En un pueblo ubicado a 570 kilómetros al norte de Montevideo, ofrecieron una solución a esta problemática
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Uruguay sufre desde 2020 una sequía sin precedente y el riesgo de que se acabe el agua potable en Montevideo y sus alrededores se volvió dolorosamente real.
A unos 570 kilómetros al norte de Montevideo, en un pueblo perdido en medio del campo uruguayo, tres años atrás los alumnos de la escuela que dirige Aldana Antúnez empezaron a llegar enfermos. Entonces, ella decidió investigar qué pasaba. Y, sin proponérselo, ofreció toda una lección en un país que sufre una crisis de agua.
Su escuela primaria es la principal institución pública de Olivera, un pueblo con unos 200 habitantes. Allí ni siquiera pasa una carretera. Tampoco hay saneamiento, por lo que las aguas residuales van a pozos ciegos. Y la principal fuente de agua dulce es subterránea: un pozo que bombea por caños hacia un tanque en la escuela que abastece al pueblo.
“Siempre entendimos que el tema del agua en nuestro pueblo es precario. Y siempre estuvimos moviendo y buscando que alguien lo solucione”, recuerda Yesica Ribero, una habitante de Olivera cuya hija de 12 años asiste a esa escuela de 24 alumnos. “Con políticos y con autoridades, siempre se planteó lo del agua”.
Sin embargo, los niños del pueblo padecieron vómitos, diarrea, dolores estomacales y fiebre al comienzo del año escolar 2022. En ese momento Antúnez recién había sido enviada a Olivera para dirigir la escuela, que cuenta con otro maestro local, y estaba tan desconcertada como los lugareños, a quienes involucró en la exploración de las posibles causas de las dolencias.
Entre las distintas pruebas que decidieron realizar, enviaron dos muestras de agua al laboratorio de la intendencia de Salto, la provincia donde está ubicado el pueblo.
El resultado de los análisis tardó 15 días: el agua que salía del pozo y los grifos de Olivera contenía coliformes fecales y otras bacterias que la volvían no apta para el consumo humano, probablemente por contaminación de los pozos ciegos.
“¿Qué soluciones a corto plazo podíamos tener? ¿Lo podíamos solucionar solamente nosotros?”, fueron las dudas que se plantearon en un primer momento y que ahora comparte Antúnez con BBC Mundo. Con esa búsqueda, la escuela también lograría un reconocimiento internacional.
Sequía
La crisis del agua, atribuida a los efectos de La Niña y otros fenómenos meteorológicos, es toda una novedad para un país que en 2004 destacó como el primero en declarar el acceso a ese líquido como un derecho humano fundamental.
La sequía golpea con especial dureza el área metropolitana del sur uruguayo, que concentra más de la mitad de los 3,5 millones de habitantes del país.
“Si no llueve, va a haber un lapso en el que el agua no sea bebible”, advirtió el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, la semana pasada.
El caudal de la represa de Paso Severino, que abastece de agua dulce a la zona metropolitana, bajó a mínimos históricos. Y aunque sus reservas aumentaron levemente con algunas lluvias esta semana, hasta el jueves cubrían apenas 1,6% de la capacidad total.
Mientras el Gobierno inició obras de apuro para estirar las reservas, OSE, la empresa estatal que abastece de agua potable a la población, comenzó a tomar agua del estuario del Río de la Plata y aumentó la concentración de cloruro y sodio en su servicio.
Eso hizo que el agua que recibían muchos uruguayos para consumo adquiriese un sabor salado y tuviera niveles de cloruro y sodio por litro muy superiores a los límites que marca la Organización Mundial de la Salud.
El ministerio uruguayo de Salud Pública recomendó que en el área metropolitana las embarazadas y personas con enfermedades renales crónicas, insuficiencia cardíaca y cirrosis eviten consumir agua de OSE.
En junio, el Gobierno declaró una “crisis hídrica” en la zona metropolitana y anunció que 500.000 personas de bajos recursos recibirán suministros de agua envasada, cuya venta fue exonerada de impuestos y aumentó más del triple respecto al mismo mes del año anterior.
Pero la crisis hídrica también generó debates y divisiones políticas. El Frente Amplio, la coalición opositora de izquierda, acusó al Gobierno de reaccionar de forma tardía e improvisada a la sequía.
Y desde el Poder Ejecutivo deslizaron que la crisis actual podía haberse evitado si los gobiernos anteriores, que incluyen tres mandatos seguidos del Frente Amplio entre 2005 y 2020, hubieran invertido en una fuente alternativa de agua potable para el área metropolitana.
Los uruguayos en general tienden a distribuir las responsabilidades entre los gobiernos pasados y el actual, indicó una encuesta de la firma Factum esta semana, aunque las posiciones varían según simpatías políticas.
“Nos dormimos todos”, admitió el expresidente José Mujica esta semana y sugirió: “Compartamos la responsabilidad”.
Cloro
En vez de dormirse o buscar responsables, en la escuela 67 de pueblo Olivera decidieron unirse para resolver su problema de agua.
Se comunicaron con expertos de la Universidad de la República, de Salud Pública y autoridades educativas, así como con actores del sector privado.
Usaron la Red Global de Aprendizajes que integra la escuela para obtener y procesar información sobre el agua mediante Ceibal, un centro de innovación en enseñanza con tecnología digital basado en Uruguay.
Los alumnos aprendieron que el cloro es un arma eficaz para matar bacterias. Y, con ayuda de la intendencia local, consiguieron un clorador que instalaron junto a la bomba del pozo de agua, para volverla potable.
Los mismos niños de la escuela se encargaron de medir regularmente la concentración de cloro que iba en el agua y asegurarse que se ajustara a los niveles adecuados para consumo.
En el pueblo surgieron algunas voces que cuestionaban la solución. Pero, la salud de los menores comenzó a mejorar. Y cuando volvieron los malestares en diferentes ocasiones, fueron hasta la bomba de agua para descubrir que el clorador había dejado de funcionar y debían reactivarlo.
A su vez, la escuela desarrolló un curso sobre agua y salud, y aparecieron nuevas preguntas para investigar: ¿El pozo necesita más profundidad? ¿Hay otros mecanismos para matar las bacterias? ¿Podrían instalar una alarma que les avise cuando falta cloro en el agua?
“Lo tomamos como (que) no es solo un problema, sino un desafío”, dice Antúnez, que tiene 45 años, un hijo de 8 y cada día de clase viaja 120 kilómetros en autobús y moto desde Salto a la escuela, y otro tanto para volver a su hogar.
“Yo le digo a los niños (que deben) valorar ese recurso indispensable para la vida que es el agua y tratar entre todos de buscar una solución”, señala. “Cuando ellos son los que identificaron el problema y buscan las soluciones, los resultados son otros”.
Todo esto hizo que la escuela de Olivera fuera escogida entre las 10 mejores del mundo en apoyo a vidas saludables en un ranking elaborado este año por T4 Education, una organización internacional que destaca experiencias de enseñanza alrededor del mundo.
“Gracias a sus incansables esfuerzos, la pequeña escuela de dos maestros no solo abordó un problema real que perjudicaba a su comunidad, sino que también generó conciencia sobre la importancia de la calidad del agua”, indicó T4 en un comunicado reciente.
Si obtiene el primer premio de la categoría por US$50.000, la escuela lo usará para mejorar la potabilización del agua de Olivera y construir un espacio para la comunidad local, asegura Antúnez.
Pero, en el pueblo algunos ya miran con cierta compasión los problemas de agua en la zona urbana del país. “Debe ser horrible estar así, con problemas de agua salada”, reflexiona Zully Godoy, que tiene 49 años y preside la comisión de fomento de la escuela, donde asisten dos de sus nueve hijos.
“Pobre gente ahí, con ese drama en Montevideo”, dice. “Están con falta de agua. Entonces acá tratamos de cuidar lo que tenemos”.
*Por Gerardo Lissardy
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