La presidencia española de la Unión Europea es una oportunidad para América Latina
España buscará aprovechar ese lugar de privilegio para reencausar la relación entre ambas regiones
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MADRID.- España asumirá el 1° de julio la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea (UE) del segundo semestre de 2023. El país buscará aprovechar su capacidad de arrastre en el club europeo para cambiar el rumbo de la relación bilateral entre la UE y América Latina, o cuando menos para devolverle algo de la intensidad que disfrutó antaño. Un objetivo ambicioso, pero sin duda oportuno y necesario para ambas partes.
La oportunidad es única. La presidencia española llega en un momento geopolítico global con el foco puesto en el crecimiento con garantías de sostenibilidad social, económica y medioambiental, de realineamiento regional, de toma de conciencia de la necesidad de aprovechar las oportunidades industriales y de progreso que brindan la lucha contra el cambio climático, la transición energética y la revolución tecnológica y digital.
También se trata de una oportunidad para reforzar mutuamente los vínculos institucionales en beneficio de las democracias de ambos lados del Atlántico, con gobiernos progresistas recién elegidos en Brasil, Chile o Colombia, y ante las expectativas de procesos electorales en la Argentina o México (2024), sin olvidar las turbulencias andinas o la situación en otros países centroamericanos, caribeños, Cuba o Venezuela.
Es evidente que la convocatoria de las elecciones generales en España para el próximo 23 de julio trastoca el marco en el que se va a producir la presidencia europea, pero no tiene por qué afectar al fondo de lo pretendido. El objetivo compartido por toda la UE, y que España desea impulsar, es cerrar capítulos pendientes y abrir nuevos en ámbitos como la transformación digital, la innovación o la lucha contra el cambio climático, así como en materias pendientes como los acuerdos comerciales con México o Mercosur.
Durante el semestre está previsto la celebración de la cumbre UE-Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), la primera desde 2015. El jefe de la diplomacia de la UE, el exministro español de Asuntos Exteriores Josep Borrell, ha insistido reiteradamente en la necesidad de aprovechar esta ocasión ocho años después de la última reunión similar.
El encuentro coincide con cierto despertar europeo en su vocación internacional y el deseo de estrechar su relación económica con países y regiones con los que mantiene vínculos profundos y que, como América Latina, necesitan oportunidades para prosperar sin tener que hacerlo exclusivamente en el cada vez más crítico canal confrontativo Estados Unidos-China. Es el contexto de la llamada Autonomía Estratégica Abierta europea.
España desempeña un rol estratégico en Europa, al menos junto con Portugal, a la hora de poner en valor la relación con América Latina. Pero el interés europeo en la región supera con creces el de la Península Ibérica.
Este semestre debería servir para que no solo Alemania, Francia o Italia se comprometan más con América Latina y el Caribe, sino también para que la Europa del este y del norte asuman la relevancia global que tiene la región y su trascendencia futura en tiempos con desafíos múltiples: desde la guerra en Ucrania hasta la tensión geopolítica con China, tanto en lo económico y tecnológico como respecto a su creciente asertividad estratégica y en materia de seguridad. No se debe olvidar tampoco el papel que otros países como Irán o Turquía desempeñan en la región.
Repasando países, la Argentina tiene en el capítulo comercial una de las grandes cuestiones pendientes. Chile y la UE acordaron en diciembre actualizar el marco regulador de sus relaciones comerciales. Respecto del acuerdo con el Mercosur, actualmente paralizado, hay que saber combinar la llegada de Luiz Inacio Lula da Silva con el calendario electoral en la Argentina.
Con todo, el contexto internacional no es el más adecuado para cerrar grandes avances comerciales con un contexto de desglobalización, fragmentación y tendencias proteccionistas.
El reciente discurso de Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del presidente Joe Biden, ha dejado claro cuál es el nuevo paradigma: la seguridad nacional dicta la estrategia económica hablando de política económica, industrial y comercial, algo impensable hace muy poco tiempo. Sus referencias a una “política exterior para la clase media (invertir en trabajadores)” o el deseo explícito de propiciar el retraso en el desarrollo tecnológico de China con instrumentos como el IRA (Inflation Reduction Act) y nuevas medidas destinadas a impulsar el “proteccionismo estratégico y verde” definen un panorama inédito y complicado para el tradicional multilateralismo e impulso regulatorio europeo.
Sectorialmente, los temas a tratar son múltiples, porque el nuevo marco de competencia geopolítica con implicación directa en la seguridad y economía es también industria, cambio climático y transición energética, desigualdad y amenazas para la democracia, comercio y estándares laborales. En digitalización, China flota en el ambiente, y ya es un gran inversor y socio en Latinoamérica. Europa puede complementar esta presencia con su aportación para la otra revolución clave, la verde. Latinoamérica tiene mucho potencial energético, en particular en renovables. La gran duda es la capacidad real de profundizar en estas delicadas materias durante el semestre.
El autor es senior fellow del Centro de Economía Global y Geopolítica EsadeGeo
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