La teatralidad de la captura de “el Chapo” no tapó otras miserias
Una mezcla de júbilo, incredulidad y desencanto refleja la división del país
CIUDAD DE MÉXICO.– Determinar lo que realmente significa Joaquín Guzmán Loera, el despiadado y festejado narcotraficante mexicano conocido como "el Chapo", sigue siendo una constante batalla entre la tragedia y la farsa.
Apenas el gobierno logró recapturar al fugitivo jefe del crimen organizado, cuya brutalidad y capacidad de corromper a funcionarios públicos lo mantuvieron en libertad durante años, el circo se desató de inmediato, con la revelación de que mientras estaba prófugo le había concedido una entrevista al actor Sean Penn y de que planeaba hacer una película sobre su vida.
La compleja mezcla de júbilo, incredulidad y desencanto que ha generado su captura es fiel reflejo de las divisiones que existen entre los propios mexicanos.
Para muchos, pareció ser una nueva confirmación de su escepticismo frente al gobierno y su capacidad de combatir a los narcos.
La desazón encontró su vía de expresión en el humor, y las redes sociales estallaron con chistes sobre la captura y sobre la entrevista, incluyendo un hashtag despectivo que hispanizaba el nombre de Penn.
Pero el mayoritario apoyo a la extradición de Guzmán a Estados Unidos, tras años de resistencia del gobierno mexicano, fue también una confirmación de que la corrupción y debilidad del gobierno siguen a la cabeza de las preocupaciones de la opinión pública.
"La historia de la entrevista de Sean Penn atrae la atención de los más frívolos", dice Enrique Krauze, historiador mexicano.
"Ya tenemos a «el Chapo», pero el tema de fondo es qué pasa con los otros protagonistas de la impunidad y la violencia en México, con los políticos y las fuerzas policiales que son sus socios y aliados desde hace décadas", agrega Krauze.
En medio de la ola de fascinación y de caos que suscitó la captura de Guzmán, el gobierno mexicano ha tenido problemas para reafirmar su autoridad. El relato oficial tiene varios puntos oscuros. Y han surgido informes contradictorios sobre quién sabía qué y cuándo, así como sobre la información de inteligencia que condujo a su captura.
Ahora que Guzmán está de nuevo en la misma cárcel de la que escapó en julio pasado, el gobierno emitió un comunicado en el que afirma que esta vez sí estará bien custodiado.
Algunos datos periodísticos señalan que Sean Penn y Kate del Castillo, la actriz que ayudó a orquestar la entrevista, estaban siendo investigados, pero se desconocen los detalles.
La faceta periodística de Penn ha generado resentimiento entre quienes no olvidan la cantidad de reporteros que han perdido la vida cubriendo noticias sobre el narcotráfico. Para algunos, el relato de Penn se parece menos a periodismo que a fabricación de un mito, una especie de extensión de la máquina hollywoodense a la que Guzmán parecía deseoso de subirse.
Tanto la captura de "el Chapo" como la publicación de la entrevista alimentan la persistente imagen internacional de México como un país irremediablemente atrapado en la viciosa marea del narcotráfico. Los amos de la droga, con sus ingentes recursos, sus egos y sus apodos pegadizos, siempre logran fascinar al mundo.
La teatralidad de la captura también sirve para distraer de los problemas reales y persistentes de la nación. Los analistas se preguntan cómo un gobierno que logró cazar a "el Chapo" no es capaz de localizar a los 43 estudiantes que desaparecieron en el estado de Guerrero o por qué no logra contener la devaluación del peso mexicano, que el año pasado cayó casi un 20 por ciento frente al dólar.
Y por más que muchos mexicanos preferirían desentenderse del destino de "el Chapo" y lo que representa, les resulta imposible: son demasiados los que siguen considerándolo un personaje fascinante.
Son muchos los mexicanos que sienten que el gobierno es una institución poco confiable, y son ellos los que celebran cada vez que Guzmán se sale con la suya. Como en todas partes, a la gente le encantan los forajidos. Y en ese sentido, Guzmán rezuma encantos.
Pero también le ha dado a México muchas razones de temor. "De las 120.000 personas muertas en la última década, la mitad es resultado de las guerras abiertas por el cartel de Sinaloa", dijo Héctor de Mauleon, periodista y escritor mexicano.
Más allá del número de muertos, los carteles ejercen un poder de corrupción que ejerce su control sobre todos los niveles de gobierno. Pero a diferencia del gobierno, que cambia de mano y de actores regularmente, los carteles son mucho más estables y permanentes, señala Mauleon.
Ante esta realidad, muchos mexicanos parecen haber encontrado en el humor negro una forma de desahogar su frustración. Y esa reacción fue más que evidente en las redes sociales: minutos después de la captura, las memes empezaron a brotar.
En una de ellas podía verse a dos figuras rígidas escoltando a una tercera, como imagen del arresto. Y el sábado por la noche, poco después de publicarse la entrevista de Sean Penn, los mexicanos se despacharon con el hashtag #NoSeanPenndejos, una clara burla para el actor.
"No es posible entender a los mexicanos sin entender ese humor fatalista", dice Jennifer Clement, novelista y presidenta de PEN International, que se crió en México. "Si podés reírte de lo que te duele, te empieza a doler menos."
Traducción de Jaime Arrambide