La salida traumática británica llega en mal momento para la UE
LONDRES.- Para una economía de gran magnitud, el mejor momento para caer en una confusa incertidumbre sobre las reglas del comercio es nunca. Y para la Unión Europea (UE), que ahora enfrenta la perspectiva de que Gran Bretaña salga de sus filas sin acuerdo y desate un probable caos, este momento es particularmente inoportuno.
Alemania, la mayor economía de Europa, orilla la recesión al ritmo de la caída de las órdenes de compra de las fábricas. Italia se debilita en medio de turbulencias políticas que han desalentado la inversión.
El resto de Europa sigue creciendo a un ritmo saludable, pero Italia y Alemania por sí solas representan el 40% de la producción económica anual de la eurozona, ese conjunto de 19 países que comparten el euro como moneda.
Sobre ese telón de fondo, el primer ministro británico, Boris Johnson, intensifica sus preparativos para arrancar a su país de la UE a fines de octubre y sin un acuerdo que regule las futuras relaciones con el bloque.
Las consecuencias son desde hace meses motivo de ansiedad a ambos lados del Canal de la Mancha, con predicciones de parálisis y embotellamientos en los puertos, confusión sobre los procedimientos aduaneros y un descalabro generalizado en negocios. Ahora, de no mediar una intervención de emergencia del Parlamento británico, todo eso está a punto de hacerse realidad.
Para los europeos, llegar tan debilitados al precipicio del Brexit no era parte del plan.
Fuera de cálculo
Hace apenas dos años, la economía de Europa crecía a mayor ritmo que nunca desde la crisis financiera global de una década antes. Los líderes europeos suponían que podrían negociar duramente con Gran Bretaña los términos del acuerdo de divorcio. Si Gran Bretaña cumplía su amenaza de salirse sin acuerdo, el comercio europeo seguramente se resentiría, pero la UE calculaba que su economía sería lo suficientemente sólida como para capear el caos resultante.
"Existía la idea de que la UE podía resistir un Brexit duro, que sería perjudicial pero manejable", dice Ángel Talavera, economista en jefe para la eurozona del instituto de investigaciones Oxford Economics, de Londres. "Pero ahora existe una creciente preocupación por el significativo debilitamiento de la eurozona, y se teme que un Brexit duro empuje al bloque a una recesión".
No por eso Europa modificará sus cálculos políticos de cara a su negociación con Gran Bretaña. Desde el referéndum de junio de 2016, que puso en marcha el Brexit, Europa ha mostrado una unidad inquebrantable en sus negociaciones con los interlocutores británicos.
Según los analistas, tras tres años de feroz politiquería en Londres y sin que exista el menor asomo de claridad sobre la posición nacional de Gran Bretaña sobre el Brexit, no será la perspectiva de una recesión lo que impulse a los europeos a mostrarse blandos y someterse a las demandas británicas.
"Más bien todo lo contrario", dice Christian Odendahl, economista del Centro para la Reforma Europea, con sede en Berlín. "De hecho, hay un ligero endurecimiento, una tendencia entre los alemanes a decir: por lo menos terminemos con esta incertidumbre y dejemos que los ingleses sigan su camino".
Los líderes europeos se han negado a satisfacer a Londres en su exigencia de introducir modificaciones en el acuerdo alcanzado en noviembre por la exprimera ministra británica Theresa May. Según ese acuerdo, Gran Bretaña daba por concluida su participación en el mercado unificado del bloque, pero seguía adhiriendo a las leyes fundamentales de Europa.
Descontentos por igual
En Gran Bretaña, el acuerdo no dejaba contento a nadie de ningún bando. Los que se oponen al Brexit decían que era históricamente regresivo, ya que sacaba al país del proyecto colectivo europeo y al mismo tiempo ponía en peligro el acceso a ese mercado, destino de casi la mitad de las exportaciones británicas. Y quienes apoyan el Brexit atacaron el acuerdo como una afrenta humillante a la soberanía británica.
Johnson llegó al poder con la promesa de obligar a los europeos a reabrir las negociaciones, especialmente en lo relacionado con la manzana de la discordia, la así llamada "red de seguridad" irlandesa, que conservaría la unión aduanera entre Gran Bretaña y Europa para evitar conflictos entre las dos Irlandas.
Esa previsión fue pergeñada para evitar la reimposición de una frontera dura entre Irlanda del Norte -parte del Reino Unido- y la República de Irlanda, país independiente y miembro de la UE.
Los líderes europeos se han negado férreamente a reabrir el acuerdo. Insisten en que la red de contención es necesaria para garantizar que Irlanda no quede dividida geográficamente una vez más, lo que podría reavivar las luctuosas divisiones que imperaron en la isla antes de la firma del tratado de paz de hace dos décadas.
Pero Johnson ha advertido que si no logra forzar algún cambio, dejará que pase el plazo del 31 de octubre y que su país se caiga de la UE.
La semana pasada, esa fecha límite volvió a ocupar el centro de la escena cuando Johnson hizo una jugada sorpresiva y se aseguró el apoyo de la reina Isabel II para suspender el Parlamento durante cinco semanas, limitando así las posibilidades de sus adversarios políticos de aprobar alguna ley que obstaculice sus planes.
Los problemas en la economía global hacen que Europa sea cada vez más vulnerable a las consecuencias de un Brexit duro.
"Para la UE, el Brexit es como una práctica de trabajo en equipo", dice Mujtaba Rahman, director ejecutivo Eurasia Group. "En muchos otros temas están totalmente divididos, como qué hacer con China, cómo manejarse con Trump o las provisiones que sostienen a la eurozona. Entonces necesitan el Brexit como ejercicio para mantenerse unidos. El Brexit termina siendo algo que los hace sentir más satisfechos con ellos mismos".
Traducción de Jaime Arrambide