La Repregunta. Alberto Vergara: “Las élites peruanas se sienten cómodas con un statu quo económico mediocre”
El politólogo peruano considera que su país atraviesa las consecuencias de años de una pujanza económica que convivió con un progresivo deterioro de las élites políticas y que no pudo garantizar derechos ciudadanos y materiales para la mayoría de la población
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“Pedro Castillo es conservador y en eso se acerca a Keiko Fujimori”, define. “Con Pedro Castillo no va a haber avance en las agendas progresistas”, señala. “Un gobierno de Keiko Fujimori generaría algo así como un autoritarismo segmentado”, reflexiona. “Es una elección en la cual los dos candidatos son peligrosos para la democracia liberal”, advierte. “Los escándalos de corrupción Odrebecht y Lava Jato fueron como una gota de irracionalidad que entró en el sistema político peruano porque todos los políticos pasaron a recoger agua envenenada de ese pozo”, contextualiza. “Más que la captura del estado por parte de las élites, lo que hay en Perú son unas élites que se sienten cómodas con un statu quo mediocre”, sostiene.
El politólogo peruano Alberto Vergara analizó en La Repregunta el proceso político que sacude a Perú con una elección presidencial que mostró una polarización total entre Keiko Fujimori, la candidata de derecha, y el ex docente rural, Pedro Castillo, de extrema izquierda.
¿Perú, entre el giro a la izquierda y la ingobernabilidad? Política y corrupción. Keiko Fujimori, Castillo y el Perú iliberal. El fin del pilotó automático de la economía peruana. Elites peruanas y el camino de la mediocridad.
De eso y más habló Vergara, este doctor en Ciencia Política por la Universidad de Montreal, en Canadá, y profesor en la Universidad del Pacífico, en Perú. Vergara ha sido, además, profesor en las universidades de Montreal, Harvard en EE.UU. y en Sciences Po de París. Es un experto en los procesos políticos de los países andinos. Aquí, la entrevista completa.
-Publicó esta semana en el New York Times una columna con un título lleno de implicancias: “Tiempos recios”, que es el título de una novela del Premio Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa. Vamos a ir haciendo una especie de análisis capa por capa. Por un lado, ¿cómo es que se produce este cimbronazo electoral, que es también político, con una polarización tan extrema, con sectores de las élites de la derecha peruana que apelan al terror ante la llegada de una extrema izquierda, con, al mismo tiempo, una inquietante extrema izquierda que no parece muy preparada para gobernar? ¿Esta situación que atraviesa Perú hoy es nueva o ya se daba subterránea, más allá de esa paz o quietud macroeconómica que se sostiene desde la presidencia de Alberto Fujimori hasta el presente?
-Como siempre en estas cosas, tienes los dos componentes. Hay cuestiones más estructurales y cuestiones más coyunturales, políticas. Para usar tu imagen de las capas, vamos a empezar por una capa intermedia que es el proceso político de los últimos cinco años, básicamente el deterioro de las relaciones institucionales en el país, que se manifiestan en el conflicto inacabable entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo que llevó a que Perú tenga 4 presidentes en 5 años, dos Congresos, disoluciones de Congresos, es decir un gran desgobierno a ese nivel. Eso viene asociado a los escándalos de corrupción Odebrecht y Lava Jato, que es como una gota de irracionalidad que entró en el sistema político peruano porque todos los políticos pasaron a recoger agua envenenada de ese pozo. Todos quieren evitar la cárcel. Eso hace que en muchas ocasiones se da un juego político que en realidad no es nada más que una pantomima de políticos con un juego judicial.
-Me quiero detener en ese punto porque me parece particularmente interesante porque la corrupción también es un problema endémico de Argentina. Hay unos 5 expresidentes peruanos que han sido impactados por procesos judiciales, algunos han terminado en la cárcel o han tenido prisiones preventivas u orden de captura internacional. ¿Alejandro Toledo tiene orden de captura?
-Toledo está en el proceso de ser extraditado.
-Alan García que se suicida cuando se ordena su detención en 2019. También Ollanta Humala estuvo preso. Keiko Fujimori, la candidata, también está siendo investigada en procesos judiciales por corrupción ¿Qué otro presidente?
-(Pedro Pablo) Kuczynski está en prisión domiciliaria. Si nos vamos atrás, Morales Bermúdez que fue presidente entre 1975 y 1980 tiene una condena por derechos humanos en Italia.
-Esa es otra etapa. Pero en los últimos 5 años hubo procesos judiciales que impactaron en unos 5 expresidentes que han terminado condenados o en prisión domiciliaria, prisión preventiva u orden de detención.
-El presidente Humala y su esposa también están presos.
-¿Con domiciliaria o en cárceles?
-Con prisión preventiva.
De derecha a izquierda, de arriba abajo. La exalcaldesa de Lima que era de izquierda, el alcalde que era de derecha. Todos formaron parte del tinglado que organizaba Odrebecht. Eso generó una crisis de confianza absoluta.
-Importante lo que señala: este cimbronazo político en realidad tiene que ver con una crisis transversal a la clase política, que afecta a distintos sectores que termina en crisis por sus vinculaciones con la corrupción.
-Brutal. De derecha a izquierda, de arriba abajo. La exalcaldesa de Lima que era de izquierda, el alcalde que era de derecha. Todos formaron parte del tinglado que organizaba Odrebecht. Eso generó una crisis de confianza absoluta. Por lo tanto, ese es un primer nivel que, entrando en la capa coyuntural, ayudó a que hubiera una fragmentación enorme en la primera vuelta. No se confía en nadie y todo el mundo se disgregó en ocho candidatos que tenía posibilidades de pasar a segunda vuelta 15 o 20 días antes de la elección. Castillo, de hecho, no existía. Para que te hagas una idea de la volatilidad enorme de esto, yo hice un juego con mis estudiantes y les dije ‘vamos a apostar a ver quién acierta: ¿quiénes pasarían a segunda vuelta y quién sería presidente? De 30 estudiantes de ciencia política, a 10 días de las elecciones, nadie nadie puso a Castillo no ya como presidente sino ni siquiera en segunda vuelta.
-¿Sí a Keiko Fujimori?
-A Keiko Fujimori, algunos para segunda vuelta. Y Keiko Fujimori presidenta, sólo una persona.
De la fragmentación a la polarización extrema
-¿Cuál era para sus estudiantes de ciencia política el candidato con más chances?
-Estaba repartido entre Yonhy Lescano, Hernando de Soto.
-Estos nombres que nos resultan más lejanos, ¿qué representan? ¿Un centro moderado?
-Representan un poco de todo. Rafael López Aliaga representa una derecha de pretensiones fascistas. Hernando de Soto representa una derecha más liberal tecnocrática. (George) Forsyth no sabemos qué significa porque era un conjunto vacío: es un ex futbolista al que nunca se le oyó una idea. Había un poco de todo. Pero en todo caso ayudó a la fragmentación del voto que generó que Castillo pase a segunda vuelta con 18% de los votos, una votación con la cual hubiera quedado cuarto en cualquier elección peruana previa. Y Keiko Fujimori consiguió 13% de votos válidos. En términos absolutos, no consiguió siquiera 1 de cada 10 peruanos. Los dos pasan a segunda vuelta con un respaldo muy muy bajito. La coyuntura de fragmentación favorece eso. Entramos a la tercera capa más estructural del análisis: esa fragmentación y lo que genera se asienta sobre una geografía política del país que es tradicional. Y es un diferencia sustantiva entre las prioridades políticas de Lima esencialmente, de la costa de una manera más amplia, frente a una sierra y un mundo rural muy opuesto a esas preferencias. Es un clivaje, una distancia política que de tanto en tanto reaparece.
Ese es el punto paradójico y triste de esta elección: que dos candidatos que eran malos y mediocres en términos políticos y peligrosos para la democracia terminaron polarizando a todo el mundo. Lo que uno se esperaba era una distancia crítica, votar por uno o por el otro pero sabiendo que con lo que prometen y lo que han hecho no me puedo volver un fanático, un cruzado de estos señores. Lamentablemente es lo que ocurrió
-En esta descripción de capas que está haciendo, en principio está esta super fragmentación que se da en la primera vuelta con una falta de capacidad de representación pareja de los distintos candidatos y quizás se recortan un poco mejor Castillo y Keiko Fujimori. Ahora, lo que surge en esta polarización de la semana pasada es que el país se divide en dos, la sierra, que en su artículo llama “indiada”, y por otro lado, los políticos limeños menos vinculados con lo rural.
-“Indiada” es un término despectivo y un insulto instalado tradicionalmente en las clases altas para referirse a la población de la sierra. Ese es el punto paradójico y triste de esta elección: que dos candidatos que eran malos y mediocres en términos políticos y peligrosos para la democracia terminaron polarizando a todo el mundo. Lo que uno se esperaba era una distancia crítica, votar por uno o por el otro pero sabiendo que con lo que prometen y lo que han hecho no me puedo volver un fanático, un cruzado de estos señores. Lamentablemente es lo que ocurrió.
-Desde Argentina, tenemos más claro el derrotero de Keiko Fujimori. De Pedro Castillo hemos sabido que es un ex docente rural, muy activo como sindicalista del gremio docente en las huelgas y movilizaciones docentes de 2017. ¿Cuál es la relación de Castillo con Sendero Luminosa, si efectivamente la hay o ha sido una operación política desde la centro derecha y la derecha?
-Lo que hay es que Castillo como líder sindical en 2017, en esta huelga grande de maestros, encabezó un sector radical del sindicato de maestros en un pleito interno por el control del sindicato y en ese pleito, se alió con facciones que efectivamente son cercanas las Movadef, este movimiento secuela de Sendero Luminoso. Eso es cierto pero formaba parte de una dinámica sindical. Pero me da la impresión de que Castillo, si uno ve la trayectoria de sus últimos años, en realidad es un líder sindical que, como ocurre mucho, se va asociando pragmáticamente con quien le permite avanzar sus pliegos de reclamo. Antes fue mucho tiempo de Perú Posible, que era el partido de Alejandro Toledo, que era un partido de centroderecha. Durante años fue militante de ese partido. En esa misma huelga de 2017 así como se alió con sectores cercanos a Sendero Luminoso, se alió en el Congreso con el fujimorismo para descarrilar a la ministra de Educación y acabar con la meritocracia en la educación pública. Cuando Keiko Fujimori le decía en el debate ‘usted se alía con los terroristas”, yo no entendía porqué Castillo no le decía ‘pero también me he aliado con usted, hemos sido aliados contra la ministra de Educación’. Es la trayectoria de un hombre pragmático. Más que él como individuo, su problema es la plataforma del partido con el cual se postula. No sabemos si efectivamente va a mandar él o el partido. Si es el partido, lo que están prometiendo pero sin ningún rubor es un autoritarismo leninista. Es lo que dice su programa. Es la celebración de Daniel Ortega, de Nicolás Maduro. Es la apuesta por un régimen autoritario.
-¿No lo está terruqueando? “Terruquear” es este verbo peruano muy interesante: es estigmatizar a una posición progresista como terrorista y vinculada con Sendero Luminoso. ¿La lectura que estás haciendo, la descripción que hace de las posiciones del partido de Castillo es literal, el partido en su plataforma tiene estas posiciones?
-Están las palabras leninistas y que la izquierda que no apoya eso en realidad es una izquierda tibia, no revolucionaria. No estoy exagerando nada. Se han hechos públicos conversaciones y audios de líderes del partido que afirman que si llegan al poder, no lo quieren soltar. Lo que dice uno de los congresistas de Perú Libre en un audio, se refiere a “pelotudeces democráticas” como la alternancia.
El Perú que se viene: ¿El de Castillo?
-Usted señalaba en su artículo “Tiempos recios en el Perú” que lo más llamativo de Castillo no es su posición de extrema izquierda sino su falta de capacidad para elaborar un discurso político. Sabemos que está en contra del aborto, está en contra del matrimonio igualitario, en contra de la educación sexual en las escuelas. Se define como católico y a favor de la familia pero al mismo tiempo es de extrema izquierda. ¿Cómo sería el Perú de Pedro Castillo?
-No lo sabemos. Si hubiéramos hecho el ejercicio de cómo se iban a comportar lo gobiernos peruanos a partir de las plataformas o de sus planes de gobierno, en todos los casos habríamos fallado. Creo que es alguien conservador tal como lo estás describiendo y en eso se acerca a su oponente y a otros partidos. En eso sí está claro que no va a haber progreso en las agendas progresistas. Pero en un país tan desestructurado políticamente, con tan pocos partidos, sin vida sindical, una sociedad básicamente informal, todo está muy en el aire para que la política pueda moldear esto de alguna manera. Castillo es como un líquido que será de la forma que el recipiente le otorgue. Lo que no sabemos es qué recipiente va a ser ése.
-¿Eso se puede traducir en términos clásicos como “ingobernabilidad”?
-Con altas probabilidades de ingobernabilidad sí, sin dudas, porque no tiene la fuerza. Depende un poco de lo que tendrá como instintos. Nunca ha sido alcalde, no ha sido regidor, no ha tenido ninguna experiencia política. Podríamos pensar en escenarios. Hay un escenario en el cual Castillo le hace caso a su partido y desde el 28 de julio decide impulsar una Asamblea Constituyente en un estilo de la izquierda latinoamericana y entonces eso va a levantar una protesta generalizada en la costa y en Lima y promete desgobierno, sobre todo si intenta hacerlo por fuera de los cauces constitucionales.
El Perú que se viene: ¿El de Keiko Fujimori?
-La otra pregunta es cómo es un Perú en manos de Keiko Fujimori. ¿Hay más continuidades, más chances de una gobernabilidad aunque con grandes agujeros negros como el de la corrupción?
-Sí y no. Creo que es un gobierno que generaría algo así como un autoritarismo segmentado. Habría prácticas autoritarias contra ciertos sectores de la sociedad civil, de la prensa, contra lo que es identificado como los puntales del anti fujimorismo. En términos económicos evidentemente se mantendría el statu quo, la Constitución, esa institucionalidad seguramente se mantendría. Lo que no estoy seguro es que necesariamente habría una gran gobernabilidad. En algún momento he pensado de manera algo pesimista es que esta elección lo que ponía era si queríamos el desgobierno en agosto o queríamos el desgobierno en octubre. Creo que Keiko Fujimori tiene el rechazo absoluto de la mitad del país, independientemente del resultado de la elección. E incluso parte de su propio voto es gente que hace dos meses decía que jamás votaría por ella y que está teniendo que votar por ella de puro miedo al otro candidato que le resulta peor. Las posibilidades de que Keiko Fujimori tenga una popularidad muy baja y un rechazo muy grande en el país desde el inicio, son muy altas. Además no parece una persona para la unión, para el reagrupamiento del país. Es alguien instituido e inmerso en la confrontación, en sobrevivir, en el ataque. Creo que cuando hubiera movilizaciones, caería en la tentación de la represión que llevaría a un desgobierno que eventualmente podría llevar a su caída como presidenta.
-Una lectura que usted plantea en ocasiones enfrenta a las élites con esta sociedad rural e informal del Perú. Ahora, lo llamativo del caso peruano es que desde la presidencia de Alberto Fujimori tan crítica en términos de derechos humanos y corrupción pero muy efectiva para reordenar macroeconómicamente al país, Perú viene creciendo y se convirtió en uno de los países de América Latina con mayor crecimiento sostenido. Un crecimiento en la última década del 4% anual promedio. Una inflación que rondará el 1.5 o 2.5 para este año. Desde Argentina, ese tipo de indicadores resultan envidiables. Pero al mismo tiempo, la sociedad peruana no ha logrado resolver cuestiones más de fondo. ¿Esto que describía como el Perú de la costa y los limeños versus una sociedad más rural tiene que ver con una captura del estado por parte de las élites que gobernaron desde el fujimorismo en adelante, que se visualiza muy claramente en cómo trataron de acomodarse a partir de la corrupción? ¿Hay algo de eso en una macroeconomía que se sostiene en los pies de barro de la captura del estado y del capitalismo de amigos, que es una de las lecturas críticas que se hacen de este proceso?
-Algo de eso hay. Es innegable que la economía anduvo bastante bien hasta el 2014, 2015 y luego comienza a haber un deterioro. Ahora, si uno lo ve en una perspectiva un poco más larga, en realidad lo que tenemos es una caída sostenida desde 2007. En 2007, 2008 tienes este momento de gran crecimiento económico pero al cual nunca se le hicieron los ajustes para que se elevara la productividad de la economía peruana, para incluir financieramente a la ciudadanía, para construir un mercado o un capitalismo más competitivo y más moderno y no un capitalismo de cuates, como dicen en México, que es lo que tenemos en muchos países de América Latina.
-¿Se trata de reformas pendientes en el sentido que usted plantea o de reformas pendientes en el sentido de distribución de esa riqueza de una forma más equitativa? Esta macroeconomía, estos indicadores tan interesantes no han repercutido necesariamente en cerrar la desigualdad en Perú. Los datos dicen que el 20 por ciento más rico de la población peruana tiene ingresos 18 veces mayores que el 20% más pobre.
-Sí, como en toda América Latina. Somos un continente super desigual. Pero creo que lo que hay que entender es que hay un proceso político alrededor de eso. No solo es un asunto de desigualdad económica, es un asunto de desigualdad política, de desigualdad frente a los servicios del estado, desigualdad frente a la forma en que uno es tratado en su propio país. La desigualdad tiene una serie de ramificaciones que escapan al índice GINI y que son importantes a la hora de movilizar a la gente. Y hay algo que es importante que forma parte del ánimo del país en este momento: es que ese milagro económico del que hablamos pasó hace bastante tiempo y la performance económica del Perú en medio de la pandemia ha sido desastrosa. Una economía que no aguantó. Es curioso. La economía mas fuerte de América Latina en los últimos 20 años y es la que peor se comporta cuando llego la pandemia. Ahí te habla de algunas debilidades. Ahí hay un tema fundamental: todas las precariedades de la sociedad emergieron con la pandemia de una manera muy grave.
Las élites peruanas y el piloto automático
-Me interesa mucho ese punto. Los indicadores macroeconómicos parecen solidos y sin embargo Perú, los índices de informalidad de la economía, la gente en trabajos muy precarizados, sin acceso a derechos muy claves, falta de sindicalización, eso sigue permeando estructuralmente. ¿Esa es una deuda de la democracia peruana porque las élites no han sabido escuchar a ese pueblo que subterráneamente se ha acostumbrado a vivir en una situación de privación de derechos?
-Creo que sí. Hay una situación de defensa del statu quo que es bastante ineficiente a estas alturas. En el Perú en los últimos 10 años, las voces reformistas que señalaban estos problemas de la representación política, problemas de productividad de la economía, esas voces más reformistas eran acalladas por una élite que cegadas por el dígito del PBI creía que realmente no había mucho que hacer. La expresión de “piloto automático” la decía todo el mundo. Todo el mundo celebraba el piloto automático del Perú donde, no importa qué pasa en las elecciones, siempre sigue con el piloto automático en la economía. Eso iba erosionando la legitimidad política del proceso general peruano, incubando malestares y con una representación política que se iba descomponiendo a una velocidad enorme y que nade quería tocar porque era un punto de conflicto. Más que la captura del estado por las élites o la maldad de las élites, lo que hay es unas élites que se sienten cómodas en un statu quo mediocre y que le teme más a un avispero que podría abrirse y luego no se sepa cómo gerenciar o regular. Ahí está un poco la situación. Un statu quo que aunque todo el mundo sabe que es deficiente, es más deficiente para unos que para otros.
Las sombra de Vargas Llosa
-La idea de Vargas Llosa en estas elecciones era que había que votar a Keiko Fujimori porque era el mal meno. Su explicación de lo que Castillo representa para la democracia liberal, con la amenaza a la alternancia democrática, una institución clave de la república liberal, ¿es un modo también de acordar con Vargas Llosa en ese análisis del mal menor?
-Es una elección en la cual los dos candidatos son peligrosos para la democracia liberal. Por lo tanto a mí me parece justificado que los electores centristas sientan más o menos temor a alguno de los dos lados. Es legítimo creer que hay menos riesgo para la democracia con Keiko Fujimori pero también creo que por su trayectoria es legítimo pensar que es la representante de un gobierno autoritario, que lo reivindica, que tiene unas propuestas, entonces me parece menos peligroso Pedro Castillo. Ambas posturas me parecen legítimas. Lo que me parece un problema es cuando fruto de la polarización y del miedo, quienes apoyaron a alguna de las dos candidaturas les limaron todos los riesgos. Aparecieron como la encarnación prístina, impoluta de la libertad, en el caso de Keiko Fujimori, que pasó a representar la libertad sin sombras. Y Castillo pasó a ser la propuesta de cambio, el Perú profundo hablando. Esa postura ha favorecido a meternos en este problema en el que hoy hay voces que comienzan a gritar fraude, que comienzan a gritar golpe de estado. Necesitamos gente moderada, centrista que no se preste a esta falsificación de los candidatos.
-Ahí me surge una pregunta sobre lo que se llama en Perú la “izquierda caviar”, una suerte de progresismo más de centro. ¿Cómo se posiciona en este marco?
-Dividido. Hay parte que han decidido que era menos peligrosa Keiko Fujimori u otras que han recalado en Castillo. El caviarismo, como se dice en el Perú, es una categoría difusa. Una suerte de radicalismo en su sentido radical argentino.
-Lo que me parece interesante es que la aparente paz económica no llevó a la ciudadanía a refugiarse bajo el ala de Keiko Fujimori que parece ser más proclive a sostener el statu quo económico. ¿Es curioso eso? En esta polarización de la ciudadanía peruana, es raro que se haya dividido así y que algunos más no hayan pensado que la figura de Keiko Fujimiori podría ser garantía de ese orden económico. De alguna manera la mitad de la ciudadanía no esta conforme con ese piloto automático.
-Primero, el piloto automático ya no estaba dando resultados por lo tanto defender el statu quo es poco razonable. Igualmente es poco razonable pretender un cambio de las magnitudes que pretende el otro candidato, Castillo. En el caso de Keiko Fujimori hay un problema de legitimidad y de confianza muy serio. Keiko Fujimori tiene una resistencia enorme de parte de la población porque todos somos conscientes de que el gran descalabro político de los últimos 5 años la tiene como factor fundamental.
-Al obstruccionismo que hizo en el Congreso.
-Ella no reconoció los resultados electorales y no saludó a Kuczynski y decidió vengarse por no haber ganado la presidencia. Se propuso demoler la presidencia de Kuczynski y posteriormente, demoler la de Vizcarra. Todos hemos visto cómo ella estaba al mando de algo que no tenía ningún interés en el Perú sino en demoler esas presidencias. Entonces es muy difícil que pueda recuperar la confianza de la gente. Al único candidato al que tenía posibilidades de ganarle era a éste, super radical. Con cualquier otro habría perdido por 30 puntos. Ahí hay un problema de ella.
-De su propia trayectoria política y de cómo se posicionó en los últimos 5 años y no tanto de esa matriz macroeconómica que ha protegido en algunos indicadores a Perú durante estos años.
-Según las encuestas, la mitad de su voto es de gente que quiere que Castillo no gane. Su respaldo es muy ligerito y anunciaría una presidencia con problemas de popularidad y legitimidad. Ni siquiera sus votantes son partidarios de ella.
Un estudioso de la dinámica andina
▪ Vida académica. Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Montreal, en Canadá, y profesor en la Universidad del Pacífico, en Perú.
▪ Publicaciones. Entre otros, escribió La Danza Hostil: Poderes subnacionales y Estado Central en Bolivia y Perú, (1952-2012)
▪ Estudios sobre la democracia. Fue fellow researcher en el National Endowment for Democracy en Washington D.C.
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