La paradoja energética alemana: renunció a las plantas nucleares por la ecología, y ahora vuelve al carbón para cortar la dependencia de Rusia
El ministro de Economía, Robert Habeck, anunció el domingo que Berlín podría volver a poner en marcha las centrales eléctricas de carbón que se había propuesto eliminar
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El histórico acuerdo que Alemania Occidental y la Unión Soviética firmaron en 1970 para la extensión de un gasoducto que conectaría por primera vez a ambas naciones provocó una sensación de pánico en la OTAN.
Sin embargo, el jefe del departamento de gas alemán aseguró en su momento a la Alianza Atlántica que no había motivo de alarma: Alemania jamás dependería de Rusia ni siquiera para el 10% de sus suministros. La decisión sería beneficiosa para ambos lados y era parte de un esfuerzo de “normalización política y humana con nuestros vecinos del Este”, argumentó entonces Karl Schiller, el ministro de Economía.
No obstante, 50 años después, Rusia suministraría más de la mitad del gas natural de Alemania y alrededor de un tercio de todo el petróleo que el país quema para calentar los hogares, alimentar las fábricas y los vehículos, según la Oficina de estadísticas de comercio exterior BAFA.
Esto podría haber pasado por desapercibido –aunque el presidente Donald Trump lo alertó en 2018 en una cumbre de la ONU– sino fuera porque en febrero de este año Moscú decidió lanzar una feroz ofensiva contra Ucrania.
Trump made some outrageous claims about German energy at the UN — and the German delegation’s reaction was priceless pic.twitter.com/izpa2fKC3B
— NowThis (@nowthisnews) September 26, 2018
Luego de que el presidente Vladimir Putin desestimara todas las advertencias de Occidente, los países pusieron en marcha una estrategia de asfixia económica a través de ambiciosos paquetes de sanciones con la esperanza de que Rusia pronto cese la invasión.
Para Alemania, que suspendió la certificación del polémico gasoducto Nord Stream 2 tras la escalada en Ucrania, no fue fácil. El ataque puso de relieve la dependencia energética de Berlín y la críticas no tardaron en llegar.
Se calcula que en los dos primeros meses desde el inicio del asalto a Ucrania, Alemania ha pagado casi 8300 millones de euros por la energía rusa, dinero utilizado por Moscú para apuntalar el rublo y comprar los proyectiles de artillería que disparan contra las posiciones ucranianas en Donetsk, informó The Guardian. El periódico británico también calculó que los países de la Unión Europea (UE) han pagado un total de 39.000 millones de euros por la energía rusa, más del doble de la suma que han dado para ayudar a Kiev a defenderse.
“Durante treinta años, los alemanes dieron lecciones a los ucranianos sobre el fascismo”, escribió recientemente el historiador Timothy Snyder. “Cuando el fascismo llegó realmente, los alemanes lo financiaron, y los ucranianos murieron luchando contra él”.
Given Germany's history of murderous colonialism in Ukraine, and its de facto funding of the first three months of Russia's war through gas purchases, this is shameful. 2/
— Timothy Snyder (@TimothyDSnyder) May 22, 2022
Revés en la lucha contra el cambio climático
Es por eso que Alemania ha tenido que hacer frente a la reducción de los flujos rusos. El actual ministro de Economía, Robert Habeck, detalló ayer el último plan para aumentar los niveles de almacenamiento de gas. La sorpresa del anuncio es que el país podría volver a poner en marcha las centrales eléctricas de carbón que se había propuesto eliminar, un enorme revés para la lucha contra el cambio climático.
“Eso es doloroso, pero es una necesidad absoluta en esta situación reducir el consumo de gas”, dijo el funcionario, miembro del partido de los Verdes, que ha presionado en favor de una salida más rápida del carbón, que produce más gases de efecto invernadero.
“Pero si no lo hacemos, corremos el riesgo de que las instalaciones de almacenamiento no estén lo suficientemente llenas a finales de año, hacia la temporada de invierno. Y entonces seremos chantajeables a nivel político”, señaló Habeck.
Los flujos de gas ruso hacia Alemania a través del gasoducto Nord Stream 1, la principal ruta que abastece a la mayor economía de Europa, seguían funcionando este lunes a un 40% de su capacidad, aunque habían subido desde el comienzo de la semana pasada.
La crisis y los elevados precios del gas se suman a las preocupaciones de las autoridades por la aceleración de la inflación y el deterioro de las perspectivas económicas.
El director ejecutivo del mayor productor de electricidad de Alemania, RWE, Markus Krebber, dijo que los precios de la electricidad podrían tardar entre tres y cinco años en volver a bajar.
El Ministerio de Economía alemán indicó que la recuperación de las centrales eléctricas de carbón podría añadir hasta 10 gigavatios de capacidad en caso de que el suministro de gas alcance niveles críticos. El 8 de julio se presentará en la Cámara alta una ley relativa a esta medida.
Además de la vuelta al carbón, las últimas medidas germanas incluyen un sistema de subastas que comenzará en las próximas semanas para animar a la industria a consumir menos gas y una ayuda financiera para el operador del mercado de gas alemán, a través del prestamista estatal KfW, para llenar más rápidamente las instalaciones de almacenamiento.
Energía nuclear
A la crisis del gas se suma la decisión de Alemania de cerrar a principio de año la mitad de sus centrales nucleares. Y los reactores que quedan en el país dejarán de operar a finales de 2022.
La decisión de abandonar la energía nuclear y pasar de los combustibles fósiles a las energías renovables fue tomada por primera vez por el gobierno de centro-izquierda de Gerhard Schroeder en 2002. Su sucesora, Angela Merkel, dio marcha atrás en su decisión de prolongar la vida útil de las centrales nucleares alemanas tras la catástrofe de Fukushima de 2011 en Japón y fijó el año 2022 como fecha límite para su cierre.
“Este es el resultado de la promesa de eliminar rápidamente la energía nuclear que el gobierno alemán hizo apresuradamente tras el accidente de Fukushima. En su momento, la decisión complació a los activistas antinucleares de toda la vida, a los defensores de las energías renovables y a los ciudadanos asustados. Pero cabezas más claras advirtieron que la decisión de la entonces canciller Angela Merkel era un error que obligaría a la mayor economía de Europa a depender de combustibles fósiles como el lignito, una forma de carbón especialmente sucia”, escribió The Washington Post en un artículo de opinión publicado el 1 de enero de este año en el que criticó la decisión.
“Y eso es precisamente lo que ocurrió. Aunque Alemania ha invertido mucho en energías renovables, ha tenido que quemar cantidades masivas de carbón desde 2011 para mantener su economía en funcionamiento. En ausencia de la energía nuclear, Alemania también depende más del gas natural ruso, una profunda vulnerabilidad geopolítica que da ventaja al gobierno autoritario de Rusia”, agregó el medio estadounidense.
Con información de AP y Reuters
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