La realeza británica recupera su esplendor
LONDRES.- A los Borbones no les vendría mal echar una mirada sobre la experiencia de sus parientes de la casa real británica.
En 1992, Isabel II dejó al mundo boquiabierto al proclamar públicamente que aquel era su annus horribilis . Ahora, en cambio, la veterana jefa de Estado se apresta a festejar con brío su jubileo de Diamante por los 60 años de permanencia en el trono, un aniversario que la encuentra al frente de una familia real que goza actualmente de los más altos niveles de popularidad.
Para los Windsor, las dos últimas décadas estuvieron marcadas por una larga sucesión de escándalos, accidentes y catástrofes, empezando con el incendio del castillo que dio nombre a su dinastía. Casos de adulterio, divorcio y rumores de corrupción dejaron al descubierto lo peor de la condición humana de las figuras más altas de la nobleza británica. Isabel II nunca tuvo que pedir perdón, como sí lo hizo su primo español de regreso de cacería de elefantes por Botswana. Pero en las dramáticas jornadas que siguieron a la inesperada muerte de la princesa Diana, en 1997, la reina se vio obligada por primera vez a dar explicaciones de su actitud frente a las cámaras de televisión.
Esa la fue la única forma de calmar los ánimos de un público que no comprendía su renuencia a permitir demostraciones oficiales de duelo por la muerte de su ex nuera.
Aquel discurso, ligeramente emotivo, fue el primer ladrillo colocado en la remodelación de la imagen de la realeza británica. A él le siguió la regularización de la relación del príncipe Carlos con la divorciada Camilla Parker Bowles, convertida en cónyuge del heredero de la corona y duquesa de Cornualles. Contratiempos no faltaron en lo que ha sido un largo y tortuoso camino de represtigio (entre ellos, la vinculación del duque de York con casos de tráfico de influencia), pero ninguno logró impedir que la monarquía se alce hoy con el mismo esplendor que el también reconstruido castillo de Windsor.
El príncipe Guillermo y su esposa, la otrora plebeya Kate Middleton, son los grandes garantes del futuro dinástico. La pareja celebrará hoy "estrictamente en privado" el primer aniversario de su boda, un evento que, gracias a la televisión y los medios digitales, fue seguido de cerca por 2000 millones de personas en distintas parte del planeta.
Desde entonces, la prensa británica cubre cada uno de sus movimientos con un interés rayano en la obsesión. No pasa un día sin que los rostros de los duques de Cambridge aparezcan en las páginas tanto de tabloides (como The Sun y el Daily Mail) como de diarios más serios (The Times y The Daily Telegraph).
El último cubrió la mitad de una de sus recientes portadas con una foto de Guillermo cargando un bebe. El pequeño, hijo de uno de sus admiradores, no estuvo en sus brazos más que un minuto, pero la imagen sirvió para que el diario dedicara una larga nota en la que decía hacerse eco de la supuesta inquietud del público porque los príncipes no han dado indicio de estar a punto de agregar otro nombre a la lista de herederos de la corona.
Simpatía
La especulación en torno al embarazo de Kate tiene por el momento un tono positivo. Hasta su extrema delgadez se aceptó con un alto grado de simpatía, por más que evoque el temor de ver repetida la historia de bulimia sufrida por la difunta Lady Di. En su caso, sin embargo, la esbeltez se justifica como algo que le ha permitido convertirse en árbitro de la moda en un mundo donde - quizá tristemente- quienes marcan las grandes tendencias suelen ser jóvenes sumamente flacas.
Algo que parece contribuir a mantener firme la devoción de la prensa hacia la familia real es la aparición de un nuevo fenómeno sobre el cual los medios pueden dirigir lo peor de sus instintos: la "seudorrealeza". Su gran exponente es la hermana menor de Kate, Pippa Middleton, que saltó a la fama mundial tras su curvilínea aparición como dama de honor en la boda real.
Por más que la muchacha no forma parte del elenco monárquico, no tiene título alguno de nobleza ni cargo público, se convirtió en un imán para los paparazzi . Hace unos días, Pippa acaparó la atención mediática al protagonizar un incidente en las calles de París cuando la persona que manejaba el auto en el que se encontraba, sacó un arma (supuestamente de juguete) y amenazó a un fotógrafo.
Docenas de artículos, editoriales y cartas de lectores fueron dedicados a censurar la "decadencia" de la cuñada del segundo en la sucesión del trono británico.
Quizá los Borbones deberían buscar en su entorno a quien pueda jugar el papel de este tipo de "celebridad periférica" hacia la cual desviar la curiosidad más mórbida de la prensa.
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