La Argentina en la campaña brasileña: las expectativas de Lula y el documento que le entregó Scioli
El embajador aceleró las gestiones frente al expresidente en la previa de las elecciones del domingo para superar el malestar del PT por el vínculo con el actual mandatario; actualmente la relación bilateral fluye, pero no es una alianza
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RÍO DE JANEIRO.- En un reciente encuentro entre el excanciller brasileño Celso Amorim y el Grupo de Embajadores Latinoamericanos y del Caribe (Grulac), en Brasilia, el embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, le entregó al principal consejero del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva un documento titulado “Ejes para la Integración Argentina-Brasil, 2022-2023″. Son 14 páginas de propuestas para fortalecer el vínculo bilateral, discutidas y acordadas con las máximas autoridades del Gobierno argentino, y que también fueron enviadas al Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño.
Antes de las elecciones del domingo -a las que Lula llega como claro favorito-, la Casa Rosada no esconde sus preferencias, pero tampoco abandona el pragmatismo, característica que el exgobernador bonaerense demostró desde el primer día que llegó a Brasil, y que sigue manteniendo después de volver a ocupar un puesto considerado estratégico para cualquier gobierno argentino. Ese pragmatismo de Scioli generó cierto malestar en algunos dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT), incluido Lula. Hubo quejas y el embajador, a quien el expresidente brasileño apoyó en las elecciones argentinas del 2015, tuvo que explicar y defender su decisión de buscar la mejor relación posible con el gobierno de Jair Bolsonaro, en nombre de los intereses económicos y comerciales argentinos.
En la cancillería brasileña, los elogios a Scioli son una constante. Para algunos diplomáticos de Itamaraty es difícil de entender que un dirigente peronista, que fue vicepresidente de Néstor Kirchner, candidato elegido por Cristina para disputar la presidencia en 2015 y muy cercano a Lula haya logrado un diálogo con el Palacio del Planalto, que para muchos parecía imposible. Hay que recordar que Bolsonaro especuló con la posibilidad de no enviar un funcionario de peso a la asunción de Alberto Fernández (finalmente, por presiones diversas, viajó el vicepresidente Hamilton Mourão) y, al principio de su gobierno, las tensiones bilaterales alcanzaron niveles extremos.
Hoy las relaciones entre ambos países fluyen con cierta normalidad, y las diferencias políticas e ideológicas no causan mayor daño en el día a día de las cancillerías. La Argentina y Brasil no son aliados, no se articulan, por ejemplo, para proponer un candidato único para la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), como harían muy probablemente si Lula fuera presidente. Un alto funcionario del gobierno de Bolsonaro reconoció a LA NACION que si así hubiera sido en 2020, el americano Mauricio Claver-Carone, ahora desplazado por un escándalo amoroso, tal vez no hubiera sido elegido para presidir ese organismo multilateral.
Los dos gobiernos tampoco coordinan posiciones comunes sobre temas regionales o globales. En el ámbito de Naciones Unidas, Brasil y la Argentina votaron de manera diferente en temas relacionados a la guerra de Rusia en Ucrania. También están en posiciones muy distantes sobre cuestiones como el acuerdo entre Mercosur y Unión Europea -el Brasil de Bolsonaro está mucho más interesado que la Argentina- y la situación en Venezuela.
La propuesta de Scioli a Lula
En la propuesta de Scioli, se recuerda una frase del presidente Roque Sáenz Peña, que en una visita a Río de Janeiro, en 1910, aseguró que entre Brasil y la Argentina “todo nos une y nada nos separa”. Después de hacer un recorrido histórico, el embajador propone ejes de integración y afirma estar convencido de que “la nueva configuración del escenario internacional representa una oportunidad histórica” para relanzar la relación bilateral.
El documento que Scioli presentará públicamente los próximos días menciona iniciativas en infraestructura, acuerdos financieros (se habla de un swap entre bancos centrales para fortalecer las reservas argentinas), sistema de pago en monedas locales para dinamizar el comercio bilateral, promoción de inversiones, diálogo político, derechos humanos y de género, integración energética (un gasoducto que una Vaca Muerta a Brasil es una de sus obsesiones) e integración industrial.
“Mi gran objetivo en esta segunda etapa, que conversé con el máximo nivel de mi gobierno, es articular un gran acuerdo de integración profunda entre la Argentina y Brasil, que tiene en la integración financiera y energética dos pilares fundamentales. Estoy convencido de que en el marco de la crisis de la globalización tenemos que fortalecer lo regional”, dijo Scioli a LA NACION.
Entre colaboradores de Lula, se confirma que la relación con la Argentina será fundamental, en caso de conquistar un tercer mandato. La embajada brasileña en Buenos Aires es considerada por los asesores internacionales del expresidente y candidato presidencial como una de las más importantes, junto con Washington, Nueva York y París. En los cuatro puestos diplomáticos, comentaron fuentes del PT, serían enviados embajadores probablemente de carrera, pero muy cercanos al partido de gobierno.
La capital argentina, en caso de una victoria de Lula, podría ser una de las primeras en ser visitada como presidente electo. En 2019, presidente Bolsonaro priorizó su relación con los Estados Unidos de Donald Trump y, en la región, con el Chile del entonces presidente Sebastián Piñera. El jefe de Estado brasileño viajó a la Argentina seis meses después de asumir el poder, para estrechar lazos con el gobierno de Mauricio Macri, al cual apoyó abiertamente en la campaña argentina de 2019.
Con la llegada de Scioli a Brasilia, y bajo fuerte influencia de Itamaraty, el gobierno de Bolsonaro aceptó una relación esencialmente económica con la Argentina, uno de los principales socios comerciales de Brasil, superado apenas por Estados Unidos y China. También fue importante la presión de empresarios locales, siempre preocupados por el impacto negativo de las disputas políticas en el comercio bilateral, aun superavitario para Brasil.
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