Se trata de un conflicto que se remonta a la década de 1960 en la ciudad de Palm Springs cuando un grupo xenófobo incendió las casas de los ciudadanos de tes oscura sin razón
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Alvin Taylor y su hermana Pearl eran tan solo unos niños cuando las casas de sus vecinos en la ciudad de Palm Springs, California, empezaron a incendiarse, pero aún recuerdan el olor a humo. “Volvíamos, y vimos como la casa de un vecino ya no existía, sólo había escombros quemados”, cuenta Pearl Taylor Devers.
La ciudad de Palm Springs empezó a arrasar en 1965 al barrio de mayoría negra de los Taylor, para así dar paso al desarrollo comercial en este lugar cercano al centro de la ciudad.
El padre de Alvin y Pearl, que era carpintero, había construido su modesta casa desde los cimientos. Su madre trabajaba limpiando casas de famosos como Lucille Ball y la familia de Amelia Earhart, y llevaba a los niños a la iglesia todos los domingos.
Los Taylor crecieron en una zona de Palm Springs conocida como la Sección 14. La segregación racial hizo del barrio uno de los pocos lugares donde los negros podían comprar una casa.
Pero eso era antes de los incendios. En ese momento, cada semana ardía una nueva casa, a veces con todo dentro. La familia Taylor se mudó de casa en casa en la sección 14, tratando de escapar de las llamas.
Tras una larga investigación, un informe de 1968 del Departamento de Justicia de California consideró que la destrucción de la sección 14 había sido un “holocausto organizado por la ciudad”.
Seis décadas después, los sobrevivientes de la Sección 14 pudieron ver por fin restituida su dignidad después de que el Grupo de Trabajo sobre Reparaciones del Departamento de Justicia de California emitiera un conjunto de propuestas de reparación la semana pasada.
El informe de 1.000 páginas establece 115 recomendaciones legislativas para abordar las desigualdades entre los californianos negros, y garantizar que las injusticias -como la destrucción de la Sección 14- no vuelvan a repetirse.
Entre las recomendaciones figura una controvertida propuesta de un pago en efectivo de unos US$1,2 millones a cada descendiente negro de esclavos.
Desde el equipo de trabajo dijeron que esperan que su informe ayude al público a comprender el verdadero coste del racismo en California, más allá de que el gobierno otorgue o no los pagos directos en efectivo.
Nada que no haya sido tocado por el racismo
Este debate no es nada nuevo. Los estadounidenses han discutido sobre la idea de las reparaciones desde el final de la Guerra Civil. En los últimos años, miembros del Congreso han intentado -y fracasado- en crear una comisión para estudiar propuestas de reparación para los afroestadounidenses.
Mientras que los esfuerzos de reparación pueden haberse estancado a nivel federal, los debates locales se han intensificado, especialmente en los años transcurridos desde el asesinato de George Floyd.
La ciudad de Evanston, en Illinois, se convirtió en el primer lugar de Estados Unidos en conceder una compensación económica por la discriminación racista en materia de vivienda. Pero el plan de California, de aplicarse, sería el más radical hasta la fecha.
Cheryl Grills, psicóloga clínica especializada en traumas raciales y nombrada miembro del grupo de trabajo, afirmó que es necesario reconocer que el pasado sigue afectando a las personas en la actualidad. “Puede que la esclavitud haya terminado, pero la ideología y los mecanismos para tratar de mantener a los negros en lo más bajo siguen estando con nosotros”, afirmó Grills.
Esa es una lección que los Taylor dicen haber aprendido de primera mano. La destrucción de su casa en la sección 14 formó un recuerdo esencial que los marcaría el resto de sus vidas.
El padre de los Taylor, un hombre orgulloso, se negó en aquel momento a abandonar la casa que construyó para su familia. Intentó en vano conseguir un préstamo para comprar el terreno, pero en una época en la que la mayoría de los bancos se negaban a conceder hipotecas a los negros estadounidenses, le quedaron pocas opciones.
Empezó a beber en exceso para sobrellevar el estrés; al final, cuenta Pearl, su madre se llevó a los niños, abandonó Palm Springs y a su marido. “No estuvimos allí para ver el día en que lo echaron de casa. Estoy segura de que fue muy traumático para él”, dijo Pearl. Al final, Taylor murió de alcoholismo.
De joven, Alvin Taylor se lanzó a la música y canalizó sus dotes de batería en una carrera en la que tocó junto a artistas famosos como Little Richard, George Harrison, los Beatles y Elton John.
Durante un tiempo, el éxito mitigó el dolor de la pérdida de su infancia, su hogar y su padre. Pero cuando eso dejó de funcionar, Alvin se refugió en las drogas. “Buscaba una vía de escape”.
Tras años de lucha contra la adicción, quedó detenido. Ahora, con 71 años, cree que la destrucción de su hogar es la raíz de su lucha contra la adicción. “Mirando hacia atrás, tengo la sensación de que nos trataron como animales y nos despreciaron como seres humanos”, afirma.
Calcular el costo del racismo
Experiencias como la de los Taylor son una de las razones por las que California creó el grupo de trabajo. Pero, ¿es posible asignarle una cantidad en dólares a los daños del racismo?
Para calcular el costo, el grupo de trabajo examinó los datos estatales sobre el impacto financiero de los daños en cinco categorías: salud, discriminación en la vivienda, expropiaciones injustas, devaluación de los negocios de las personas negras, encarcelamiento masivo y exceso de vigilancia policial.
El grupo de trabajo señaló que esta lista de perjuicios no es exhaustiva, y que puede ser ampliada posteriormente, lo que podría elevar el coste total por encima de los US$1,2 millones por persona indicados en el informe.
Los cálculos pretenden ser estimaciones pedagógicas, es decir, un esfuerzo “intencionadamente conservador” para subrayar que el racismo en Estados Unidos tiene un costo económico.
Sin embargo, el reto de determinar la cantidad de dinero de la restitución corresponderá en última instancia a los legisladores del estado de California, que votarán si adoptan o no las recomendaciones del informe final.
Podrían decidir conceder sólo una parte de la cantidad recomendada, o compensar a la gente de otras maneras, como mediante la condonación de préstamos u otros programas sociales.
El Estado se encuentra actualmente en déficit presupuestario, y algunos han especulado con que es poco probable que el gobernador demócrata Gavin Newsom apoye un desembolso multimillonario en efectivo. “Hacer frente al legado de la esclavitud es mucho más que pagar en efectivo”, dijo Newson en una oportunidad.
Como hijo de inmigrantes, el asambleísta Essayli dijo que considera injusto obligar a todos los habitantes del Estado a pagar las reparaciones. “Mi familia no tuvo nada que ver con la esclavitud. California nunca fue un estado esclavista”, dijo. “Creo que el racismo es simplemente una parte fea de la humanidad y simplemente no entiendo cómo vamos a calcular el racismo para un grupo en particular”.
Para Donald Tamaki, abogado, defensor de los derechos civiles y único miembro no negro del grupo de trabajo, la reacción negativa ha sido frustrante pero previsible. En su opinión, los críticos con la propuesta se asustan porque no están acostumbrados a considerar las reparaciones como una obligación social. Pero existe un precedente para las reparaciones en dinero, con el que Tamaki está personalmente familiarizado.
Su familia estuvo entre los más de 120.000 japoneses-estadounidenses obligados a abandonar sus hogares e internarse en campos gestionados por el gobierno al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
En 1983, Tamaki formó parte del equipo jurídico que ayudó a preparar el terreno para la Ley de Libertades Civiles de 1988, que pidió disculpas oficialmente por la reclusión de japoneses y otorgaba US$20.000 a cada antiguo detenido sobreviviente.
“Para la mayoría de los japoneses estadounidenses, fue recuperar su dignidad”, afirmó.
“Ninguna cantidad de dinero puede compensar lo que se hizo”
Años después de que la ciudad de Palm Springs redujera a escombros la casa familiar, la madre de Pearl y Alvin pudo por fin comprar una casa nueva, y también el terreno. “Estaba muy emocionada”, recuerda Taylor Devers. “Se sentía segura de que no le iban a quemar la casa ni se la iban a quitar”.
Esa resistencia y determinación no sólo para reconstruir sino para prosperar, es la esencia de lo que significa ser negro en Estados Unidos, afirma Taylor Devers. Pero ha tenido un alto costo.
El pasado Juneteenth -también conocido como Día de la Emancipación, una festividad de Estados Unidos que conmemora el 19 de junio la liberación de los afroestadounidenses esclavizados- Taylor Devers animó a sus compañeros que sobrevivieron en la Sección 14 a permanecer vigilantes en su lucha por la justicia y las reparaciones.
Fuera del escenario, Alvin Taylor asintió con la cabeza. Más tarde, esa misma noche, se abrió paso con cautela entre las piedras del desierto y los matorrales hasta situarse sobre los cimientos de hormigón de la que había sido su casa.
Después de 60 años, el terreno sigue sin urbanizarse. “Literalmente, no hay una cifra en dólares que pueda compensar el daño. Somos conscientes de ello”, afirma Pearl. “Pero creo que la idea de que se intente avanzar con algún tipo de restitución ayudaría”.
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