La pregunta que deja el amotinamiento del Grupo Wagner: ¿y si Vladimir Putin pierde el poder?
La imagen del presidente ruso quedó debilitada tras la sublevación del fin de semana
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NUEVA YORK.- El presidente Vladimir Putin siempre se presentó como el gran garante de la estabilidad de Rusia, y como un protector inclaudicable de su soberanía.
Pero este fin de semana la estabilidad no aparecía por ninguna parte, y tampoco Putin, que después de su breve declaración del sábado por la mañana se perdió de vista durante la mayor parte de los sucesos que marcaron el desafío más grave a su autoridad en los 23 años que lleva en el poder.
Su ausencia, interrumpida por un conciso discurso a la nación el lunes por la noche, hizo que los pasmados ciudadanos rusos se preguntaran cómo hizo el líder mercenario Yevgeny Prighozin para montar una sublevación armada que amenazaba con marchar sobre Moscú. Y también suscitó incómodas dudas sobre el futuro del presidente ruso: ¿Qué implicancias tiene que no haya podido evitar la revuelta, tanto para la seguridad de su pueblo como para su propia permanencia en el poder?
El domingo, los rusos con vínculos con el Kremlin estaban aliviados de que el alzamiento encabezado por Prighozin no haya encendido la mecha de una guerra civil, pero al mismo tiempo coincidían en que la imagen de Putin quedó debilitada, y que podría no recuperar su aura.
Konstantin Remchukov, editor de un diario de Moscú que tiene contactos en el Kremlin, dice que lo que hasta hace poco resultaba impensable ahora es posible: que el círculo cercano a Putin intente convencerlo de no presentarse a la reelección en los comicios presidenciales del año que viene. Tras los eventos del sábado, dice Remchukov, Putin ha perdido definitivamente su estatus de garante de la riqueza y la seguridad de las élites rusas.
“El sábado, la idea de que con Putin en el poder están garantizadas la estabilidad y la seguridad parecía ser un fiasco”, apunta Remchukov. “Si hasta hace un mes era seguro que Putin se presentaría incuestionablemente a elecciones por derecho propio, hoy las élites sienten que no están incuestionablemente seguras.”
“Estabilidad” fue el lema de campaña del Kremlin para el referéndum de 2020 que despejó el camino para que Putin pueda gobernar dos mandatos más, hasta 2036. Y la seguridad del Estado ruso es la principal motivación que esgrime Putin para justificar su invasión a Ucrania.
Incluso durante los 16 meses que lleva la guerra, el Kremlin se enfocó en mantener la normalidad dentro de Rusia. Putin ha resistido el reclamo de los halcones nacionalistas para que declare la ley marcial y cierre las fronteras del país. Para la élite rusa, el peso de las sanciones de Occidente se vio compensado por las nuevas oportunidades que presenta una Rusia en guerra y por un mercado interno que de repente se liberó de la competencia de muchas empresas occidentales.
Pero el desafío de Prighozin a la autoridad del Kremlin trastocó todos los cálculos. El propietario de las milicias paramilitares del Grupo Wagner tomó un cuartel militar ruso en el sur y a continuación despachó una columna de tropas hacia el norte, con rumbo a Moscú, amenazando con marchar sobre la capital. La crisis pudo ser desactivada a última hora del sábado, cuando Prighozin acordó retirar sus tropas para evitar los cargos judiciales contra él y sus soldados.
La amenaza inmediata pasó, pero en el camino Putin perdió mucho más que su reputación de factor estabilizador: el mero hecho de que Prighozin y sus fuerzas no hayan sido castigados deja muy dañada su imagen de líder inflexible que no tolera la traición.
Esa sensación se vio potenciada por informes de blogueros militares rusos que indicaban que las fuerzas de Prigozhin habían derribado aviones de combate rusos. Putin también había calificado a Prigozhin de traidor a cuando lanzó su insurrección, y después de que el jefe mercenario cuestionara los motivos de Putin para ir a la guerra. Pero esos atropellos parecieron desvanecerse con el acuerdo que puso fin a la crisis.
Según los expertos, la crisis y su resolución hicieron que Putin parezca tener menos control del Estado ruso de lo que se sabía anteriormente. Y sus enemigos extranjeros no tardaron en explotar el tema en su provecho.
El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, dijo el domingo que la rebelión de Prigozhin reveló grietas en el manejo del poder de Putin. “Fue un desafío directo a la autoridad de Putin”, declaró Blinken en el programa “Face the Nation” de la cadena CBS.
Uno de los aspectos más confusos de la crisis es por qué Putin dejó que el conflicto público de Prigozhin con el Ministerio de Defensa escalara durante meses sin hacer nada para resolverlo. Prigozhin había sido descaradamente franco en sus ataques y en su menosprecio a los altos mandos militares rusos.
Dos personas cercanas al Kremlin que hablaron bajo condición de anonimato por la sensibilidad del tema dicen que la crisis fue básicamente producto de un sistema de gestión disfuncional y al borde del caos.
Las decisiones sobre cómo manejar el levantamiento de Prigozhin se tomaron el sábado y sobre la marcha, señalan las fuentes, después de meses en los que Putin y su círculo íntimo siguieron pateando el problema para adelante, en vez de buscar la manera de lidiar con el disconforme líder mercenario.
“Descuidaron mucho el tema”, dice Konstantin Zatulin, un experimentado parlamentario del partido Rusia Unida, al que pertenece Putin. El riesgo que planteaba Prigozhin “no fue diagnosticado a tiempo, tal vez con la esperanza de que el problema se resolviera solo”, apunta el legislador oficialista.
Zatulin argumenta que de todos modos Putin finalmente dio estabilidad, al dar el visto bueno a un acuerdo que puso fin al levantamiento y evitó una batalla campal en las afueras de Moscú. Pero el legislador reconoce que el drama de estos días no dejó bien parado a nadie. “De esto nadie salió fortalecido”.
“Y esa es la prueba de que tenemos un problema”, apunta Zatulin. “Y exhibir los problemas tan públicamente y justo en tiempos de guerra es muy perjudicial, por supuesto”.
Para el propio Putin, el amotinamiento podría desencadenar una “crisis existencial”, señala Sergei Markov, analista político y exasesor del Kremlin.
“Putin siempre se enorgulleció de la estabilidad política y la solidez del Estado ruso”, dice Markov. “Por eso lo amaban. Pero ahora resultó que eso no existe.”
Remchukov dice que en las calles de Moscú el nerviosismo desencadenado por el levantamiento de Prigozhin se palpaba en diferentes grados de intensidad, y agrega que el día de la rebelión varios rusos prominentes huyeron de Moscú. Remchukov se quedó en Moscú, pero dice que el sábado decidió no salir a pasear en su Mercedes por temor a que las fuerzas de Prigozhin se lo confiscaran si ingresaban a la ciudad.
Por supuesto que el régimen de Putin ha demostrado ser notablemente resiliente en muchas otras ocasiones. Las sanciones occidentales no hicieron colapsar la economía rusa ni hicieron que los grandes empresarios se rebelaran contra el Kremlin. Y la sofisticada maquinaria de propaganda y la feroz represión han logrado silenciar la disidencia sobre la guerra, a pesar de su enorme costo humano.
En base a todo eso, algunos expertos señalan que es prematuro predecir la caída del régimen.
“Desde nuestro punto de vista occidental, lo que se vio durante el fin de semana puede parecernos bastante disfuncional y dramático”, dice Hanna Notte, investigadora del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. “Pero en un sistema como el ruso, ese grado de disfuncionalidad puede perpetuarse durante mucho tiempo”.
Por Anton Troianovski
Traducción por Jaime Arrambide
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