11 de septiembre: el USNS Comfort. El barco hospitalario, que tiene una capacidad máxima 1000 camas y 12 quirófanos, arribó para intentar descomprimir el trabajo en los hospitales. La última vez que el navío estuvo en Nueva York fue para asistir a miles de personas tras el ataque a las Torres Gemelas en 2001. Cientos de vecinos se acercaron y se emocionaron detrás de las rejas mientras observaban al gigante blanco sobre el agua.
Hospitales de emergencia, a cada paso
El Central Park, el pulmón verde de la ciudad que hoy florece con la llegada de la primavera, también se convirtió en un escenario de la batalla. A metros de la Quinta Avenida, en el coqueto Upper East Side, unas enormes seis carpas se alzan sobre el fresco pasto. En asociación con la red de hospitales Mount Sinai, Samaritan’s Purse (una organización de alivio internacional que lidia con guerras, desastres naturales y epidemias) montó un hospital de campaña para recibir a 68 pacientes con coronavirus. Todos los alrededores quedaron cercados por la policía local, que controla que ningún paciente ingrese a menos que llegue en una ambulancia.
A metros, Max Crespo, dueño de Neapolitan Express -una empresa gastronómica que ofrece pizzas-, instaló un food truck para todos los trabajadores de la salud. "Le damos de comer a todos los héroes y lo haremos todo el tiempo que haga falta", indica en diálogo con LA NACION.
"En este momento uno no puede pensar en vender. Ellos dan todo por nosotros y esto es lo mínimo que puedo hacer", cuenta. Y añade que también instalará estos puestos en la puerta de Javits Center, otro lugar que fue convertido en hospital de emergencia por la crisis.
Con más de 2500 camas a disposición, el centro de convenciones que todos los años celebra el Comic-Con en Nueva York, hoy es un hospital administrado por la armada estadounidense para pacientes con Covid-19. La terminal de cruceros en Brooklyn, el estadio Arthur Ashe en Queens, el Centro de Exposiciones de Nueva York en Bronx y la Universidad de Staten Island son algunos de los puntos de la ciudad que se transformaron en hospitales de emergencia.
Y es que si las proyecciones gubernamentales son correctas, el estado de Nueva York necesita incrementar sus 53 mil camas a un total de 140 mil. No hay tiempo: hay que llegar a fines de abril con el sistema sanitario preparado para no ver gente perder la vida por saturación en los hospitales.
Hoteles de lujo que año a año reciben a personalidades y figuras de todo el mundo se reconvirtieron. El mítico Four Seasons de Manhattan, donde una noche puede costar en promedio unos mil dólares, hoy recibe gratis a personal médico que quiera descansar y preservar a su familia de posibles contagios.
En los últimos días, al menos veinte hoteles cerraron contratos con el gobierno de Nueva York para convertirse en salas hospitalarias. Mitchell Kats, CEO de NYC Health + Hospitals, dijo a medios locales que se trabaja para acondicionar los pisos de habitaciones en alas de hospitales: se construirán estaciones de enfermería y equiparán grandes salas para alojar pacientes que necesiten atención médica.
En el Bronx, el distrito más pobre de Nueva York, muchos no pueden darse el lujo de cumplir el aislamiento: deben salir a trabajar para mantener a sus familias. La pandemia generó que el nivel de usuarios del subte cayera en un 87%, pero estos vecinos se enfrentan a la posibilidad de contagiarse al subir a esos vagones.
En las líneas de metro cercanas a los hogares con mayores ingresos, cayó sustancialmente el flujo de personas, mientras que en las zonas más carenciadas el número se mantiene bastante alto. En la estación de la línea 4 en la avenida Burnside, en el Bronx, los vecinos todavía se aglomeran por las mañanas. Antes de la salida del sol, esperan el metro que los llevará a los sitios de construcción, principalmente en Manhattan, donde trabajan pese al avance del virus.
El gobierno local anunció que los medios de transporte podrían tener modificaciones en sus frecuencias, pero que no cerrarán para mantener disponible el traslado de los trabajadores a los distintos puntos de la ciudad.
El humor de los locales fluctuó con el paso de los días. Lo que hace unas semanas se vivió con escepticismo, hoy se teme y se respeta. Los pocos que circulan, lo hacen con barbijos y guantes quirúrgicos, y quienes no han tenido la suerte de conseguirlos, acuden a máscaras improvisadas con pañuelos o bufandas. La cobertura de la nariz y boca con algún tipo de protección llegó como recomendación del alcalde de la ciudad Bill de Blasio.
Quedan al menos cuatro semanas más hasta que el pico de casos llegue a Nueva York. Por ahora, a los ciudadanos sólo les queda esperar y permanecer en casa para evitar que la ola de contagios haga colapsar el sistema de salud. Queda esperar, también, que Nueva York vuelva a despertar de otra pesadilla.
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