La "plaza de los invisibles" le dio un nuevo rostro a un reclamo en Italia
ROMA.– En una tarde de calor tórrido, centenares de personas –jornaleros, inmigrantes ilegales, jóvenes precarios, desocupados, artistas, ecologistas, estudiantes, jubilados, sin techo, trabajadores que perdieron su empleo o explotados, riders– se juntaron hoy en la emblemática Piazza de San Giovanni in Laterano –lugar famoso por sus manifestaciones políticas–, en la denominada "plaza de los invisibles".
El evento, sin precedente y también denominado "estados populares", fue convocado por Aboubakar Soumahoro, un sindicalista-activista nacido en Costa de Marfil hace 40 años, nacionalizado italiano, que se ha vuelto un personaje mediático e influyente que les da rostro a los denominados "invisibles".
Tras llegar a Italia, a los 19 años, y sobrevivir haciendo de todo, en 2010 se licenció en Sociología en la Universidad Federico II de Nápoles con máximos votos. Autor de una columna semanal para L’Espresso, de un blog para The Huffington Post y fundador de la Coalición Internacional Sans-Papiers, Migrantes y Refugiados, desde hace años lucha para tutelar los derechos de los trabajadores jornaleros, recolectores de tomates, frutas y verduras en los campos, extranjeros irregulares, que suelen ser explotados.
En su "plaza de los invisibles" –donde hubo barbijos, distanciamiento social y un número limitado de asistentes porque están prohibidas las aglomeraciones–, se oyeron diversos testimonios de exclusión y un solo reclamo: que "haya un cambio verdadero". "Podemos salir de la invisibilidad y crear una red. No somos solo cuerpos para explotar", arengó desde el palco Francesca, una joven precaria que trabaja en un call center.
Con tanti volontari, che hanno aderito con generosità ed entusiasmo a questa giornata. Vi aspettiamo alle 16, in Piazza San Giovanni (Roma), per gli #StatiPopolari. pic.twitter.com/6rKZhnru2P&— Aboubakar Soumahoro (@aboubakar_soum) July 5, 2020
El evento fue una virtual contramanifestación contra los "estados generales" de la economía, a los que convocó recientemente el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, para intentar consensuar con todos los sectores un plan de relanzamiento del país después de la pandemia. En esa ocasión Soumahoro se encadenó a una de las rejas de la espectacular Villa Pamphilij, donde tuvieron lugar los encuentros, e hizo una huelga de hambre hasta que Conte lo recibió.
"Dentro de los muros de los palacios del poder no entienden los dolores y sufrimientos de muchas personas. Hice la huelga de hambre para pedirle al gobierno no solo que escuche mi voz, sino la voz de la multitud de invisibles, que no solo son los trabajadores del campo, sino los desocupados, los precarios, los estudiantes, los artistas, los free-lance, los riders", dijo Soumahoro, en diálogo con corresponsales extranjeros. "Yo llamo ‘invisibles’ a todos esos trabajadores que no tienen certeza sobre su futuro: son el ejército de desocupados que no tienen empleo, el ejército de precarios y de muchos otros", explicó.
Soumahoro le reclamó a Conte la adopción de una "patente alimentaria" que declare que determinado alimento no fue producido gracias a la explotación de los jornaleros, que normalmente trabajan en los campos en condiciones terribles, bajo las denominadas nuevas formas de esclavitud. "Hay personas que trabajan 13 horas, en lugar de 6 horas y media, por 25 euros al día, en lugar de 50, recolectando bajo el sol espárragos, cítricos o tomates. Son personas que viven en condiciones en las que falta todo. Se habló mucho de confinamiento debido al coronavirus, pero son personas que viven confinadas desde siempre, para quienes el distanciamiento social es un lujo, tener barbijo, agua potable o para lavarse es un lujo", graficó.
También pidió un plan nacional para hacerle frente a la emergencia laboral creada por la pandemia, que ha abierto una "vorágine" dramática en Italia: "Acrecentó las desigualdades sociales ya existentes, la disparidad salarial entre hombres y mujeres, las nuevas formas de pobreza y la discriminación de los jóvenes", denunció.
Si bien en el marco de medidas para ayudar a la economía el gobierno aprobó el 14 de mayo pasado la regularización de miles de migrantes ilegales que trabajan en negro en el campo y en el servicio doméstico, para él eso no ha servido para nada. Aunque entonces la ministra de Agricultura, Teresa Bellanova, que tiene un pasado de jornalera, celebró en lágrimas que "desde hoy los invisibles serán menos invisibles", para Soumahoro fue "un fracaso anunciado". De hecho, subrayó que solamente hubo hasta ahora 24.000 pedidos de regularización, el 9% en agricultura, una cifra irrisoria frente a los 600.000 irregulares que se estima que hay en Italia. "Nosotros habíamos pedido otra cosa: que le dieran a todos los irregulares y al ejército de invisibles de Italia un ‘permiso de estadía’ extraordinario para poder enfrentar la emergencia sanitaria", explicó. "La política no dio respuesta a este reclamo", lamentó.
Preguntado por LA NACIÓN sobre su historia de vida, Soumahoro fue parco. "Mi historia es la historia de este mundo. Viví las mismas frustraciones, humillaciones y preocupaciones de muchísimos jóvenes italianos y de otros países", dijo, al contar que trabajó en la construcción, en estaciones de servicio y durante años se vio obligado a pararse en la madrugada al lado de un semáforo donde un "caporale" –un explotador de mano de obra ilegal– lo pasaba a buscar para ir a trabajar en el campo como jornalero. Luego estudió Sociología en la Universidad de Nápoles. "Fueron varias fases. Siempre tuve curiosidad de estudiar porque la cultura es vida. Sin cultura no respiramos", dijo.
Autor de un primer libro que se publicó el año pasado, titulado Humanidad en revuelta, cuando comenzó la pandemia lanzó en la plataforma GoFundMe una colecta para comprar bienes de primera necesidad y dispositivos de protección individual para los jornaleros. Basándose en su propia historia, está convencido de que es que si hay una dimensión colectiva, es posible soñar y transformar una realidad desvirtuada por diversos males: "individualismo desenfrenado, debilidad de pensamiento, desarticulación social y una gestión egoísta del poder".
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