La producción fue hecha por el director Michael Lockshin, que era respetado en la industria cinematográfica del Kremlin y ahora no puede pisar ese país; está inspirada en una novela que escribió Bulgakov en la época de Stalin, sobre un escritor que lucha contra la opresión estatal
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*Por Caryn James
Lo amaron hasta que dejaron de hacerlo.
En 2020, Michael Lockshin, un director estadounidense que pasó la mayor parte de su infancia en Moscú, era tan respetado en la industria cinematográfica de Rusia que el fondo de cine estatal contribuyó con el 40% del dinero de producción para su película “El Maestro y Margarita”, basada en la clásica novela escrita por Mijaíl Bulgakov en la época de José Stalin.
Si Lockshin pusiera un pie en Rusia hoy, podría ser arrestado bajo las leyes recientemente aprobadas que convierten en delito criticar la invasión de Ucrania lanzada por el presidente Vladímir Putin. “Me han llamado criminal, me han llamado terrorista en la televisión estatal”, dice Lockshin a la BBC sobre los comentaristas partidarios del Kremlin que lo han atacado a él y a su película.
“Lo presentamos como una película sobre un escritor que es censurado... pero la censura entonces no estaba ni cerca de donde está hoy en día. Es difícil imaginar que hace apenas tres años estábamos en un mundo muy diferente”.
El director de “El Maestro y Margarita” cuenta la peripecia de cómo una película financiada por el Kremlin fue atacada por los partidarios del gobierno y terminó convirtiéndose en un éxito de taquilla en Rusia.
Rusofobia
Los problemas comenzaron poco después del inicio de la invasión en febrero de 2022. Lockshin, quien vivía en Los Ángeles y estaba editando la película, mostró su apoyo a Ucrania en las redes sociales.
Cuando la película finalmente se estrenó en Rusia hace apenas unos meses, después de dos años de lucha para terminarla y promocionarla, comenzaron los ataques de influyentes partidarios del Kremlin, y eso que el nombre de su director había sido eliminado de todo material publicitario.
Un gran canal de Telegram lo acusó de rusofobia, y el grupo de derecha Llamado del Pueblo dijo que debería ser acusado penalmente por difundir falsedades.
El presentador de televisión Vladimir Solovyov se preguntó en su programa: “¿Cómo pudo autorizarse esta película antipatriótica?”. Otra figura televisiva, Tigran Keosayan, que está casado con la máxima responsable de la televisión estatal rusa, pidió una investigación sobre cómo se produjo la película.
Como dijo el productor ruso Ivan Filippov a la BBC, “nunca en la historia de la distribución rusa una película ha causado una reacción propagandística tan grande”.
La novela de Bulgakov sobre un escritor que lucha contra la opresión estatal en la década de 1930 parece desde la perspectiva actual una predicción de la propia lucha de Lockshin por llevar su trabajo al mundo.
En la pantalla y fuera de ella, la película “El Maestro y Margarita” refleja crudamente la tensa situación que vivían los artistas en la era de Stalin y la que se vive en la Rusia actual.
Lockshin tenía solo cinco años en 1986 cuando su familia se mudó a lo que entonces era la Unión Soviética. Su padre dijo el FBI lo acosaba debido a su simpatía por el comunismo, y la llegada de la familia se vivió como un hecho notable en el Moscú de entonces.
Después de estudiar en la Universidad en Moscú, Lockshin comenzó a dividir su tiempo entre Estados Unidos y Rusia hasta que se mudó a Los Ángeles en 2021. Su primera película, “Patines de plata”, estrenada en 2020, se basa en la historia infantil “Hans Brinker o los Patines de Plata”. El film tuvo éxito en Rusia y fue la primera producción original en ruso para Netflix.
Un revés político inesperado
La épica novela de Bulgakov es más admirada que leída fuera de Rusia, pero entre sus admiradores se cuentan los músicos Patti Smith y Mick Jagger, quienes la utilizaron como inspiración para el tema Sympathy for the Devil de The Rolling Stones.
Al igual que muchos rusos educados, Lockshin leyó el libro cuando era joven y quedó fascinado por su torbellino de romance, comedia absurda y mirada social que encierran sus páginas: una visita del diablo a Moscú, acompañado por un gato del tamaño de un niño; un romance entre un escritor sin nombre llamado el Maestro y su musa, la bella pero casada Margarita, junto con secciones de una novela que el Maestro está escribiendo sobre Jesús y Poncio Pilato que implícitamente critica a las autoridades soviéticas.
Cuando los productores rusos pidieron a Lockshin que presentara una idea para adaptar el voluminoso libro, él y su coguionista, Roman Kantor, decidieron fusionar los problemas de Bulgakov con los del Maestro para reorientar la historia.
Las obras de teatro de Bulgakov fueron primero elogiadas y más tarde prohibidas por Stalin. Bulgakov comenzó “El Maestro y Margarita” en 1928, y revisándola hasta poco antes de morir en 1940. Como sabía que su novela nunca pasaría el filtro de la censura de Stalin, nunca intentó publicarla. Una versión censurada apareció por primera vez en una revista rusa en 1966.
A pesar del tema antiautoritario de la película, Lockshin dice que no temía posibles represalias políticas cuando comenzó el proyecto en 2020.
“Lo presentamos como una película sobre un escritor que es censurado, incluso más de lo que se hace en el libro. El film se centra en la censura, la represión, las purgas y el terror que caracterizaron los años de Stalin. “Éramos muy conscientes de que esos temas eran relevantes para la Rusia de Putin, pero la censura no llegaba ni de lejos al nivel que llega hoy”.
La película es una mezcla cautivadora y ambiciosa de política y fantasía que a veces recuerda a la distopía totalitaria del “Brasil” de Terry Gilliam de 1985, pero aún así asentada en el realismo de la lucha del Maestro contra el Estado. Aquí, el Maestro (Yevgeny Tsyganov) es un dramaturgo cuyo trabajo sobre Poncio Pilato es censurado.
La película incluye números musicales a gran escala y en ella destaca el personaje de Margarita (Yulia Snigir), que preside como Reina de la Noche en la fantasmagórica fiesta de medianoche del Diablo.
En el limbo
Durante todo el año 2022, la película estuvo en lo que Lockshin describe como un “limbo”, y las repercusiones de la invasión ponían en duda su lanzamiento.
Universal International, que había planeado distribuir la película en Rusia, se retiró del país, como hicieron otras muchas compañías cinematográficas occidentales.
Y pasó algo más inquietante. La nueva ley rusa que establece hasta 15 años de prisión por difundir lo que el gobierno describe como “información falsa” entró en vigor.
Lockshin recuerda lo que le dijeron sus productores rusos en ese momento: “¿Te das cuenta de que ahora vas a ser un criminal”? Simplemente por sus publicaciones a favor de Ucrania en las redes.
Los acontecimientos desencadenados por la guerra en Ucrania en la política rusa e internacional hicieron a la película mucho más espinosa de lo que ni siquiera sus propios creadores habían previsto.
En una escena inventada para la versión cinematográfica, el Maestro es llamado ante un tribunal en el Sindicato de Escritores. Sus críticos atacan su obra antiestalinista sobre Pilatos en términos que bien podrían aplicarse a la película de Lockshin en la Rusia actual.
“Se esconde detrás de una obra de época para emprender una dura crítica de la Unión Soviética”, acusan los oponentes del Maestro en el filme.
Segun Lockshin, la escena se basó en transcripciones históricas de los juicios de la era de Stalin, pero no tardaron en darse cuenta de las potenciales lecturas actuales de su historia. “A medida que editábamos la película, esas escenas iban pareciendo cada vez más oportunas”, comenta el director.
Otros momentos, también algunos de los tomados directamente de la novela, parecen contener una incómoda referencia a la actualidad rusa. En ambas versiones, Jesús (llamado Yeshua) dice: “Se construirá un nuevo templo de la verdad”, y Pilato responde “¿Qué es la verdad?”.
El crítico de cine ruso exiliado Anton Dolin le dijo al New York Times que “la película coincidió sorprendentemente con el momento histórico que está viviendo Rusia”.
¿Por qué se estrenó?
Por qué la película se estrenó finalmente si contenía tantas referencias incómodas para el poder ruso actual es algo sobre lo que solo se puede especualar.
Lockshin pide que “algún día, ojalá alguien nos lo cuente de verdad”. No ha recibido ninguna explicación oficial, pero aventura con toda la cautela que habría sido un bochorno para las autoridades censurar una película que había recibido financiación estatal y que había sido ampliamente publicitada antes incluso de que comenzara a rodarse.
El filme atrajo en su lanzamiento un gran número de espectadores y tuvo un recibimiento entusiasta entre el público. Un productor ruso contó que cuando él vio la película gran parte de la audiencia rompió a aplaudir al final. “La gente está feliz de poder experimentar y ver una película que tiene este claro mensaje contra el tatalitarismo y el Estado represivo”.
En medio de esa acogida positiva, “retirar la película habría causado demasiado malestar”, señaló Alexander Rodnyansky a Vanity Fair. Según los datos disponibles, la película ha recaudado hasta ahora US$26 millones en Rusia, cuando el coste de producirla fue de US$17 millones.
Su éxito de taquilla ha superado todas las expectativas.
La distribución fuera de Rusia aún no está asegurada. La difusión internacional supone un gran desafío para cualquier película filmada en lengua no inglesa, pero “El maestro y Margarita” afronta problemas legales adicionales.
“Hemos estado tratando de sacar todos los derechos de Rusia, para que las ventas internacionales puedan hacerse por separado”, cuenta Lockshin, quien cree que los productores están cerca de solucionarlo todo para poder comenzar a hablar con distribuidores en Europa y Estados Unidos.
Lockshin dice que no se siente como un exiliado ahora que vive todo el año en Los Ángeles porque siempre ha tenido una conexión tanto con Estados Unidos como con Rusia. “Estoy triste, por supuesto, porque no podré volver (a Rusia) en un futuro próximo”, dice.
Ha podido reflexionar sobre el modo en el que el poder establecido en Rusia se volvió repentinamente en su contra. “Fue muy irónico y de alguna manera muy divertido, pero también aterrador. Fue una mezcla de todas estas emociones. Pero, ¿sabe?, seguía pensando en cómo Bulgakov vería todo esto, y simplemente se estaría riendo a carcajadas”.
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