La rebelión, cada vez más una amenaza en Damasco
Masivo despliegue del ejército para poner fin a las protestas
HOMS.- En una esquina de una casa en las afueras de Homs está sentado el coronel al mando del Ejército Libre Sirio (ELS) en esta zona, que no quiere dar su nombre. Es un desertor del ejército y está en permanente contacto con Riad al-Assad, el comandante en jefe del ELS en Turquía.
Alejado del calor de la estufa de leña, disfruta de un momento de calma. No han parado de entrar y salir hombres para pedirle consejos y por fin el teléfono ha dejado de sonar. A resguardo del frío y dentro de un salón, sus subordinados miran embelesados las noticias de Al-Jazeera, que emite las imágenes de una turba protestando en el barrio de Mazzeh, en Damasco, donde están la mayoría de las embajadas.
La atención es máxima porque por primera vez en 11 meses están viendo, en vivo y en directo, cómo su revolución llega al corazón de la capital.
El funeral de cuatro personas se convirtió, anteayer, en una protesta masiva en la que cientos de personas se aproximaron al palacio de Bashar al-Assad y llegaron a sólo 800 metros de la residencia del presidente, según la cadena de televisión qatarí.
Las imágenes muestran a las fuerzas de seguridad del régimen disparando contra la marcha y lanzando gas lacrimógeno bajo la nieve. Desde un techo, una camarógrafo graba imágenes de los tanques de Al-Assad rodeados de gente.
"Los ashkari [soldados] los toman como rehenes para que los nuestros no puedan disparar", afirma Hasan, uno de los soldados del Jeish al-Hor, el Ejército Libre Sirio.
La televisión muestra ahora una reunión entre un representante del gobierno chino y un miembro del régimen que los rebeldes quieren derrocar.
"No hay nada que hacer. La comunidad internacional sólo habla y habla... y aquí está muriendo mucha gente. Matar un perro es un crimen en Europa, pero matar un chico sirio no importa. Sólo podemos contar con nosotros mismos y estamos preparados para cuando llegue el momento", advierte el coronel.
El "invierno árabe"
Afuera, la nieve cubre algunos manzanos y los restos de mortero que hay abandonados junto a uno de los troncos. "¿Y a esto llaman la primavera árabe?", se ríe Hussein, un capitán del ELS, mostrando el paisaje sirio, vestido con un buzo y un pasamontañas negro como único abrigo. "Nadie nos ayuda, así que la verdad es que ya estamos en el invierno árabe, si es que podemos llamarlo así."
La extensión de las protestas al centro de Damasco puede significar un paso crucial para la resistencia, que sigue saliendo a las calles a manifestarse en muchas pequeñas localidades del noroeste del país con una paciencia y un valor asombrosos.
En una clara muestra de la preocupación del régimen por estas nuevas protestas, fuerzas del ejército sirio fueron desplegadas ayer en la capital para impedir cualquier manifestación tras el llamado a la "desobediencia civil" lanzado por la oposición.
Los comercios permanecieron cerrados en los barrios de Barzé, Qabune y Jubar (en el noroeste de la capital) y Kafar Sussé (Sur), tradicionalmente opuestos al régimen.
Mientras tanto, en ciudades como Homs ya no es posible salir a la calle. Los bombardeos indiscriminados contra la población civil han dejado cientos de muertos en las últimas dos semanas y continúan sobre diversos puntos de la ciudad, rodeada por las tropas de Al-Assad y sometida a un castigo constante que arroja un lento y sangriento balance.
En Al-Qusayr, a 30 kilómetros de Homs, la población se prepara para un posible ataque del régimen, según fuentes del Ejército Libre Sirio, que han rodeado la ciudad con 17 controles y han instalado artillería pesada en muchos de ellos. Hace dos días cayó un mortero en una de las principales mezquitas, donde cuatro personas resultaron heridas.
Las unidades rebeldes cuentan cada día con nuevas adhesiones, soldados desertores de las fuerzas regulares que engrosan las unidades del Jeish al-Hor, un ejército sin grandes medios para poder hacer frente a las tropas del régimen.
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