La pregunta que inquieta a la OTAN: ¿Dónde está parada Alemania en el conflicto con Ucrania?
El nuevo gobierno germano no oculta que su alineamiento con EE.UU. no es automático y que lo une a Rusia una larga historia común
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BERLÍN.- Ante la profundización del conflicto con Rusia por el destino de Ucrania, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN avanzan para reforzar sus posiciones militares en los países del Báltico y Europa Oriental.
Dinamarca despachó aviones caza a Lituania y una fragata al mar Báltico, Francia ofreció enviar tropas a Rumania, y España mandará una fragata al mar Negro. El presidente Joe Biden, por su lado, puso en estado de “alerta máxima” a miles de soldados norteamericanos.
Y después está Alemania: en los últimos días, la democracia más populosa y más rica de Europa, situada a caballo entre Oriente y Occidente, se ha destacado más por lo que no está dispuesta a hacer que por lo que está haciendo.
Ningún otro país europeo es más trascendente que Alemania para la unidad de Europa y de la alianza atlántica. Pero a Alemania le cuesta superar su reticencia a liderar en cuestiones de seguridad -secuela de la Segunda Posguerra- y desoír su instinto básico, que la llama a acordar con Rusia en vez de confrontar. Y esas limitaciones han hecho que el país capaz de volcar la balanza en Europa haya fallado en la primera prueba importante que enfrenta el gobierno de su flamante canciller, Olaf Scholz.
La evidente reticencia de Alemania para tomar medidas fuertes contra Rusia fogonea las dudas sobre su confiabilidad como aliado -que parece revertir la dinámica que había establecido con Estados Unidos en los últimos años- y potencia el temor de que Moscú aproveche las vacilaciones alemanas como una cuña para dividir la respuesta europea a una eventual agresión rusa.
El lunes por la noche, Biden mantuvo una videoconferencia con líderes europeos que salió “muy, muy, muy bien”, según dijo, y antes de eso el canciller Scholz había reiterado que Rusia pagaría “un precio elevado” en caso de una intervención militar en Ucrania. Pero lo que se preguntan los aliados de Alemania es el precio que estaría dispuesto a pagar Berlín para enfrentar una agresión militar de los rusos.
“En el seno de la Unión Europea, Alemania es crucial para lograr la unidad”, dice Norbert Röttgen, un veterano legislador conservador alemán que brega para que su país tenga una política exterior más enérgica. “El objetivo de Putin es dividir a los europeos, y después separar a Europa de Estados Unidos. Si prevalece la sensación de que Alemania no apoya plenamente una respuesta contundente de la OTAN, Putin habrá logrado paralizar Europa y dividir la alianza atlántica.”
El martes, mientras Rusia realizaba maniobras militares cerca de la frontera con Ucrania, Scholz se reunió en Berlín con el presidente francés Emmanuel Macron y le advirtió a Moscú sobre las “graves consecuencias que tendría una agresión militar que atente contra la integridad territorial de Ucrania”.
Pero el gobierno alemán no solo ha descartado cualquier exportación de armas a Ucrania, sino que también está retrasando un envío a Ucrania de nueve obuses de la era comunista que se encuentran en Estonia.
Scholz y otros socialdemócratas de alto rango de su gobierno se han negado a precisar si dentro del arsenal de posibles sanciones contra Rusia están considerando el cierre del controvertido gasoducto submarino Nord Stream 2 de Rusia a Alemania, e insistieron en que era un “proyecto del sector privado” que “no tiene que ver” con Ucrania.
Mientras tanto, Friedrich Merz -el nuevo líder del partido conservador opositor, al que pertenece la excanciller Angela Merkel-, se manifestó en contra de excluir a los bancos rusos de la red de transacciones de pago Swift, que maneja las transferencias financieras globales, porque “perjudicaría” los intereses económicos de Alemania.
La ambigua postura de Alemania es especialmente inquietante para Ucrania y sus vecinos del este. El ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, acusó a Berlín de “alentar” la agresión rusa. Y varios otros no se quedaron atrás.
“Berlín comete un gran error estratégico y está poniendo en riesgo su reputación”, declaró la presidenta de la comisión de seguridad interior del Parlamento lituano, Laurynas Kasčiūnas, a la emisora pública LRT.
Artis Pabriks, ministro de Defensa de Letonia, dijo estos días que para Alemania, la disuasión “no es enviar armas, sino un hospital de campaña”.
La tensión en la alianza atlántica llegó a un punto álgido el fin de semana pasado, cuando el jefe de la marina alemana dijo que el presidente ruso Vladimir Putin merecía “respeto” y que Crimea “nunca” sería devuelta a Ucrania. El vicealmirante Kay-Achim Schönbach tuvo que renunciar, pero sus palabras alcanzaron para desatar una reacción inmediata.
“Esa actitud condescendiente también les recuerda inconscientemente a los ucranianos los horrores de la ocupación nazi, cuando recibían un trato infrahumano”, dijo Andriy Melnyk, embajador de Ucrania en Alemania.
Washington se ha esforzado por reconfirmar públicamente su confianza en Berlín, mientras que en privado presiona a Scholz para que adopte una postura más dura.
Una larga historia común
El tirante debate sobre dónde tiene puesta realmente su lealtad Alemania no es nuevo. Las relaciones ruso-alemanas se fueron moldeando a lo largo de mil años de comercio e intercambio cultural, pero también debido a dos guerras mundiales. Y la Guerra Fría vino a sumar otro nivel de complejidad: Alemania Occidental se insertó firmemente en la alianza occidental, mientras Alemania Oriental vivía bajo la ocupación soviética.
“¿Por qué miramos a Rusia con otros ojos que a Estados Unidos? Por la historia”, dice Matthias Platzeck, presidente del Foro Ruso-Alemán y expresidente del Partido Socialdemócrata de Scholz. “A Alemania y a Rusia las unen mil años de historia. Catalina la Grande, la zarina más importante de Rusia, era alemana, y un pequeño detalle: fue ella la que convirtió a Crimea en parte de Rusia.”
“Atacamos a Rusia dos veces, y la segunda vez fue una guerra genocida”, agrega Platzeck. “Allí murieron 27 millones de soviéticos, de los cuales 15 millones eran rusos.”
Eso no implica que en los últimos años Alemania no se haya plantado más de una vez ante Rusia. Alemania comanda una unidad de combate multinacional de la OTAN en Lituania y ayuda a monitorear el espacio aéreo báltico para controlar las posibles incursiones rusas. También está planeando enviar aviones de combate a Rumania el mes que viene, para cumplir esa misma tarea. Y sí, también tiene planeado enviar un hospital de campaña a Kiev.
En 2014, cuando Putin invadió Ucrania y anexó Crimea, fue Merkel la que encolumnó a los países vecinos del este y el oeste en respaldo a una serie de duras sanciones contra Rusia.
Pero después de 16 años de liderazgo, Merkel ya no está, y el cambio de mando dejó a Alemania en manos de un gobierno dividido en cuanto a la dureza que debería adoptar frente al avance ruso.
Por Katrin Bennhold
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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