La peor pesadilla de los fanáticos: las chicas instruidas
Cuando los terroristas nigerianos organizaron su ataque secreto, el mes pasado, no se pusieron como objetivo un destacamento militar, un cuartel de policía o una base de despegue de drones. No, los milicianos de Boko Haram atacaron lo que más atemoriza a un fanático: una escuela para chicas.
Eso hacen los extremistas. Su blanco son las chicas instruidas, su peor pesadilla. ¿Por qué los aterroriza de esa manera la educación de las mujeres? Porque no hay fuerza más poderosa de transformación social. La mayor amenaza para el extremismo no son los drones que disparan misiles, sino las chicas que leen libros.
En ese sentido, la actitud de Boko Haram fue perfectamente lógica -aunque barbárica- cuando secuestró a algunas de las más brillantes y ambiciosas chicas de la región. Para sumir a una nación en el atraso, basta con encadenar a sus jóvenes hijas.
Obama da luz verde para hacer volar por los aires a los terroristas con drones, pero se desentiende de su promesa de campaña de 2008 de establecer un fondo mundial de 2000 millones de dólares para educación.
¿Por qué es tan importante, entonces, la educación de las jóvenes? En primer lugar, porque transforma la demografía. Uno de los factores más fuertemente relacionados con la inestabilidad es una gran masa de población joven. Cuantos más jóvenes desempleados de entre 15 y 24 años, más agitación social.
Eso significa que un descenso de la natalidad conduce a la estabilidad, y en ese punto es donde entra a jugar la educación de las jóvenes. Cuando se educa a un chico, luego tendrá menos hijos, pero el efecto es ínfimo. Cuando se educa a una chica, al llegar a mujer tendrá, en promedio, mucha menos familia. Un importante estudio realizado en Nigeria logró extraer está correlación causal y descubrió que, por cada año de educación primaria, una chica luego tiene 0,26 hijos menos.
En un sentido más amplio, la educación de las jóvenes casi logra duplicar, de hecho, la fuerza laboral de una sociedad. Da impulso a la economía, eleva los estándares de vida y fomenta el círculo virtuoso del desarrollo. El boom económico asiático se construyó educando a las chicas y alentando su desplazamiento de las aldeas hacia empleos más productivos en los centros urbanos.
Un ejemplo del poder que tiene la educación femenina es Bangladesh, que hasta 1971 era la parte, aparentemente desahuciada, de Paquistán. Tras ganar su independencia, Bangladesh apostó a la educación, incluida la de las chicas. Esas mujeres instruidas se convirtieron en la espina dorsal del Banco Grameen, de organizaciones de desarrollo como BRAC y de la industria de la indumentaria.
De igual modo, en la década de 1960, Omán era uno de los países más atrasados del planeta, donde no había televisión ni cuerpo diplomático, y donde la radio estaba prohibida. En Omán ni una sola chica asistía a la escuela. Entonces se produjo un golpe de Estado, y el nuevo gobierno educó a todos por igual. Hoy, Omán es una nación estable e incomparablemente mejor que la vecina Yemen, donde a las chicas se las sigue casando muy jóvenes y, por lo general, sin educación alguna. Estados Unidos está combatiendo con drones a las filiales de Al-Qaeda en Yemen y Paquistán. Tal vez debería invertir en escuelas para chicas, como lo hicieron Bangladesh y Omán.
Educar a las chicas y dar poder a las mujeres son tareas relativamente factibles en términos internacionales. Gastamos miles de millones de dólares en antiterrorismo y campañas militares. En comparación, la educación femenina es una causa con escaso financiamiento.
Cada uno de nosotros puede hacérselas pagar a Boko Haram colaborando para que una joven reciba educación. Un aporte de 40 dólares a Camfed.org alcanza para comprar un uniforme escolar.
Boko Haram tiene su bastión en el nordeste de Nigeria porque es una zona donde la educación es endeble y las mujeres son marginadas. Alrededor de dos tercios de las mujeres de la región no han recibido educación formal. Sólo una de cada 20 ha completado la secundaria.
La situación en Estados Unidos es incomparablemente mejor. Pero tenemos nuestros propios problemas. Se estima que 100.000 chicas menores de 18 años son víctimas de comercio sexual cada año. Así que a pelear por #BringBackOurGirls en Nigeria, pero también en Estados Unidos y el resto del mundo.
Traducción de Jaime Arrambide
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