“La renuncia silenciosa”: el movimiento de “hacer la plancha” en la vida laboral desató un acalorado debate
El fenómeno se fue viralizando y ahora los críticos culpan a quienes fomentaron el desapego con la vida laboral
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NUEVA YORK.- La gente tiene opiniones fuertes sobre tomarse en serio el trabajo.
El término que se viralizó, “quiet quitting” -que puede traducirse como “renuncia silenciosa”- no implica renunciar a nada, y de silenciosa le va quedando poco, por el acalorado debate que se desató en estos meses sobre “hacer la plancha” en la vida laboral. Lo que empezó como una tendencia silenciosa entre empleados de oficina que quisieron establecer límites más firmes entre la vida y el trabajo, después de dos años de pandemia se convirtió en un grito de guerra para muchos.
Por supuesto que cada generación de trabajadores ha tenido sus movimientos anti-trabajo, y muchos ejecutivos y esforzados colegas se han expresado en contra de ellos. Y acá va una pista del efecto rebote de la “quiet quitting”: el término desató una catarata de comentarios de líderes empresarios, orientadores de carrera y otros profesionales, donde lamentan el giro adverso que ha dado la cultura del trabajo en Estados Unidos, mientras que algunos jóvenes profesionales celebran la tendencia.
“La renuncia silenciosa no tiene que ver con aflojar con el trabajo: es un paso en dirección de aflojar con la vida”, dijo Arianna Huffington, fundadora de la start-up de salud y bienestar Thrive Global, en un posteo en LinkedIn que cosechó miles de reacciones. Kevin O’Leary, coprotagonista de “Shark Tank” de la cadena ABC y presidente de O’Shares ETFs, dijo que la “quiet quitting” es una pésima forma de abordar una carrera profesional: “Para salir adelante hay que querer salir adelante. Es la única forma de tener éxito”, dijo O’Leary en un video por la CNBC.
La reacción de los defensores y detractores de esta tendencia depende del sentido que le den al término, y las interpretaciones varían diametralmente. Para algunos profesionales, el concepto implica decirle que no al estrés laboral y negarse a trabajar más sin ser compensados con más dinero, pero no necesariamente trabajar a desgano. Pero muchos detractores dicen que la mentalidad de la “quiet quitting” fomenta la vagancia y atenta contra la productividad, por más que la persona cumpla con las tareas básicas que demanda su puesto.
Tal vez los trabajadores que adhieren a esta filosofía buscan prevenir un burnout o curarse del síndrome de desgaste profesional, pero Huffington, la experta en bienestar, dice que hay opciones mucho mejores. “Hacer la plancha” en el trabajo en vez de buscar uno que nos resulte realmente atractivo es una oportunidad perdida, especialmente ahora que el mercado laboral se está ampliando, dice Huffington.
“Como empleadora, adoro a la gente que en la entrevista de trabajo me dice ‘Yo cuando trabajo doy el 100% y estos son mis limites’. Es muy distinto que decir ‘Hago lo mínimo para zafar’.”
Mientras que algunos jefes contrarrestan esta cultura diciéndoles a sus empleados que dar siempre un poco más es la mejor manera de destacarse, conseguir aumentos y ascender en la escala jerárquica, a muchos trabajadores el término les resulta irónico y ofensivo que solo cumplir horario de 9 a 17 sea considerado una “renuncia”.
Kristin Hancock, profesional de comunicaciones de la ciudad de Indianápolis, dice que en el caso de ella la “quiet quitting” es un objetivo inútil. Varias veces a lo largo de su carrera se sintió laboralmente insatisfecha y quiso bajar los brazos, pero nunca lo logró: hacer menos le generaba frustración y la hacía sentir todavía menos relevante.
“Para personas como yo, la única opción válida es irse”, dice Hancock, que ahora dirige su propia start-up de comunicaciones y es su propia jefa, situación que según dice le permite cosechar la totalidad de los frutos de su trabajo.
Otros dicen que quienes abrazan esta cultura laboral puede estar subestimando su valor y sus potencialidades. Lo que para algunos es “hacer lo mínimo”, muchas veces significa prestar total atención cuando están en el trabajo y después tener una vida fuera del horario laboral, dice Brian Gray, que trabaja en desarrollos web.
Tras recibir una calificación de “cumple con las expectativas” en una revisión de desempeño en un empleo anterior, donde solía quedarse hasta tarde y se ofrecía a realizar tareas extras, Gray decidió dejar de buscar la aprobación de sus jefes de esa manera.
“No es hacer la plancha”, se defiende Gray. “Es hacer exactamente la cantidad de trabajo que te pagan por hacer.”
Algunos críticos temen que la “quiet quitting” termine corroyendo por completo la cultura del trabajo, y que para los trabajadores eficientes y abnegados es desmoralizante ver que otros se la pasan hablando por teléfono sin ser reprendidos.
“El tema no son los que hacen la plancha sino los que están alrededor y la injusticia que conlleva”, dice Amy Mosher, jefa de personal de la empresa de software Isolved. Si la “quiet quitting” causa problemas de desempeño, esos empleados deberían ser despedidos para que encuentren un trabajo con el que realmente se sientan comprometidos.
Jay McDonald, coach de ejecutivos de la ciudad de Atlanta y exdirector ejecutivo de varias pequeñas empresas, dice que los altos ejecutivos tienen la responsabilidad de establecer expectativas de desempeño que sean claras. Lo que importa es que los empleados las cumplan, sin importar cuándo o cuánto tiempo trabajen, dice McDonald.
“Para saber si una persona está haciendo su trabajo, los directivos tienen la responsabilidad de contar con estadísticas y herramientas efectivas para evaluarlo”, señala McDonald.
Por Kathryn Dill y Angela Yang
The Wall Street Journal
(Traducción de Jaime Arrambide)
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