La sucesión saudita, señal de cambio en los intereses de Riad
La designación del príncipe Mohammed tras la muerte de Abdullah prevé un eventual giro en la política exterior, aunque pocos dentro del reino
RIAD.- En marzo pasado, el príncipe Mohammed bin Nayef, ministro del Interior de Arabia Saudita, llegó al encuentro de jefes de seguridad del mundo árabe que se realizaba en Marrakech, Marruecos, con un llamado a las armas: ya era hora, dijo, de realizar una ofensiva mancomunada para erradicar a los Hermanos Musulmanes.
Varios se asombraron de su atrevimiento. Los islamistas al estilo de los Hermanos Musulmanes son aceptados como parte de la política en la mayor parte del mundo árabe, como Túnez, Libia, Jordania, Kuwait, Bahrein y el propio Marruecos, por no hablar de la cálida bienvenida que recibieron en Qatar.
Pero esa dureza hacia quienes percibe como enemigos de su dinastía familiar es característica de Mohammed, un jugador clave dentro del liderazgo usualmente opaco de un reino donde hace una semana fue nombrado vicepríncipe heredero, segundo en la línea de sucesión al trono. Los analistas y diplomáticos dicen que es la encarnación del giro de Arabia Saudita hacia una política exterior más enérgica, que apuntala a sus aliados y desmantela a quienes percibe como enemigos. Dentro del reino, Mohammed impulsó la derrota de redes extremistas y el castigo a los disidentes.
Su ascenso es una señal de la visión a largo plazo de los líderes sauditas para su Estado y su región, y llega en un momento de renovadas tensiones entre Washington y Riad. No queda claro si será menos hostil respecto de las actuales negociaciones entre la Casa Blanca y Teherán por el programa nuclear iraní, o respecto de las señales de que el gobierno norteamericano ya no parece estar impulsando el derrocamiento del líder sirio, Bashar al-Assad.
La prioridad en materia de seguridad del príncipe, enfocada en preservar la estabilidad y silenciar a la oposición política, le valió críticas de grupos de derechos humanos y suele ser citada como uno de los motivos que llevan a muchos a apoyar a los grupos más radicales.
Como ministro del Interior, el príncipe tiene dentro de su órbita un amplio abanico de fuerzas de seguridad, protege la vital infraestructura petrolera y está al mando de la red de inteligencia, que le informa sobre los secretos del reino.
Mohammed trabaja estrechamente con la inteligencia norteamericana, y sus lazos con la Casa Blanca son tan estrechos que ya se reunió dos veces con Barack Obama. "Es el más fuerte de los príncipes", dijo Bernard Haykel, profesor de la Universidad Princeton. "Es el tipo más poderoso del sistema. Todo gira en torno a él."
Salman, de 79 años y medio hermano menor del rey Abdullah, que murió la semana pasada, era el sucesor al trono desde hace mucho tiempo. Y al igual que esos dos hombres, el nuevo príncipe heredero, Muqrin, de 69 años, es también hijo del fundador del país.
Pero Mohammed, de 55 años, es el primero de los nietos del fundador en ser nombrado heredero, y su coronación lo convertiría en el primero de su generación en conducir el reino. Muchos tomaron su designación como un intento de subrayar la estabilidad de la dinastía, dejando ya establecido el linaje gobernante para las décadas por venir.
Pero a diferencia de la generación anterior, compuesta de una decena de hombres, se estima que en la corte de Mohammed hay unos 600 príncipes, y algunos analistas sugieren que su selección podría fastidiar a primos o tíos desplazados.
Si bien cualquiera de los dos próximos reyes técnicamente podría nombrar a otro sucesor, muchos de quienes conocen a Mohammed dicen que se ha destacado por su vocación de trabajo y su integridad.
Debido a su formación occidental, se cree que Mohammed favorece la liberalización en temas de educación y de oportunidades para las mujeres. Pero los expertos afirman que al hacer de la seguridad su prioridad es improbable que impulse cambios que puedan hacer peligrar la legitimidad de su familia como guardiana de la versión ultraconservadora del islam.
Mohammed es un jefe de seguridad de segunda generación, hijo del ex ministro del Interior, el príncipe Nayef bin Abdulaziz. Como viceministro de su padre, se atribuye a Mohammed haber ayudado a proteger al reino de Al-Qaeda. "Los terroristas se robaron lo más preciado que tenemos", le dijo Mohammed a Richard Holbrooke, ex embajador ante Naciones Unidas, en 2008. "Se robaron nuestra fe y a nuestros hijos, y los usaron para atacarnos."
Pero esa fijación con la seguridad también incluye la represión de cualquier disenso. Adam Coogle, de Human Rights Watch, dijo que si bien la aplicación de la ley durante el ministerio del padre de Mohammed solía ser arbitraria, el príncipe profesionalizó y formalizó a las fuerzas de seguridad. "Los resultados concretos para la gente son peores -dijo Coogle-. Es el arquitecto de la represión y el encarcelamiento de activistas."
En 2009, Mohammed recibió heridas menores cuando un militante se acercó a su palacio reclamando reformas e hizo explotar una bomba que tenía pegada a su cuerpo. Mohammed le había pedido a sus guardias que no registraran al hombre para no humillarlo.
"Un gesto que revela que este hombre no delega sus responsabilidades en sus asistentes", dijo un investigador del Centro de Estudios del Golfo.
Traducción de Jaime Arrambide
Ben Hubbard y D. Kirkpatrick
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