La reina Victoria, un recuerdo agridulce para los británicos
Evocar su vida produce melancolía
LONDRES.- La muchedumbre no se agolpará esta mañana frente a los portones de hierro del Palacio de Buckingham, y tampoco se verán brazaletes negros en los transeúntes en señal de luto.
El aniversario de la muerte de la reina Victoria, del que se cumplen hoy cien años, pasará probablemente sin alharaca para la mayoría de los británicos, incluso entre aquellos que leyeron el aluvión de artículos publicados sobre su figura desde hace más de un mes.
Pero esto no es porque la adusta monarca haya sido olvidada. Su presencia está grabada a fuego en la conciencia colectiva de los británicos. El problema es que evocar su recuerdo es una experiencia que deja un sabor agridulce en las bocas.
"A fines del siglo XIX, los trenes marchaban a más de 160 kilómetros por hora. Ahora, a raíz de la falta de infraestructura en la misma red que nos dejaron los victorianos, apenas pasamos la barrera de los 100 km/h, y siempre que tengamos la suerte de que los vagones no se hayan antes descarrilado", lamenta el profesor John Mackenzie, titular de la cátedra de Historia de la Universidad de Lancaster.
"Aquélla era la época en la que el correo hacía seis entregas domiciliarias por día -agrega-, cuando Gran Bretaña era una nación de científicos y de inventores capaces de crear la primera turbina, precursora de los aviones a reacción, al mismo tiempo que debatían las teorías de Darwin", recuerda.
Mackenzie es consciente de que aquél fue también el período de la miseria urbana en gran escala que la pluma del periodista, y más tarde escritor, Charles Dickens describió con elocuencia, así como la del establecimiento de un sistema colonial en la India, Africa y otras dependencias, del cual hoy los británicos se avergüenzan.
"La mecanización dio nacimiento a los capitanes de la industria, y la aparición del telégrafo les permitió por primera vez comunicarse de un lado al otro del Atlántico. Fue entonces cuando surgieron los primeros fondos de inversiones y, con ellos, las premisas de la globalización. Al final del reinado de Victoria, el mundo tenía un capitalismo moderno similar al de nuestros días. Con todo lo malo y todo lo bueno", puntualiza el experto.
Los "nuevos isabelinos"
Para Isabel II debe de ser igualmente incómodo tener que conmemorar a una predecesora cuyo nombre simboliza la época de mayor esplendor de Gran Bretaña. Cuando fue coronada, en medio de la esperanza de la posguerra, en 1953, todos los medios predecían que sus súbditos se llamarían a sí mismos los "nuevos isabelinos".
Pero su reinado no ha inspirado este tipo de orgullo y hasta amenaza con sucumbir a las tentaciones republicanas, que Victoria también enfrentó, pero que logró combatir con particular destreza.
Este pensamiento seguramente cruzó por la mente de la soberana ayer, mientras rezaba en memoria de su antecesora en la parroquia de St. Lawrence, cerca de su norteño palacio de Sandringham, en compañía de su madre (que tenía cinco meses de edad cuando Victoria murió) y el duque de Edimburgo.
La misa incluyó la lectura de extractos de los diarios dejados por Victoria y la interpretación de música compuesta por su adorado esposo, el príncipe Alberto.
Un servicio religioso se realizó al mismo tiempo en la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, donde el funeral de la matriarcal reina tuvo lugar el 2 de febrero de 1901.
Sin embargo, hoy los actos no se extenderán más allá de la colocación de una ofrenda floral por parte de la Sociedad Victoriana frente a la estatua de la legendaria reina, en las afueras del Palacio de Buckingham. Victoria murió pacíficamente varios kilómetros al sur de allí, en su palacio de la isla de Wight, Osborne House. Tenía 81 años y había permanecido en el trono 64 años, un récord no superado por ninguno de sus sucesores.
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