La política migratoria de la Casa Blanca agudiza el caos en la frontera
EL PASO, Texas.- En un albergue para migrantes cerca de la frontera de Estados Unidos con México, tres hermanas guatemaltecas de 6, 9 y 10 años tosen y moquean. Una de ellas se aferra a un osito de peluche y a una botella de suero que busca aliviar su gripe y la deshidratación.
La madre de las chicas, Nelcy, de 28 años, menciona que sus hijas no se enfermaron durante el largo viaje desde su país de origen, que hicieron en la parte trasera de una camioneta, sino durante los doce días que debieron pasar en dos centros de detención del gobierno estadounidense, abarrotados de personas, antes de llegar al albergue de una ONG en Texas. "Hacía mucho frío, sobre todo para las niñas", dice Nelcy. "Mis hijas se enfermaron. Nos dieron mantas térmicas, pero eso no bastó".
La red de albergues de El Paso, dirigida por la organización sin fines de lucro Annunciation House, recibe hoy unos doscientos migrantes nuevos por día; hace un año recibía esa misma cantidad, pero a lo largo de toda una semana. En noviembre de 2018, la cantidad de migrantes que viajaban en familia y cruzaron la frontera desde México superó las 25.000 personas, la cifra más alta registrada en Estados Unidos.
Como Nelcy y sus hijas, muchos centroamericanos llegan a albergues como los de Annunciation House más enfermos de lo que estaban antes de ser retenidos en centros gubernamentales mal equipados y que nunca tuvieron como objetivo albergar a menores. Dos chicos migrantes que estaban enfermos murieron mientras estaban bajo custodia de la patrulla fronteriza.
La crisis sobre la que alertaba Donald Trump empieza a cobrar forma, en efecto, a lo largo de los más de 3000 kilómetros de frontera con México. La red de seguridad fronteriza creada décadas atrás para gestionar la llegada de gran cantidad de varones migrantes solteros quedó recientemente sobrepasada por la llegada cada vez mayor de mujeres y chicos. Además, a medida que aumenta el número de familias que arriban a los cruces fronterizos, el sistema tiene cada vez menos capacidad para darles alojamiento.
Según muchas de las personas que trabajan en la frontera y en algunas de las agencias de seguridad gubernamentales, el creciente caos es en buena medida resultado de la fallida apuesta del gobierno de Trump: que las políticas fronterizas cada vez más severas disuadirían a los migrantes procedentes de los países de América Central.
No lo logró y -según esas fuentes- los problemas actuales de hacinamiento, riesgos para la salud y liberación sin control de migrantes en las ciudades fronterizas son consecuencia de la falta de recursos destinados a lidiar con la coyuntura.
"Se concentraron ciento por ciento en opciones más duras, sin considerar cómo manejar la situación", comenta un funcionario del Departamento de Seguridad Nacional que habla con la condición de permanecer en el anonimato. "Tenemos muchas más familias, muchos más chicos sin acompañantes adultos y el único objetivo ha sido disuadir".
Trump priorizó terminar la práctica que él denomina "capturar y soltar" -que los migrantes esperen en libertad el proceso para su posible deportación o para una solicitud de asilo-, pero la nueva política, la de detener a gran cantidad de personas, provoca problemas por falta de capacidad. La cantidad de detenidos en los centros del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) alcanzó su récord histórico. Las cifras indican que hay en detención por día una población promedio de 45.200 adultos solteros y familias nucleares.
El resultado: se hizo necesario liberar de los centros a muchas personas. Durante la última semana de diciembre se dejaron en libertad, sin plan alguno, a unos seiscientos migrantes en El Paso. Hubo casos similares en Arizona y California .
El funcionario de Seguridad Nacional afirma que el gobierno pudo haber hecho mucho más para mejorar la situación, como trabajar más de cerca con agrupaciones sin fines de lucro. "Pudieron destinar más recursos monetarios o físicos -comenta- y no solo pensar: ´Estamos sobrepasados; vamos a liberarlos'".
The New York Times
Caitlin Dickerson, Manny Fernandez y Patricia Villegas
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