La realidad acaba con los eufemismos presidenciales
MADRID.- Muchos en el Partido Popular (PP) llevaban meses esperando este momento. ¿Por qué no explicamos lo que estamos haciendo? ¿Por qué no les contamos a nuestros votantes por qué hemos incumplido todo lo que prometimos?, se preguntaban una y otra vez en los pasillos del Congreso y en el gobierno.
Pero el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, había decidido no quemarse. Dejar que sus ministros explicaran los recortes. Buscar eufemismos para todo. Negar la evidencia. Esconderse. Hasta en eso tuvo que hacer el mandatario una rectificación completa.
"Un nuevo debate de investidura" fue como lo definió el líder del Partido Socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba. Puede que sea algo más.
El resistente Rajoy, capaz de aguantar lo que haga falta, se tragó el mayor sapo de su vida y ha anunciado una rectificación completa de su política económica sin inmutarse. Un auténtico desmentido de sí mismo, de todo lo que dijo en los últimos años, sólo comparable al que realizó el propio ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero hace dos años cuando reconoció el alcance de la crisis, y que lo hundió definitivamente. Rajoy, temeroso de aquello, huyó de un día como hoy, pero al final aceptó la presión de los suyos porque su imagen estaba ya por el suelo.
El presidente anunció una espectacular subida del IVA de tres puntos, hasta el 21%. Algo que había negado una y otra vez, hasta hace unas pocas semanas.
Cuando estaba en la oposición llegó a recoger firmas contra una subida mucho menor, al 18%. Los videos recopilados estos días son durísimos para él. Ante la evidencia de que estaba traicionando abiertamente a sus electores, Rajoy decidió hacer lo que le pedían los suyos: un discurso al estilo de (Winston) Churchill, de sangre, sudor y lágrimas, basado en una idea difícil de asumir para un presidente del gobierno: no hay más remedio. Incluso llegó a decir que España no tiene libertad. "Los españoles no podemos elegir si hacer o no sacrificios. No tenemos esa libertad."
El mensaje churchilliano, muy aplaudido por la bancada del PP, tenía una línea argumental: esto es durísimo. ("No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor", dijo Churchill en plena guerra.)
"No son medidas agradables, pero son imprescindibles. Necesitamos que nos presten dinero. Estamos encerrados en un círculo del que debemos salir. Estamos en un momento crucial que determinará nuestro futuro. Hacemos cosas que no nos gustan, yo el primero, pero no hay más remedio."
Por primera vez, el propio presidente lanzó un mensaje muy claro a sus votantes, en el que admitía implícitamente que les mintió: "Soy el primero en tomar medidas que no me gustan. Dije que bajaría los impuestos y los subí. No he cambiado de criterio, no renuncio a bajarlos cuando pueda. Pero cambiaron las circunstancias y hay que adaptarse a ellas. Son medidas excepcionales para circunstancias excepcionales".
Rajoy, siempre pragmático, apeló ahora a él para justificar por qué hace lo contrario de lo que prometió.
Pero también llegó el momento Churchill de mirar al futuro: "¿Servirá de algo tanta estrechez? Mi respuesta es sí, con toda rotundidad, no tengo ninguna duda. No estaría aquí si la tuviera. Al final del sacrificio nos espera la recompensa".
Prácticamente todo lo que dijo en campaña electoral quedó desmentido en los hechos. Prometió bajar impuestos, no tocar el seguro de desempleo, prometió no tocar el sueldo de los funcionarios... Todo quedó en nada. Lo único que queda libre de momento son las jubilaciones. Pero parece cuestión de tiempo. Un presidente que se enmienda a sí mismo sólo se puede aferrar a una cuestión: el dramatismo del momento. Y eso es lo que hizo Rajoy, pedir a los españoles un esfuerzo enorme, que confíen en el gobierno, y sobre todo les dijo que no hay ninguna otra opción, aunque los dirigentes de la oposición ya empezaron a desgranar esas opciones, entre ellas, las de subir los impuestos a los más ricos.
Y por último, Rajoy trató de bloquear las críticas de la oposición. Explicó que la situación es tan complicada que requiere un ataque de responsabilidad de todos: la oposición, los medios de comunicación, la sociedad entera. A todos les pidió que confíen en él. El presidente es consciente de lo difícil que es eso cuando su credibilidad está por el suelo después de haberse comprometido a hacer todo lo contrario de lo que ha hecho. Pero Rajoy es un resistente nato. Y confía en que, en algún momento, con el tiempo, pueda recuperar esa imagen. Siempre que se logre salir de la crisis, claro.
Pero él mismo ha reconocido que eso no sucederá en breve.
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