LA NACION publica una cobertura especial de las elecciones presidenciales en Estados Unidos: La ruta a la Casa Blanca, un recorrido por los estados donde las campañas de Donald Trump y Joe Biden pelean voto a voto. Quinta entrega de un viaje por Pensilvania, Ohio, Michigan y Wisconsin.
BATTLE CREEK, Michigan.- Arthur McAleer es un "republicano acérrimo". En la entrada de su casa, en una ruta rural en Michigan, cuelga una bandera gigante de Donald Trump, y en la puerta de su garaje se ven cuatro carteles, uno con la imagen de un arma, y otro, pegado, con un aviso: "Por el costo de las municiones, no habrá disparos de advertencia".
"Si los demócratas toman el control del Congreso y Trump pierde, tengo armas", desafía McAleer, un jubilado de 75 años y antiguo miembro de los Marines. "Tengo armas en mi casa, tengo armas en mi taller. Mi esposa es buena con las armas, mis dos hijos son buenos con las armas. Si los republicanos pierden el Congreso y la presidencia, esto va a ser diez veces peor que ahora", continúa.
McAleer no confía en nadie, habla pestes de los progresistas y del candidato presidencial del Partido Demócrata, Joe Biden. Sus padres eran demócratas y el creció demócrata en un hogar demócrata, de trabajadores industriales de clase media. Pero se volvió republicano pronto, en su juventud.
"Para mí, es algo obvio. No sé cómo alguien puede votar por alguien como Biden, el tipo no puede juntar dos oraciones, y Trump ha cometido errores, pero nadie es perfecto. La economía nunca ha estado mejor, la gente está feliz, y está trayendo a los militares de vuelta, donde tienen que estar. Soy veterano y conservador, en todos los sentidos. Creo en las personas que trabajan por lo que tienen, no me gusta dar plata gratis. Soy republicano acérrimo", se define. "Los demócratas no se ganan los votos. Los compran", fustiga.
–¿Qué está en juego en esta elección?
–Nuestro país tal como lo conocemos está en juego. No tengo dudas. Si los progresistas toman el control, lo primero que harán es subir los impuestos a un nivel tan alto que nadie podrá pagarlos, arruinarán negocios porque no podrán pagar sus impuestos. Se perderán trabajos. Y después es la anarquía. No vas a poder caminar por la calle, vas a estar manejando a un lugar y alguien te va a disparar y va a tratar de robar tu auto. Va a empeorar, no tengo dudas.
En Michigan, las grandes ciudades como Detroit o Ann Arbor son territorio demócrata. Pero al recorrer las zonas rurales el respaldo al presidente Donald Trump es palpable: comienzan a aparecer las banderas y los carteles con su nombre. Es tierra de republicanos. McAleer, quien antes de jubilarse trabajó en una fábrica de compresores de aire, vive en el sur de Michigan –uno de los estados pendulares donde se juega la elección–, cerca de Battle Creek, la ciudad más importante del condado de Calhoun, uno de los rincones del país que Trump logró dar vuelta hace cuatro años: en 2012, Barack Obama lo ganó por menos de 1000 votos; en 2016, Trump se impuso por más de 7000.
Una de las razones del giro fue la avalancha de conservadores y trabajadores que antes votaban a los demócratas, o no votaban, y salieron a votar por Trump.
Bob Baldwin, 54 años, electricista, es uno de esos votantes. Votó por Barack Obama y por Donald Trump. Lo explica al terminar de jugar al bowling, a la tarde de un día de semana: "No me gustaban las mentiras de Hillary Clinton y su poco apoyo a los militares. Trump no es presidencial en sus modales, pero estoy de acuerdo con muchas de sus políticas. El [tratado] NAFTA era injusto, y no soy simpatizante de China". Baldwin no sabe si Trump ganará este año, pero lo votará de nuevo. "Voto por lo que la persona hará por el estado, la región, no por el partido político. Realmente no me importa el partido político, sino lo que el candidato representa, y lo que quiere hacer", cierra.
En Battle Creek –ciudad natal de Kellog's, sinónimo de cereales–, Todd Paul, 49 años, termina su cena en el restaurante La Comida Mexicana. Bebe una cerveza Miller Lite, una de las favoritas de la región, mientras quema minutos esperando a ir en busca de su hija, de 15 años, quien está terminando un curso para sacar la licencia de conducir. Paul dice que es independiente, nunca fue a la universidad y trabaja desde hace 30 años en una autopartista, uno de los engranajes de la industria automotriz de Michigan.
Trump prometió "trabajos, trabajos, trabajos" y dijo que su presidencia generó una "explosión de trabajos industriales". Pero en los sindicatos de Michigan, que ahora respaldan a Biden, dicen que, si hubo explosión, fue en otro lado. Paul igual votó a Trump, y volverá a hacerlo este año.
"Soy conservador. Creo en un gobierno chico, y creo en los principios conservadores, por lo que normalmente voto a los republicanos más que a los demócratas", afirma. "La única forma en la que el gobierno debería ayudarme es saliéndose de mi camino para que pueda ganarme la vida. Infraestructura. Estoy dispuesto a pagar impuestos por la infraestructura. Seguridad, y bienestar básico. Si alguien está pasando por tiempos difíciles, deberíamos ayudar. Pero que no sea una forma de vida", define.
Paul habla de las políticas comerciales de Donald Trump, su decisión de renegociar los acuerdos comerciales con Canadá y México y con China, y luego dice que no ve a Biden respaldando las políticas que "son útiles para los trabajadores en Estados Unidos". Y lamenta que quiera avanzar en la lucha contra el cambio climático: en contra del consenso científico, Paul no cree que represente una crisis.
"No creo en el cambio climático. Sé que hay mucha presión para que crea en eso, pero no podés convencerme de que de repente, en un corto período de tiempo, los humanos han hecho todo esto. No me pueden convencer", afirma. "Si gana Biden –cierra–, mi mayor preocupación son aquellos grupos que realmente quieren impulsar políticas como el Green New Deal o políticas socialistas con las que mis impuestos suben y nos sacan libertades. Estoy muy preocupado por eso."
Al igual que McAleer, Paul posee armas. No tiene un arsenal y no amenaza con usarlas si los republicanos pierden, pero disfruta de cazar, y además cree –como millones de estadounidenses– que tener armas es "una cuestión de libertad personal". Es su mantra personal, la directriz detrás de su voto: "Creo firmemente en la libertad personal".
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