La raíz de la crisis: por qué los demócratas no opusieron ninguna resistencia a que Biden volviera a ser candidato
Con un candidato de 81 años y sin plan b; un destacado demócratas se pregunta: “¿cómo llegamos hasta aquí?” ; la respuesta es complicada
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NUEVA YORK.- Recién finalizado el debate presidencial del jueves, mientras Jill Biden ayudaba al presidente Joe Biden a bajar del escenario, la exsenadora demócrata Claire McCaskill planteó una pregunta “difícil y desoladora” ante las cámaras de la cadena MSNBC.
“Tenemos que preguntarnos cómo llegamos a esto”, dijo McCaskill.
Faltan apenas siete semanas para que los demócratas se reúnan en Chicago para nominar formalmente a Biden y el Partido Demócrata está sumido en la crisis. Pasmados por la claudicante actuación del presidente en el debate, muchos dirigentes partidarios, aportantes de campaña, militantes y votantes comunes ahora temen que Biden pierda ante el expresidente Donald Trump y arrastre consigo a los demócratas a una devastadora derrota en las elecciones locales y en la renovación de bancas del Congreso.
La respuesta a la pregunta de McCaskill es un complejo cóctel de circunstancias históricas y falencias estructurales, de un partido con problemas de fisuras ideológicas internas y generacionales, y de un presidente demócrata envejecido que se pasó la vida luchando para llegar al cargo.
Biden está rodeado de un estrecho círculo de asesores y familiares de toda la vida que alentaron su deseo de ir por un segundo mandato. Pero las entrevistas con los principales estrategas del partido, funcionarios y allegados a otros dirigentes demócratas vistos como posibles aspirantes a la presidencia sugieren que “para llegar a esto” fue igualmente determinante que los líderes del partido se hayan dejado llevar por la complacencia o las presiones y se hayan alineado detrás de Biden en los momentos cruciales en que podrían haberlo convencido de dar un paso al costado.
Muchos de ellos, incluidos los principales asesores del presidente, sacaron conclusiones demasiado optimistas de la victoria de Biden contra Trump en 2020, de su racha de victorias políticas como presidente y de los resultados sorprendentemente buenos de los demócratas en las elecciones de mitad de mandato de 2022.
“Fueron las elecciones del 2022″, dice David Plouffe, máximo asesor de la campaña de Obama por la reelección en 2012. “Hicimos tres buenas elecciones consecutivas. La sensación era: No hay que cambiar nada”.
Y unos 50 años después de que el Partido Demócrata reescribiera sus reglas para reducir el rol de los jefes políticos, tampoco había ningún líder que pudiera intervenir o que estuviera preparando calladamente un Plan B. Otras figuras demócratas claves, como Obama o Bill y Hillary Clinton, que podrían haber presionado a Biden para que considerara retirarse o sugerido un plan alternativo, han seguido con sus vidas después de abandonar la Casa Blanca, y como operan fuera del círculo cercano de asesores de Biden, no estaban en posición de plantearle a los Biden una conversación tan delicada.
En momentos clave, quienes intentaron dar la voz de alarma sobre las posibles vulnerabilidades de Biden —entre ellos David Axelrod, el principal estratega de Obama, y James Carville, que colaboró con la elección de Bill Clinton en 1992— fueron fustigados por los demócratas y cancelados en las redes sociales, y reprendidos por los principales asesores de Biden por su supuesta deslealtad.
Después de pasar revista a las debilidades de Biden, los potenciales candidatos que podrían haberlo desafiado abandonaron la idea por temor a la reacción violenta de un partido férreamente encolumnado detrás del presidente. Fue también un reconocimiento al peso de la historia: desafiar a un presidente en ejercicio casi nunca tiene éxito, y Biden contaba con amplio apoyo entre los demócratas, y hasta hace muy poco, especialmente entre el crucial segmento de votantes negros.
“Lo dije entonces, tanto en privado como en público: si Biden decidía competir, iba a ser el candidato”, apunta Axelrod. “Sabía que desafiarlo en las primarias sería un fracaso y que solo ayudaría a Trump. Y estoy convencido de que hubo potenciales rivales demócratas que hicieron los mismos cálculos y no quisieron poner en peligro su futuro político”.
La situación sorprende aún más si pensamos que el Partido Demócrata, según sus operadores y militantes, tiene actualmente los mejores cuadros políticos de próxima generación en mucho tiempo.
De hecho, muchos de ellos tienen más experiencia de gestión que Clinton y Obama cuando llegaron a la Casa Blanca: los gobernadores Andy Beshear, de Kentucky, Gavin Newsom, de California, JB Pritzker, de Illinois, Josh Shapiro, de Pensilvania, y Gretchen Whitmer, de Michigan; el jefe de la bancada en la Cámara Baja, Hakeem Jeffries; el secretario de Transporte, Pete Buttigieg, y la vicepresidenta Kamala Harris, que fue elogiada por su firme defensa de Biden después del debate.
“La bancada demócrata nunca ha estado integrada por dirigentes tan formados a nivel local, estatal y federal”, apunta Lis Smith, destacada estratega del partido. “Tenemos infinidad de excelentes alcaldes, gobernadores, senadores, congresistas y funcionarios del gabinete de próxima generación”.
“Necesitamos llegar a un acuerdo de caballeros: que 2024 es la última vez que les pedimos que esperen su turno”, agrega Smith.
Defección de los posibles rivales
Después de la elección de Biden, algunos de sus potenciales sucesores —como Pritzker y Newsom— empezaron a prepararse en silencio para una posible campaña en 2024, en caso de que Biden decidiera ser “un puente” hacia las nuevas generaciones, como él mismo había dicho, y hacerse a un lado después de su mandato.
El objetivo neto era dejar sentadas las bases para una candidatura en 2028 y al mismo tiempo posicionarse muy discretamente en caso de que Biden desistiera de competir en 2024. Según sus aliados, Newsom nunca consideró desafiar a Biden, algo que dejó muy en claro cuando desde la Casa Blanca empezaron a seguir nerviosamente sus movimientos y actividades políticas en todo el país.
Pero Biden mostró estar poco dispuesto a retirarse. Obtuvo una serie de victorias legislativas, entre ellas la aprobación de una ley de proyectos de infraestructura por 1 billón de dólares consensuada con la oposición y un paquete de 1,9 billones de dólares para ayudar a la nación a lidiar con la pandemia de COVID, por las que fue elogiado por su capacidad de gestión, y algunos hasta compararon sus logros con los de Lyndon Johnson.
Curiosamente, a Biden también lo ayudó haber elegido a Harris como su vicepresidenta: muchos demócratas sentían que Harris carecía de la habilidad y la dimensión política para ponerse al frente de una candidatura a nivel nacional, y al mismo tiempo creían que sería difícil negarle a la primera vicepresidenta negra la posibilidad de competir si Biden no iba por la reelección.
Un panorama más alarmante
En noviembre, una encuesta del New York Times/Siena College reveló que Biden estaba detrás de Trump en cinco de los seis estados pendulares que suelen decidir la elección, y que los votantes estaba profundamente preocupados por la edad del presidente y por su política económica. Axelrod volvió a la carga y una vez más planteó dudas sobre la viabilidad de la candidatura de Biden para enfrentar a Trump.
“Lo que tiene que decidir es si es prudente presentarse”, escribió Axelrod en la red social X. “¿Es lo mejor para el país o es lo mejor para él?”.
Axelrod recibió una feroz reacción de los demócratas de todo el país, y hasta desde dentro de la Casa Blanca. El exjefe de gabinete de Biden, Ron Klain, por ejemplo, reflotó que en 2019 Axelrod se había referido a Biden como “Mr. Magoo”, y se filtró que Biden había despotricado contra Axelrod en términos picantes.
Para los demócratas que analizan el actual panorama, que después del debate del jueves parece todavía más alarmante que en noviembre, es difícil no preguntarse qué habría pasado si alguien hubiera convencido a Biden de no postularse.
Pero la decisión fue de Biden, y fueran cuales fuesen sus debilidades como candidato a la presidencia, dominó las primarias: él era el presidente, él era el líder indiscutido de su partido, y había sido él, como repitieron Biden mismo y sus asistentes, quien en 2020 y 2022 les había demostrado a los escépticos que estaban equivocados.
“Teníamos a un presidente en ejercicio con el mejor historial económico desde Roosevelt y que además es un hombre muy compasivo”, señala Barbara Boxer, exsenadora demócrata por California. “¿Cómo no nos íbamos a aferrar a eso?”.
Por Jim Rutenberg y Adam Nagourney
Traducción de Jaime Arrambide
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