La Repregunta. Ana Covarrubias: “La política exterior de no intervención no es una política progresista sino un retroceso”
La especialista mexicana asegura que, al no asumir una postura de condena activa frente a lo que ocurre en Nicaragua o Venezuela, el gobierno de López Obrador renuncia también a promover la democracia y los derechos humanos en su propio país
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“La política exterior de no injerencia no es una política progresista sino un retroceso”, sostiene. “Hay muchos cuestionamientos acerca de la supuesta posición de izquierda del gobierno de Andrés Manuel López Obrador”, señala. “El gobierno mexicano debió votar favorablemente la resolución de la OEA respecto de Nicaragua porque significa una posición a favor de esos dos objetivos que son muy necesarios internamente, el fortalecimiento de la democracia y la protección de los derechos humanos en México”, plantea.
La experta mexicana en política exterior, Ana Covarrubias, estuvo en La Repregunta. Covarrubias es Doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad de Oxford en Gran Bretaña. Actualmente, es investigadora y profesora del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México, del que fue también su directora.
¿Por qué la Argentina de Alberto Fernández se alinea con México en tema delicados como Nicaragua? ¿De dónde surge la resistencia del México de Andrés Manuel López Obrador a condenar la violación de derechos humanos en Nicaragua o Venezuela? México, entre la política exterior principista de no injerencia y la política exterior de valores democráticos. ¿Qué es la Doctrina Estrada? De la Guerra Fría a la actualidad. ¿Cuán lejos está López Obrador de Estados Unidos? ¿Y de la Patria Grande? La política exterior como mensaje interno.
Covarrubias es la persona ideal para analizar estas cuestiones. Su trabajo de investigación se enfoca en la política exterior de México en relación a Cuba y América Latina y el lugar de los derechos humanos en su política internacional.
Aquí, los principales pasajes de la entrevista.
-La gran cuestión de estas últimas semanas es Nicaragua y la resistencia de la Argentina, alineada con México, a la hora de condenar la violación de derechos humanos y sobre todo, a la hora de demandar elecciones transparentes y libres en Nicaragua. ¿Cómo se explica la posición de México? Entender esa posición permite entender mejor la posición de la Argentina.
-La posición de México se entiende principalmente por un regreso a una política principista que el gobierno mexicano tuvo durante muchos años. Después de la revolución, fue cuando se consolidó esta política principista, alrededor de los años 1920 y sobre todo, fue una política muy fuerte durante la Guerra Fría. Tenía una razón doble. En el ámbito internacional, que México no se mezclara con los conflictos bipolares, los conflictos de la Guerra Fría. Y por otro lado, implicaba decir “como nosotros optamos por el principio de no intervención y la autodeterminación de los pueblos, esperamos lo mismo de los demás”. Es decir, que los demás países no se pronuncien sobre lo que está pasando internamente en México. Ese fue el origen de esta política principista que se empieza a erosionar a finales del siglo XX y que cambia radicalmente en el siglo XXI, en los 2000, cuando por fin llega un partido de oposición al gobierno mexicano que se propone romper con la política exterior previa, la política exterior del PRI, y busca tener una política exterior que no va a ser principista sino que va a ser de valores. Aquí es cuando México, y esto es muy importante para lo que está pasando ahora, incorpora esta idea de la promoción de los derechos humanos en política exterior como un objetivo legítimo.
-¿La política principista a la que se está refiriendo es la llamada Doctrina Estrada?
-La Doctrina Estrada, por un lado, que es no pronunciarse cuando hay un golpe de estado en otro país sino limitarse a mantener a sus agentes diplomáticos o a retirarlos. Y la política principista, que eran 6 principios de política exterior pero los más importantes siempre fueron no intervención y autodeterminación de los pueblos. Y es con el gobierno del PAN, en el segundo gobierno panista, cuando se incorpora el principio de protección y defensa de los derechos humanos. Ya teníamos con el primer gobierno panista esta idea de que es legítimo en la política exterior de México promover la democracia y promover los derechos humanos.
La no injerencia, ¿un retroceso?
-Para entender claramente el sentido de ese cambio en la política exterior: la decisión de México a partir del triunfo electoral del PAN, con esta política de valores de protección de la democracia y los derechos humanos, ¿implicó una mejora y un avance y un desarrollo positivo en términos de política exterior?
-Sí, en mi opinión sí lo fue porque ya era un contexto de posguerra fría, ya no había un conflicto bipolar que amarrara la política exterior de México, por un lado. Y por otro lado, muchas cosas estaban pasando en México y sí había una aspiración muy clara a ser una democracia y a proteger los derechos humanos. Yo sé que México no está ahorita ni lo estaba en ese entonces en ninguna posición de darle lecciones de democracia y derechos humanos a nadie pero una narrativa que incluya esos objetivos en la política exterior sí genera cambios y sí genera perspectivas distintas. Yo creo que fue un cambio favorable.
Yo sé que México no está ahorita ni lo estaba en ese entonces en ninguna posición de darle lecciones de democracia y derechos humanos a nadie pero una narrativa que incluya esos objetivos en la política exterior sí genera cambios y sí genera perspectivas distintas
-En las largas décadas anteriores durante las cuales esa matriz principista fue la matriz conceptual para pensar la relación de México con América Latina en el contexto de la Guerra Fría, ¿era una manera de proteger a México de la presión de una u otra potencia o de la presión de esas potencias en América Latina para no ser rehén de ese conflicto? ¿Tenía un sentido positivo?
-Sí, en ese sentido sí. Pero también tenía que ver con que en ese contexto de Guerra Fría, lo que había era una política norteamericana muy intervencionista en América latina. Y México también se defiende de eso. Es decir, también hay una especie de mensaje a los miembros del sistema interamericano que planteaba que no estamos de acuerdo con esta política, y esa fue una manera de hacerlo.
-Es decir que la política principista y la Doctrina Estrada durante el largo siglo XX, con la Guerra Fría, tuvo un sentido positivo pero el cambio de contexto geopolítico global obligaba a México a mejorar ese posicionamiento internacional.
-Exactamente. Y también los procesos internos de México.
-La llegada de Andrés Manuel López Obrador a México y el restablecimiento de esta política principista y la Doctrina Estrada, primero con el caso de Venezuela, luego con el caso de Evo Morales y Bolivia y ahora con el caso de Nicaragua, ¿es interpretada entonces como un retroceso?
-Por mucha parte de los analistas y de la opinión pública, sí lo es porque el estar en esta dinámica de promoción de la democracia y de respeto de los derechos humanos también influye en lo que está pasando en el país. Nosotros necesitamos mucho de ese fortalecimiento de la democracia y de esa protección y defensa de los derechos humanos en México. Lo que estamos viendo es, sí, un retroceso. Personalmente quisiera ver que el gobierno mexicano sí hubiese votado favorablemente la resolución de la OEA respecto de Nicaragua porque sí significa una posición a favor de esos dos objetivos que son muy necesarios internamente.
Neutralidad diplomática, ¿lo contrario del progresismo?
-Es interesante la cuestión de cómo la política internacional funciona como posicionamiento interno, es una manera de describir cuál es el mensaje de un gobierno a la sociedad en términos de valores democráticos.
-Exactamente.
-Algo parecido pasa en Argentina. Ahora, con López Obrador, ¿hay alguna manera de interpretar ese regreso a la Doctrina Estrada y a una política exterior principista como una política progresista o es exactamente lo contrario?
-Es exactamente lo contrario. El contraste con la política de México en los ’60s en la OEA, que era principista en ese momento dado el contexto de Guerra Fría, con la hegemonía brutal norteamericana, se veía como una política progresista. Cuando México, por ejemplo, se niega a condenar a Cuba, a expulsarla del sistema interamericano, se percibe internamente por gran parte de la población, no por toda obviamente, y en muchos ámbitos como progresista. Ahora pasa justamente lo contrario porque el contexto ha cambiado. Y porque también hay muchos cuestionamientos acerca de la supuesta posición de izquierda del gobierno de López Obrador. Entonces ahora no se ve como una política progresista sino como un retroceso porque estamos fuera de esta dinámica y de estos valores que nosotros quisiéramos tener. López Obrador gana una elección de manera democrática, hubo elecciones transparentes, libres y justas y él las gana, es decir, la democracia lo lleva al poder.
Hay muchos cuestionamientos acerca de la supuesta posición de izquierda del gobierno de López Obrador. Entonces ahora no se ve como una política progresista sino como un retroceso porque estamos fuera de esta dinámica y de estos valores que nosotros quisiéramos tener
-Dentro de la discusión mexicana, ¿hay alguna lectura que asocie la pérdida de esa neutralidad que supone la Doctrina Estrada y la política principista con un acercamiento peligroso a Estados Unidos, como si se corriera el peligro de jugar el juego de Estados Unidos aunque no sea explícitamente?
-No. Yo aquí sí creo que hay una diferencia con EEUU en las posiciones de política exterior de México en términos de América latina pero tenemos que entender varias cosas. La política principista sí es un mensaje para EEUU pero no solo dedicado a EEUU porque EEUU conoce muy bien la sensibilidad mexicana y sabe hasta dónde meterse. Yo creo que es un mensaje también a la OEA y hay dos partes. Una… no quiero decir el pleito pero sí las diferencias brutales que hay con Luis Almagro (Secretario General de la OEA) personalmente. Un Secretario General que ha sido casi condenado por el gobierno mexicano, por el que el gobierno no quería votar para su reelección y no lo hizo. Y por otro lado, un mensaje a este grupo de países que son más agresivos en términos de la promoción de la democracia y los derechos humanos entre los países latinoamericanos. El mensaje principista va en esas dos direcciones. A decirle a Almagro con México no hay que meterse, no vamos a tolerar ninguna posición intervencionista, según el gobierno de López Obrador, en el gobierno mexicano porque López Obrador quiere defender su proyecto interno a más no poder. Y con este grupo de países más agresivos como Colombia, Brasil, que están sí por una injerencia mayor en los países donde hay problemas, Venezuela, Nicaragua, en su momento Bolivia.
-Argentina, durante la administración de Mauricio Macri, también había asumido ese mayor protagonismo en relación a custodiar esos valores democráticos y de derechos humanos. Ahora, esta decisión de Manuel López Obrador de blindar la autonomía de México para votar de manera muy personal en los asuntos que comprometen a la democracia o los derechos humanos, ¿tampoco eso puede interpretarse como una ventaja en comparación con la política exterior de valores que usted describía?
-Ahí lo que vemos es una contradicción. Esta política principista hacia la OEA, hacia América Latina, hacia Estados Unidos muy clara, no está libre de contradicciones porque si uno mira la resolución de Nicaragua y el comunicado de Argentina y de México, el comunicado es mucho más suave pero ni México ni Argentina pueden zafar del discurso de protección de derechos humanos. Sería un suicidio. Pero por un lado lo que tenemos ahorita en México es esa política principista hacia América Latina y por otro lado, sí tenemos la aceptación o la admisión de que instrumentos internacionales puedan venir a México a colaborar por ejemplo con la protección de los derechos humanos. Eso sí se permite.
-¿Instrumentos internacionales por ejemplo la Alta Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU?
-Exacto, puede ser eso o mucho se ha dicho que va a regresar el grupo de expertos internacionales para el caso Ayotzinapa (NdelR. La desaparición forzada de 43 estudiantes en 2014, durante la presidencia de Enrique Peña Nieto). Se hace caso a las resoluciones de la Comisión Interamericana y esto, en la época dorada del PRI no se permitía. Una resolución de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se consideraba totalmente intervencionista. Aquí lo que vemos es que sí hay esa combinación: estamos abiertos a los mecanismos internacionales para que vengan a ayudar pero por otro lado, tenemos una política principista que dice hay límites y la OEA no se va a meter.
-Hay un cuestionamiento que se le hace a este no intervencionismo de la política exterior mexicana con López Obrador que se dio en el caso del golpe de estado en Bolivia y la figura de Evo Morales. El reproche es que no fue una posición de no intervención porque México envió un avión a buscar directamente a Morales para llevarlo como refugiado o asilado. Es decir, llegó a México amparado por el gobierno mexicano. Algunos también reprochan que se lo tratara casi como jefe de estado en el exilio. ¿La política de López Obrador es no intervencionista en los países en los que no le interesan pero es intervencionista cuando las causas políticas le interesan, por ejemplo la de Morales?
-Exactamente. Ahí no deja de haber un pragmatismo que lleva a cuestionar en ciertos momentos esa política. El caso de Bolivia fue muy claro. Se condenó el golpe, se recibió a Evo, se mandó el avión, hubo toda un movilización. Esto hay que entenderlo también desde dos puntos de vista. Desde los cuestionamientos al gobierno de López Obrador en el sentido de si es o no un gobierno de izquierda. La política exterior resulta un instrumento que ayuda. En ese momento el decir estamos con Evo significaba decir estamos con esa izquierda latinoamericana que todavía queda. Por otro lado, era un mensaje interno. Esta es nuestra posición, esa es nuestra línea ideológica y por eso lo hacemos. También tiene que ver con un juego de mensajes que se manda internamente a México.
-¿Es un mensaje interno a sus votantes y a su militancia política partidaria?
-Exactamente.
México, entre EEUU y la Patria Grande
-Porque una de las lecturas que se hace también es que el gobierno de López Obrador parece de izquierda pero en términos internacionales está muy cercano a EEUU y con una política de libre mercado. ¿Comparte esa lectura?
-Sí, totalmente. En ese sentido, el alineamiento de la política exterior de México con EEUU en el único tema que ahorita importa, migración, es total. Y por otro lado sorprendió muchísimo que desde que López Obrador era presidente electo, empezó a renegociar el Tratado de Libre Comercio (TLC). Había una motivación muy fuerte para decir hay que renegociar el TLC. Obviamente este país no sobrevive mucho tiempo sin el tratado. Se hizo con gente ya del equipo de López Obrador y se hizo también como una manera de decir tenemos que sacar el conflicto potencial que hay de México con EEUU para poder implementar el proyecto interno y para que la relación con EEUU no se vuelva un conflicto de política interna.
-Me interesa una cuestión en relación al TLC porque desde Argentina la lectura que hace el presidente Alberto Fernández en relación a ciertos posicionamientos geopolíticos y tendencias que se están dando en América Latina es que hay un alineamiento progresista de la Patria Grande, del Grupo de Puebla, en el que está incluido López Obrador, para resistir los embates del capitalismo. Esa renegociación del tratado que encara López Obrador con EEUU, ¿es en clave progresista o es para sacar una ventaja bien pragmática para México, en términos comerciales?
-Absolutamente lo segundo. Tenemos que tener nuestro tratado porque nuestra economía ya está sumamente integrada a la economía norteamericana y tenemos que evitar que haya un conflicto con EEUU y que ese conflicto se vuelva tema de política interna, que se vuelva materia de la discusión interna. Ése es el doble objetivo y en efecto funcionó muy bien porque se renegocia el tratado incluso con Trump, que nos había amenazado con aranceles, con cancelar el tratado.
-Con el muro que iba a construir.
-Entonces se renegocia y sale de la discusión interna; ya no hay conflicto con EEUU. Y lo mismo sucede con el otro gran tema de Trump y ahora de Biden, que es la migración. Nos dicen que México tiene que contener la migración y México procede a contener la migración. Y sale el conflicto con EEUU de la discusión interna.
Creo que lo que hemos visto progresivamente desde que López Obrador tomó el poder, es una asociación con Argentina que resulta cada vez más útil. Alberto Fernández vino a México un poco buscando esa asociación, ese liderazgo mexicano-argentino como la izquierda de América Latina.
México, ¿cerca de Alberto Fernández?
-¿Cuál es la mirada que se tiene, desde la política exterior mexicana, respecto de Argentina y de las declaraciones y posicionamientos argentinos? Por ejemplo, el gobierno de Alberto Fernández y figuras claves del kirchnerismo se resisten a considerar que el régimen de Maduro en Venezuela es una dictadura. En los últimos días, una funcionaria muy importante del gobierno, Victoria Tolosa Paz, decía que en Venezuela efectivamente funciona la democracia. O el presidente Fernández ha dicho que el problema de los derechos humanos está tendiendo a desaparecer. ¿Cuál es la lectura que se hace desde la política exterior mexicana acerca de Venezuela y acerca del modo en que Argentina plantea en ese conflicto?
-Es una lectura si no es exactamente la misma, no coinciden las posiciones de México y Argentina, son muy cercanas. Y es una lectura que se hace en términos no intervencionistas porque no cuestionamos la democracia en Venezuela: hubo elecciones, Maduro volvió a tomar el poder y esa fue también la posición mexicana. No reconocer a Guaidó de ninguna manera y decir que lo que se tiene que hacer en Venezuela es mediar y promover el diálogo y si Argentina es un actor que está dispuesto a hacerlo, se hace con Argentina. Sí creo que lo que hemos visto progresivamente desde que López Obrador tomó el poder, es una asociación con Argentina que resulta cada vez más útil. Alberto Fernández vino a México un poco buscando esa asociación, ese liderazgo mexicano-argentino como la izquierda de América Latina. En esa ocasión, no tuvimos en México mucha información de qué pasó en esa visita. Se vio un poco como si López Obrador no hubiese estado de acuerdo con lo que quería Alberto Fernández, como si no hubiese respondido a un llamado de Fernández. Eso fue lo que vimos. Después viene la pandemia y ahí vemos un acercamiento más claro con Argentina, la cuestión de las vacunas y ahora se ve como un aliado confiable en términos de lo que se percibe como un embate de la OEA y de Almagro hacia países conflictivos como Venezuela y Nicaragua.
De Venezuela a Cuba, ¿dictaduras?
-Desde el gobierno de México, ¿se define a Venezuela como dictadura o el hecho de que haya elecciones alcanza para considerarlo una democracia?
-Como dictadura, no ha habido ningún pronunciamiento. En el primer comunicado de enero de 2019 del Grupo de Lima, México ya no estuvo de acuerdo y ya no lo firmó. El comunicado pedía a Maduro no tomar posesión y condenaba de alguna manera muy fuertemente todo lo que había sucedido con la Asamblea Nacional. A partir de este momento ya no va con el Grupo de Lima, ya no está de acuerdo con sus posicionamientos, que son los posicionamientos claramente de Almagro y de Estados Unidos. Entonces no hay una condena. De hecho recibimos un embajador que no fue aprobado por la Asamblea Nacional de Venezuela como lo marca la ley y México le dio el beneplácito y aquí está ese embajador. Asumimos que es una democracia.
-En la política exterior anterior a la llegada de López Obrador, esa política exterior que intentaba fijar valores, ¿la figura de Almagro había hecho menos ruido?
-Sí, hacía menos ruido. Sí se reconocía que era un Secretario General que sobrepasaba sus facultades, porque creo que sí lo es, pero había mucha más coincidencia con todas sus posiciones, sin dudas. México estuvo con el Grupo de Lima desde el principio sin problema hasta enero de 2019.
-El tema de derechos humanos es clave en la política exterior. México se abstiene de juzgar la calidad democrática de los países en términos de sus reglas electorales, ¿pero qué pasa en relación a los derechos humanos de Cuba, por ejemplo?
-Respecto de Cuba, hubo un cambio brutal desde 2000 con los gobiernos panistas, sobre todo con el primer gobierno del presidente Vicente Fox. Empieza a hacer declaraciones en términos de que Cuba tiene que abrirse políticamente y tiene que proteger y defender los derechos humanos. Nuestro voto en la entonces Comisión de Derechos de la ONU cambia para condenar a Cuba. Ahí hay un cambio radical en la relación con Cuba. Hay una respuesta de Cuba sumamente negativa, obviamente, y viene un deterioro de la relación bilateral que llega casi al rompimiento diplomático. El segundo gobierno del PAN es más cuidadoso y dice que no se mete en temas de democracia y derechos humanos en Cuba y tampoco lo hace el gobierno de Peña Nieto. Y hay un relanzamiento de la relación en el gobierno de Peña Nieto en el que se dice vamos a identificar los temas en los que sí podemos trabajar y no nos vamos a meter con los sistemas internos de cada país. Cuando vimos la campaña de López Obrador que se proponía como la izquierda, pensamos que iba a haber una relación muy estrecha con Cuba. Lo que hemos visto es que ha habido un acercamiento importante en pandemia, por ejemplo vinieron médicos cubanos, pero ha sido muy de bajo perfil. Los acercamientos con Cuba han sido poco visibles y por supuesto no ha habido ningún pronunciamiento del gobierno mexicano respecto de la situación interna de Cuba.
-¿El gobierno de México ha condenado a Venezuela por lo menos en términos de derechos humanos?
-No, tampoco. Desde el gobierno de López Obrador, no. Ha habido esta posición de que lo que se tiene que hacer con el gobierno venezolano no es aislarlo sino al contrario, mantener la relación con el gobierno de Maduro para poder incidir en el diálogo entre Maduro y la oposición, cosa que no se logró.
-Señalaba que la Guerra Fría y la puja entre EEUU y la Unión Soviética había llevado a México a esa prescindencia principista para no ser parte de ese juego global. ¿Qué pasa ahora que hay una nueva geopolítica de grandes potencias, con EEUU por un lado y China y Rusia por el otro? ¿Hay alguna reflexión en torno a la política exterior que debería llevar adelante México, otra vez en un nuevo contexto tironeado por grandes potencias?
-Evidentemente sí debería haber. Tenemos que hacer una gran reflexión de qué significa el ascenso de China y de qué ha significado la presencia China en América Latina, sobre todo en América del Sur. Sin embargo esta reflexión no la estamos viendo por parte del gobierno. En términos de política exterior de México, hay una relación clara y evidente histórica de la que no podemos escapar y es la relación con los EEUU, que nos absorbe el 89 o 90 % de todo, la energía, el dinero. Esa política con los EEUU se ha limitado mucho a la cuestión migratoria y después tenemos una política de meno visibilidad en América Latina sobre estos casos conflictivos y nuestros problemas con la OEA y una política muy bilateral que intenta ser activa en términos de temas de derechos humanos, migración, medioambiente pero que lo lleva cancillería. No tenemos un presidente al que le interese la política exterior. Quien lleva la política exterior es nuestro canciller, quien tiene esa visión del mundo es el canciller y la cancillería, no el presidente. Nuestra política exterior más visible es EEUU en el tema de inmigración y las vacunas, por la pandemia. Y en un segundo plano pondría lo que sucede en América Latina, donde somos reactivos y lo que sucede en el plano multilateral donde tratamos de ser activos.
Preocupada por los DD.HH. en la región
▪ Formación. Es doctora en Relaciones Exteriores por la Universidad de Oxford, Gran Bretaña.
▪ Vida académica. Es profesora en el Colegio de México, donde también investiga temáticas ligadas a la política exterior de su país y el multilateralismo latinoamericano.
▪ Publicaciones. Entre otros, escribió Cambio de siglo: la política exterior de la apertura económica y política.
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