La toxicidad política de Brasil mancha un ícono nacional: la camiseta verdeamarela del seleccionado
Apropiada durante la campaña presidencial por los seguidores de Jair Bolsonaro, los partidarios progresistas de Lula da Silva buscan recuperar uno de los símbolos de la identidad del país, mientras se disputa el Mundial de Qatar
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RÍO DE JANEIRO.– El bar de Omar Monteiro Jr. en las laderas que rodean Río de Janeiro, a apenas 10 minutos en auto de esa catedral del fútbol que es el estadio Maracaná, es el lugar favorito de los progresistas brasileros. En sus paredes puede verse un favorecedor mural del presidente electo, Luis Inacio Lula da Silva, pero lo que no está es el reconocible uniforme del deporte nacional: la camiseta verdeamarela de la selección brasilera de fútbol.
Si bien Brasil arranca este jueves en el Mundial de Qatar como uno de los favoritos –y busca alcanzar el récord de seis copas del mundo, motivo suficiente para la alegría en la nación más grande de América Latina–, el país sigue sumido en la grieta, tras las ásperas elecciones presidenciales del mes pasado. Y esa grieta también está rasgando la tela de la “canarinha”, una camiseta que ya fue cooptada antes y después de la campaña electoral por los partidarios del candidato perdedor, el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.
Los acampes que realizan en todo Brasil los seguidores del mandatario saliente en protesta por la victoria de Lula son un mar verde y amarillo. Y muchos brasileros consideran que la adopción de esos colores por parte de los bolsonaristas está manchando una camiseta que hicieron famosa varias generaciones de grandes y talentosos cultores del “jogo bonito”, desde Pelé hasta Ronaldinho.
“Yo tenía una camisa amarilla que me gustaba mucho usar, pero ahora es muy difícil”, dice Monteiro, propietario del bar. “Se apropiaron de la camiseta, se robaron los colores, y ahora es difícil usarla, porque se convirtió en un símbolo de la ultraderecha brasilera”.
Para un país del tamaño de un continente y enloquecido por el fútbol que normalmente debería compartir el sueño compartido del hexacampeonato del mundo, la Copa entraña un profundo cuestionamiento personal: ¿el desempeño del seleccionado servirá para sanar al país, o será la confirmación de que esta era de toxicidad política, con sus virulentos agravios personales, violencia entre votantes y acusaciones infundadas de fraude electoral, dejará una herida abierta en el país?
El seleccionado brasileño, usualmente un ícono de orgullo nacional, ya se ha convertido en un microcosmos de la polarización política del país. Varios jugadores apoyaron, al menos tácitamente, a Bolsonaro, y el respaldo más claro fue de la máxima estrella del equipo: Neymar. El célebre delantero posteó un video en TikTok donde aparece cantando el eslogan de campaña de Bolsonaro y se sumó una transmisión en vivo del todavía presidente, a quien Neymar también ha prometido dedicarle un gol en la Copa del Mundo.
Por su parte, el entrenador de la escuadra nacional, Adenor Leonardo “Tite” Bacchi, lamentó que la política se haya colado en los asuntos del equipo. Tite ya anunció que si Brasil, país con la mayor cantidad de copas del mundo (cinco), volviera a alzarse con el título, él romperá con una tradición que viene desde 1950 y no asistirá a la usual visita del equipo al presidente en funciones, ya se trate de Bolsonaro, en diciembre, o Lula en enero (asume el 1). Y cuando el diario O Globo le preguntó sobre el tira y afloja de la opinión pública brasileña por la camiseta del seleccionado, dijo que no pensaba meterse en una guerra ideológica: “Esa no es mi guerra, es la de ellos.”
El actual estado de ánimo nacional contrasta marcadamente con el electrizante carnaval que recorrió la nación en 2002, cuando los brasileños alentaban al unísono mientras a su equipo, que rugía imparable hacia un quinto título en la Copa del Mundo de Japón y Corea del Sur. Hoy, a raíz de una elección que según los partidarios de Bolsonaro fue robada, algunos han lanzado un boicot contra las empresas de izquierda, y algunos bolsonaristas han sugerido que los progresistas deberían adornar sus negocios con la estrella roja del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, para que los clientes puedan identificar su filiación política, una idea que algunos progresistas comparan con las estrellas de David amarillas pintadas en los negocios judíos durante el ascenso de los nazis en Alemania.
Impacto
La propietaria de un café en Goiânia dice que su negocio fue agregado a la lista del boicot. La mujer, que habló bajo condición de anonimato por temor a represalias, dice que su clientela habitual es mayormente progresista, y eso limita un poco el impacto del boicot en su negocio. Pero agrega que ahora tiene miedo, porque ha recibido ataques de los partidarios de Bolsonaro en las redes sociales, donde exponen sus puntos de vista políticos junto con fotos familiares privadas, tomadas de su cuenta de Instagram. También escriben reseñas negativas de su café en Google. “Y es probable que esos ataques estén surtiendo efecto, porque estoy pensando seriamente en no hablar más de política”, reconoce la mujer.
La camiseta verdeamarela es omnipresente entre los miles de simpatizantes de Bolsonaro que protestan contra los resultados de las elecciones en el Centro de Comando Militar del Sudeste de Brasil en San Pablo. Algunos de los manifestantes reclaman la intervención militar para mantener al presidente en el cargo, y entre la multitud hay vendedores de pochoclo en envoltorios verdes y amarillos con el logo de la Copa.
Luiz Cláudio Pereira, un empresario pyme jubilado, es uno de los muchos que viste la camiseta del seleccionado frente a la base militar de San Pablo. Pereira es partidario de Bolsonaro y dice que la camiseta es más un símbolo de nacionalismo que de deporte. “Para mí, esta camiseta representa a Brasil, no a la selección”, señala.
Pereira dice que los partidarios de Lula rechazan la camiseta porque no tienen orgullo nacional. “Creo que es una falta de patriotismo”, dispara. “No la usan por eso, y no porque sea un símbolo de Bolsonaro”.
Para el autor y analista político Marcos Nobre, la división de la sociedad brasilera llegó para quedarse, “y por supuesto que no va a desaparecer por la Copa del Mundo”, señala.
“La izquierda está librando una batalla para recuperar la camiseta nacional para el progresismo, y tal vez tengan éxito, pero después de esto, la mirada de la gente sobre la camiseta nacional ya nunca será igual que antes”, indica Nobre.
Anthony Faiola y Grabriela Sá Pessoa
Traducción de Jaime Arrambide
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