La rebelión del Grupo Wagner sacude la fe de la elite en la fortaleza del jefe del Kremlin
Putin se mostró ante la ciudadanía rusa y el mundo que es un presidente débil, que no castigará a quien se subleva
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LONDRES.- Las elites de Rusia siguen conmocionadas por el más abierto y feroz desafío a la autoridad de Vladimir Putin en sus 23 años en la presidencia, y muchos se preguntan si en determinado momento el líder ruso no perdió literalmente el control del país.
El lunes, en su primer discurso al país después del caos que generó la insurrección armada del fin de semana, Putin le agradeció a la población por su despliegue “de unidad y patriotismo”, que demostraba de manera concluyente “que cualquier intento de causar conmoción interna está condenado al fracaso”.
Pero la sublevación del líder de la milicia mercenaria Wagner dinamitó el mito cuidadosamente elaborado de que Putin era un garante de estabilidad y fortaleza, y muchos de los máximos dirigentes políticos y empresariales de Rusia se preguntan si el presidente alguna vez podrá recuperar esa aura que era el verdadero puntal de su autoridad. De hecho, algunos hasta dejan entrever que ya está en marcha la búsqueda de un sucesor.
“Putin le mostró al mundo entero y a la elite rusa que no es nadie y que no es capaz de hacer nada”, dice un influyente empresario moscovita. “Este es el derrumbe total de su reputación”.
“Hay manejos que nadie entiende”, dice un funcionario ruso con llegada a los máximos círculos diplomáticos. “Se ha perdido parcialmente el control del país”.
La elite política y empresaria moscovita no entiende cómo una fuerza de mercenarios renegados pudo tomar fácilmente y sin resistencia el control del comando de guerra del Ejército ruso, situado en Rostov Don, ciudad ubicada en el sur de Rusia, y desde allí avanzar cientos de kilómetros por la ruta que conduce a Moscú, hasta que el líder de los Wagner, Yevgeniy Prigozhin, finalmente les dio la orden de retroceder.
Sin resistencia
“¿Cómo es posible que hayan dejado avanzar tanques hacia Moscú durante cientos de kilómetros sin hacer nada?”, dice el socio de un megamillonario ruso. “No hubo resistencia alguna”.
“Si hay una columna de miles de personas marchando hacia la capital y nadie hace nada, la pérdida de control es evidente”, dice un multimillonario ruso, que pide preservar su anonimato por temor a las represalias.
En su discurso, Putin recalcó que por orden suya se tomaron todas las medidas “para evitar el derramamiento de sangre”. Explicó que había que dar tiempo para que “los que cometieron este error reconozcan que la sociedad ha rechazado contundentemente su accionar”, que estaba conduciendo a Rusia “a trágicas y destructivas consecuencias”.
Pero persisten las dudas: ¿cómo Putin permitió que Prigozhin, su estrecho aliado desde la década de 1990, zafara de los cargos por montar una insurrección armada, sobre todo después de que se conociera que sus fuerzas de combate habían derribado helicópteros y un avión militar rusos, según los informes de los blogueros nacionalistas?
Después de darles a sus tropas la voz de alto, Prigozhin se trasladó a Bielorrusia, desde donde se propone seguir manejando al Grupo Wagner, según el mensaje de audio que él mismo difundió el lunes.
“Esto debería ser considerado un acto de terrorismo, porque fueron delitos muy graves”, dice un empresario moscovita. “Pero por segunda vez, tampoco nadie hizo nada”.
En su mensaje de audio del lunes, su primera declaración desde que acordó detener su marcha sobre Moscú, Prigozhin enfatizó que sus intenciones no eran derrocar a Putin, sino garantizar la supervivencia del Grupo Wagner, y agregó que temía que su milicia fuese engullida por el Ejército regular ruso y que quería asegurarse de que quienes cometieron “una enorme cantidad de equivocaciones” en la guerra en Ucrania recibieran castigo.
Los ataques verbales del líder de Wagner contra los altos mandos militares rusos venían escalando desde hacía meses y ya habían dejado expuestas las profundas divisiones internas en la elite rusa sobre la estrategia bélica de Putin y sus políticas en general.
Los hechos de los últimos días “muestran que el rumbo del país es equivocado”, dice Sergei Markov, consultor político con conexiones con el Kremlin. “Si no cambia nada, esto va a volver a suceder”, agregó el experto.
Dos ejecutivos de negocios de Moscú sugieren que los mercenarios de Prigozhin no habrían podido avanzar tanto y sin resistencia hacia Moscú si no contaran con el respaldo de parte de las fuerzas de seguridad.
Los combatientes chechenos enviados a Rostov del Don tampoco hicieron nada, dijo uno de los empresarios de Moscú, y otras fuerzas enviadas para frenar a los Wagner apenas hicieron estallar una estación de combustible en Rostov, pero dejaron intacta otra mucho más grande en Voronezh, más adelante sobre la ruta a Moscú.
Y en un supuesto intento de frenar el avance de los insurrectos, las fuerzas rusas regulares apenas volaron un puente.
“Era como si actuaran para mostrarle al presidente que estaban haciendo algo, pero en realidad no hacían nada y el presidente no controlaba nada”, dice el empresario, y sugiere algo más inquietante: que la batalla de Prigozhin por el liderazgo de las Fuerzas Armadas rusas tal vez refleje una profunda lucha interna dentro de los servicios de seguridad por la futura presidencia del país.
Lo más fatídico para la imagen del presidente ruso fue su decisión de llegar a un acuerdo con el jefe de los mercenarios para no arriesgarse a una batalla posiblemente sangrienta si los hombres del líder de Wagner llegaban a las puertas de Moscú, donde los esperaban fuerzas especiales para defender la capital, señalan analistas y ejecutivos de negocios.
“Para la elite es una situación complicada. Porque desde el punto de vista de la imagen, Putin se ve débil y parece alguien que se asustó y se vio obligado a ceder”, dice Tatiana Stanovaya, fundadora de R.Politik, una consultora política rusa que ahora tiene su sede en París.
“Pero desde un punto de vista subjetivo, para sí mismo Putin salió exitosamente de la situación, porque la alternativa era una guerra en las puertas de Moscú, que hubiera sido cruentamente peor”.
Eso sí, nadie sabe cuánto va a durar el acuerdo con Prigozhin, porque ambas partes tienen sobrados motivos para incumplir esas promesas hechas “en estado de conmoción”, dice Stanovaya.
La rebelión de Prigozhin “expuso muchas vulnerabilidades del régimen”, agrega Stanovaya. “Putin se lo va a tomar muy en serio y tratará de reforzar los eslabones débiles”.
Pero otros creen que a su régimen se le acaba el tiempo y le llegó la hora.
“Dentro del Kremlin algunos ya buscan sucesor, y si buscan van a terminar encontrando”, dice el funcionario ruso vinculado a los círculos diplomáticos, y señala que las Fuerzas Armadas ucranianas ya están aprovechando el caos en Moscú para redoblar su contraofensiva.
“Ucrania viene presionando hacia Dnipro, Kherson y Bakhmut. En 1917, se produjo un motín, Rusia perdió la Primera Guerra Mundial, y cayó el imperio. En 1991, Rusia perdió la guerra de Afganistán, y cayó el régimen. Si perdemos la guerra de Ucrania, el régimen caerá y no habrá vuelta”, concluyó.
Por Catherine Belton
(Traducción de Jaime Arrambide)
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