La salida griega del euro, un dilema con mucha historia
El eventual regreso al viejo dracma cuenta con varios antecedentes en todo el mundo
FLORENCIA.- La decisión de suspender a Grecia de la moneda común europea se hizo inevitable cuando salió a la superficie que, sumida en una debilidad económica crónica , Atenas había manipulado una vez más su contabilidad, perdiendo derecho a la poca credibilidad que le quedaba en la arena internacional.
Eso ocurrió en 1908.
Después de fundir el contenido en oro de sus monedas, Grecia abandonó la Unión Monetaria Latina, cuyos miembros fundadores incluían a Francia, Italia, Bélgica y Suiza. Casi un siglo después, la historia se repite, más allá de las abismales diferencias coyunturales.
Desde la economía de doble moneda del siglo XIV en Florencia hasta la unidad monetaria del imperio austrohúngaro y el abandono de la convertibilidad en la Argentina, el pasado está plagado de ejemplos de países que sopesaron costos y beneficios de los regímenes monetarios.
Si Grecia logra atravesar su crisis política y permanece en la eurozona , un caso de estudio aplicable es el de la reunificación alemana, que sugiere que el reajuste podría llevar décadas, y no años, con emigraciones masivas, miles de millones de euros más en concepto de transferencias fiscales y el auge de partidos políticos extremistas, tanto en Grecia como en los países que tendrán que hacerse cargo de su deuda.
Como en el caso de Alemania Oriental, Grecia sufre una paralizante falta de competitividad y está atada al euro. Los alemanes del Este quedaban fuera del mercado laboral porque el valor del marco alemán reflejaba niveles de productividad occidentales, y no orientales. Durante los cinco primeros años de la reunificación, en 1990, cerraron sus puertas alrededor de 14.000 empresas y perdieron sus empleos alrededor de cuatro millones de personas.
"Si Europa hiciera por Grecia y, eventualmente, por otros países periféricos lo que hizo Alemania Occidental por Alemania Oriental, los costos serían enormes, política y económicamente", dijo un alto diplomático europeo, que prefirió mantener su anonimato debido a la sensibilidad del tema.
Pero si Europa no lo hace y Grecia abandona la eurozona, agregó el diplomático, el costo podría ser todavía mayor. En el pasado, la caída de los regímenes monetarios condujo a transiciones caóticas, fuga de capitales, emigraciones y diversos grados de default.
En la Grecia de la actualidad, en cambio, gran parte de la reconversión al dracma, la moneda nacional, se realizaría electrónicamente, durante un feriado bancario que congelaría temporariamente las transferencias en línea de un país a otro. Pero de todos modos habría que cerrar las fronteras, para impedir que la gente saque euros del país una vez ocurrida la devaluación, una situación que sería incómoda en la Europa de la posguerra.
Casi de inmediato se produciría entonces un default masivo de la deuda pública y privada de Grecia: el valor de las obligaciones griegas aumentaría exponencialmente de la noche a la mañana, ya que la nueva moneda se comercializaría entre un 50 y un 80 por ciento por debajo del euro, afirman economistas.
La enseñanza que dejó el abandono del patrón oro por parte de Estados Unidos en 1933 y el abandono del anclaje al dólar de la Argentina en 2001 -según Nouriel Roubini, profesor de economía de la Universidad de Nueva York- es que las deudas en euros de Grecia tendrían que ser "dracmatizadas".
Después de devaluar un 69% el dólar, el Congreso norteamericano votó una ley que invalidaba cualquier promesa de pago que tomara como referencia el patrón oro.
En tanto, la Argentina pesificó no sólo las deudas del gobierno, sino también las de bancos y empresas, declarando -en los hechos- un default del sector privado, sin lo cual gran parte de la economía habría caído en bancarrota.
Lección argentina
Otra lección del caso argentino, dice Simon Johnson, profesor de economía del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), es que si uno planea abandonar un régimen monetario es mejor hacerlo cuanto antes, porque los costos seguramente no harán más que aumentar.
"El caso argentino demuestra que años y años de austeridad son inútiles: no hacen más que destruir empresas y generar un efecto político de rebote", dijo Johnson, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El crecimiento de la Argentina finalmente repuntó, ayudado por el incremento de las exportaciones.
"Cuando uno cambia el valor de su moneda, es increíble la cantidad que puede vender", señaló Johnson, y agregó que incluso Grecia, que no cuenta con industrias de exportaciones competitivas, podría sorprender a los escépticos una vez que la devaluación haya avanzado. "Cuanto menos valgan, más van a exportar", añadió.
Lo imponderable, y en ese caso la historia no ofrece ninguna guía -dice Barry Eichengreen, profesor de economía de la Universidad de California, en Berkeley-, es que la Europa moderna y el sistema financiero interconectado podrían tambalear por el contagio del default griego.
Mientras el resto del mundo trata de dilucidar si el futuro de Grecia se medirá en euros o en dracmas, tal vez la respuesta sea que en ambos, al menos por un tiempo, según el historiador político Harold James, de la Universidad de Princeton.
"La solución de una moneda paralela que no implique abandonar del todo el euro sería una salida menos radical, que podría traer algo de flexibilidad al sistema", dijo James.
Johnson señaló, por su parte, que a la hora de evaluar las posibilidades de Europa de mantener su moneda única en el largo plazo, le viene a la mente la Unión Soviética.
Después de su histórico compromiso de mantener a toda costa la zona rublo entre las repúblicas soviéticas, el Banco Central de Rusia, tarde o temprano, decidió cortarles el chorro.
"La lección es ésta: es hora de que sigas por tu lado -dijo Johnson-. El euro fracasó. Se acabó."
Traducción de Jaime Arrambide
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