La princesa Kate ya nos contó que tiene cáncer, ¿ahora estamos contentos?
El anuncio sobre su salud es una elocuente parábola sobre los límites, los que nos debe la realeza y los que le debemos a ella
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WASHINGTON.- En realidad, la única certeza que uno tiene al mirar el video de Kate Middleton es que esa mujer preferiría no tener que estar haciéndolo. Y no solamente porque preferiría no tener que recibir quimioterapia contra el cáncer, sino también porque seguramente hubiera preferido mantener el tratamiento en la intimidad. Pero entonces estallaron las teorías conspirativas y la princesa se vio empujada frente a las cámaras para leer en un teleprónter lo que los médicos habían encontrado adentro de su cuerpo.
Detrás del agradecimiento de Kate “a los muchos de ustedes que me demostraron tanto amor, apoyo y buenos deseos”, acecha el reconocimiento tácito de que una igual cantidad de “ustedes” no estaba mostrando amor ni le deseaba lo mejor. De hecho, para entonces ya algunos de ellos habían creado memes de cómo el príncipe Guillermo había asesinado a su esposa para luego enterrarla en el patio de atrás.
Así que Kate, en medio de la quimioterapia, tuvo que venir a aclarar las cosas. Con un suéter y sentada en un banco al aire libre, explicó que “la cirugía abdominal mayor” a la que se sometió en enero no tenía que ver con el cáncer, pero que los análisis posteriores revelaron que la enfermedad “ya estaba presente”. Agregó que ella y Guillermo habían hecho “todo lo posible para procesar y manejar esta situación en la intimidad, por el bien de nuestra joven familia”. Pidió “más tiempo, espacio y privacidad” para sobrellevar el tratamiento. También dijo sentirse “un poco más fuerte cada día”.
Para ponerlo en contexto, cabe señalar que a principios de este año el Palacio de Kensington anunció que la operación se trataba de un procedimiento “programado”, lo que ciertamente no excluye el calificativo de “mayor”, pero sí connota una idea de procedimiento “de rutina”.
En ese momento, las fuentes palaciegas transmitieron que la dolencia de Kate era “no cancerosa”, lo que en parte hizo que los observadores de la realeza se sintieran autorizados a tratar toda la noticia como un entretenido y vulgar juego de pistas masivo con miles de jugadores online.
Desafío
Para contextualizar aún más, podríamos agregar que la semántica y la elección de las palabras –“programado” versus “mayor”– probablemente no signifiquen absolutamente nada para una mujer de 42 años, madre de tres hijos, que atraviesa el desafío de salud más aterrador de su vida mientras intenta tranquilizar a sus hijos diciéndoles que mamá “estará bien”. No debe ser gran consuelo escuchar que cuando la gente se burlaba de vos no sabía que tenías cáncer, sino bueno… algo todavía más inconfesable que había trastornado tu vida.
Para los británicos, la pregunta de “qué pasa con Kate”, resultó ser, al final, una pregunta sobre cuánto les debe la realeza y cuánto le deben ellos. ¿Cuánta privacidad debería concedérsele a una familia que no sólo vive del erario público, sino cuyo rol principal es justamente ser una cara pública?
La reina Isabel II una vez dijo: “Para que me crean, me tienen que ver”. Y toda la saga de Kate demostró que esa afirmación era muy cierta: cuando la princesa desapareció, la gente perdió la fe en la corona. Cuando se cortó el alimento de la mitología real, empezaron a crear sus propios y extraños mitos. Desde su programa, el presentador Stephen Colbert fogoneó rumores sobre el matrimonio de Kate y Guillermo, al reflotar la vieja teoría de que el príncipe había tenido una aventura. En retrospectiva, el segmento del programa resultó estar garrafalmente equivocado. Contrariamente a las especulaciones sobre la salud de su matrimonio, en su anuncio Kate dijo que tener a Guillermo a su lado “es un enorme consuelo y una fuente de tranquilidad”.
Apenas pasaron horas del anuncio y en las redes hubo varios que recularon, siempre escudándose en que es lo que Kate debería haber dicho para empezar: si hubiera sido franca desde el principio, los medios y el público hubieran sabido dejarla en paz. Tiendo a creer que podría haber sido así –antes de su anuncio, yo misma defendí la necesidad de mayor transparencia–, pero, al mismo tiempo, eso implica reclamarle que no haya tenido la templanza necesaria para pensar en eso antes que en su salud.
Y de todos modos, cuando vi a Kate –una mujer que tuvo que hacerse tiempo entre el tratamiento contra el cáncer y el cuidado de su familia para peinarse, maquillarse y demostrarle al mundo que no estaba muerta, que no era una doble de cuerpo, que no había dejado a su marido, y que no estaba escondida porque le habían cortado mal el pelo, sino que simplemente está enferma– y la escuché darnos sus malas noticias, lo que pensé no fue que debería haberlo dicho antes: pensé en lo triste que es que haya tenido que hacerlo.
Monica Hesse
Traducción de Jaime Arrambide
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