La pandemia refuerza la idea de que llegó a su fin la “era del 11 de Septiembre”
WASHINGTON.– A casi dos décadas de los sucesos del 11 de Septiembre, Estados Unidos sigue bajo la sombra de aquel ataque terrorista que definió una era y fue el prenuncio de una nueva etapa de intervenciones militares norteamericanas en el extranjero y más potestades de vigilancia y control a nivel interno.
El advenimiento de la "guerra contra el terror" llegó con un despliegue de fuerzas norteamericanas en un amplio arco del planeta, desde África Occidental hasta Medio Oriente, como parte de una confesa campaña a nivel mundial para acabar con el activismo islamista.
Diecinueve años después, difícilmente pueda decirse que el flagelo del extremismo haya sido derrotado, mientras las tropas y las arcas públicas de Estados Unidos siguen drenándose en atolladeros de ultramar. Son innumerables los civiles que vieron cómo se desintegraban sus vidas, sus hogares y sus sociedades, en un efecto cascada de desastres políticos, desde la invasión de Estados Unidos a Irak en 2003, pasando por los levantamientos de la Primavera Árabe, hasta los irreductibles conflictos armados en Siria y Afganistán .
Pero en muchos aspectos, el 11 de Septiembre y la subsiguiente conflagración que definió una época parecen hechos muy distantes. En Occidente, la década pasada empezó y terminó con traumáticas crisis y recesiones económicas. El predominio de la idea de la globalización como una fuerza benigna e inexorable se disolvió en el caldero hirviente del nacionalismo y el populismo. En Washington, la clase política no veía la hora de poner fin a sus penurias en Medio Oriente y girar sobre sus talones para hacer frente al verdadero desafío estratégico: China .
A eso vinieron a sumarse dos experiencias recientes, la pandemia de coronavirus y la omnipresente amenaza del cambio climático , que están redefiniendo el modo en que los gobiernos de todo el mundo fijan su agenda de prioridades en materia de seguridad nacional.
"Como el Covid-19 ha transformado el modo de vida de los norteamericanos, y amenaza con cobrarse muchas más vidas que cualquier terrorista, finalmente es hora de cerrar ese capítulo de nuestra historia que empezó el 11 de septiembre de 2001", escribió en un ensayo de principios de este año Ben Rhodes, funcionario de seguridad nacional durante el gobierno de Barack Obama .
En Washington, para el establishment de la política exterior, la era 11 de Septiembre se va convirtiendo en sinónimo de la decadencia de Estados Unidos en el escenario internacional.
"Provocados por los atentados del 11 de Septiembre y envalentonados por la rápida derrota de los talibanes y la dispersión de Al-Qaeda , los gobernantes norteamericanos lanzaron una guerra global contra el terrorismo, adoptaron las acciones militares preventivas para lidiar con la proliferación nuclear, invadieron Irak, y manifestaron su intención de convertir ese país en un ejemplo democrático para el resto de Medio Oriente", señala un reciente informe de la Corporación RAND que analiza el ocaso de la influencia global de Estados Unidos.
"Todas esas misiones militares exigieron al límite la capacidad norteamericana y ninguna fue enteramente satisfactoria", agrega.
Pero como pudo descubrirlo el propio presidente Donald Trump , no es fácil dejar de sobrepasarse. Hay toda una constelación de expertos norteamericanos que aconsejan lo que básicamente es una estrategia de no innovar en Medio Oriente, temerosos tanto de un involucramiento mayor como de un retiro unilateral de la región.
"El mayor riesgo de retirarse es saber hasta dónde y a qué ritmo hacerlo. Cualquier intento de desinvolucrar a Estados Unidos de algún lugar del mundo trae aparejadas complicaciones y desventajas", dice William Burns, presidente del Fondo Carnegie para la Paz Internacional y exdiplomático norteamericano.
"El intento del presidente Barack Obama de modificar los términos del involucramiento de Estados Unidos en el Medio Oriente debería servirnos de lección precautoria. La meditada visión a largo plazo de Obama se chocó de frente con las pasiones desordenadas del corto plazo en la región, generando significativas dislocaciones y dudas sobre el poderío norteamericano."
Esa visión desdibujada de Medio Oriente es cada vez más generalizada en Washington. "Hay varios países donde la situación es tan mala que se avizoran todo tipo de rupturas y disrupciones en el horizonte", dice Steven Cook, del Consejo de Relaciones Exteriores, una usina de ideas de Washington.
"Las disputas por la identidad, la soberanía, la legitimidad, y los derechos individuales y sociales están entrelazados al punto de estar reconfigurando la región. De los desenlaces posibles, los más probables implican una profundización del autoritarismo, la violencia y la desagregación."
O sea un dolor de cabeza que la mayoría de los políticos norteamericanos ya no quiere soportar. Desde la izquierda critican la inconsistencia del choque ideológico que se produjo con el 11 de Septiembre. "Aunque el miedo al islam atravesó la cultura norteamericana de la década de 2000, para el año 2010 ya había quedado claro que esa amenaza no tenía la resistencia de la Unión Soviética: los jihadistas simplemente no tenían poder suficiente para representar una verdadera amenaza para Estados Unidos", dice Daniel Bessner, historiador de la Universidad de Washington.
"En parte, es por eso que ahora presenciamos intentos de instigar una especie de nueva guerra fría con China, que de iniciarse, sería la justificación que necesita la clase política para los gastos siempre crecientes de apuntalar el Imperio Norteamericano."
Pero aunque Rhodes tenga razón y esté empezando un nuevo capítulo de la historia, el anterior no está para nada terminado, y menos aún para los que viven en los países afectados por la "guerra contra el terror" encabezada por Estados Unidos. Los cálculos "conservadores" de estudio publicado esta semana por el Instituto Watson de Relaciones Internacionales y Públicas de la Universidad Brown revelan que al menos 37 millones de personas han sido desplazadas por guerras vinculadas a la reacción de Estados Unidos tras el 11 de Septiembre.
Podría objetarse que no hay una causalidad detrás de algunos de estos desplazamientos. Estados Unidos no fue el principal actor político de la violencia que obligó a millones de personas a abandonar sus hogares en países como Siria, Somalia y Filipinas . Pero el caos de estos conflictos sigue siendo parte de la tragedia de la era del 11 de Septiembre.
"Ese ha sido uno de los mayores daños que dejaron estas guerras, además, por supuesto, de los muertos y los heridos", dice David Vine, profesor de antropología en la Universidad Americana y autor principal del informe. "Eso nos revela que la intervención de Estados Unidos en estos países ha sido horriblemente catastrófica y terriblemente dañina, y de maneras que ni yo ni la mayoría de los estadounidenses llegamos siquiera a imaginar."
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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