El “día histórico” de la OTAN que pasará a la historia como uno de los grandes fracasos políticos de Putin
Tras el voto del Parlamento húngaro, Estocolmo finalmente abandona su histórica neutralidad para sumarse a la alianza militar y frustrar los planes de Vladimir Putin
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PARÍS.– El Parlamento de Hungría votó este lunes a favor de la adhesión de Suecia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), poniendo fin a una interminable espera que abrió el camino a una histórica expansión de la alianza militar y a un incómodo tironeo entre sus miembros. El ingreso del país nórdico a la organización, después de 200 años de neutralidad, pasará a la historia como uno de los grandes fracasos políticos de Vladimir Putin.
Tras la aprobación de Turquía en enero, Hungría era el último país que bloqueaba la integración de Suecia a la OTAN. La votación de los diputados húngaros permitirá a ese país convertirse en su 32° miembro.
Pero hubo que esperar 21 meses. Veintiún meses de duras negociaciones, amenazas y promesas -acompañadas de numerosas genuflexiones-, para llegar a este epílogo: la Cámara de Diputados de Hungría adoptó por 188 votos a favor contra seis el protocolo de adhesión de Suecia a la OTAN. Ese voto levantó el último obstáculo a un proceso iniciado inmediatamente después de la invasión rusa a Ucrania, el 22 de febrero.
A lo largo de ese camino lleno de obstáculos, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, había afirmado que su país no sería el último en ratificar la candidatura sueca. Un compromiso no respetado pues, incluso después que Turquía levantó su veto a fines de enero, fue necesario que el premier sueco, Ulf Kristersson, viajara a Budapest el viernes pasado para que los diputados húngaros pudieran finalmente votar.
Durante esa visita, los dos jefes de gobierno firmaron un acuerdo de cooperación que incluye la compra por Budapest de cuatro aviones de combate suecos, más 14 Gripen que Hungría ya alquila al constructor sueco Saab, convirtiéndose en propietaria a partir de 2026. Evocando “la confianza recuperada” entre ambos países, Orban declaró que ya nada se oponía a que Suecia se incorporara a la OTAN. Una perspectiva que hace dos años parecía excluida.
“Nuestro no-alineamiento militar nos es útil y contribuye a la estabilidad y la seguridad de Europa del norte”, afirmaba entonces la ministra socialdemócrata de Relaciones Exteriores sueca, Ann Linde, ante los diputados, resumiendo lo que pensaba la mayoría de la Cámara. Suecia no había conocido la guerra durante dos siglos. Fueron casi dos siglos de neutralidad oficial -heredada del fin de las guerras napoleónicas- sobre todo durante las dos guerras mundiales. El país había abandonado en parte su neutralidad participando en misiones militares en Afganistán o más recientemente en Malí y firmando incluso un acuerdo de asociación con la OTAN en 2016. Pero no estuvo en guerra desde 1814, tras un conflicto con Noruega, y adherir a la alianza atlántica no figuraba en la agenda.
En un célebre discurso pronunciado en el congreso del Partido Social-Demócrata en noviembre de 2021, el ministro de Defensa, Peter Hultqvist, había asegurado que mientras su formación estuviera en el gobierno “no habrá ninguna solicitud de adhesión”. El 8 de marzo, dos semanas después de comenzada la guerra contra Ucrania, la primera ministra Magdalena Andersson mantenía esa línea, estimando que era “preferible conservar la sangre fría, los pies sobre la tierra y ejecutar una política de seguridad previsible y a largo plazo”.
Pero los suecos tuvieron que rendirse rápidamente a la evidencia: sus vecinos finlandeses parecían determinados a adherir a la OTAN, mientras ellos corrían el riesgo de quedar aislados. Entonces todo se aceleró: en pocas semanas, los social-demócratas así como el partido de extrema derecha los Demócratas de Suecia cambiaron de posición, permitiendo al gobierno presentar la candidatura oficial a la Alianza al mismo tiempo que Finlandia, el 18 de mayo de 2022.
La “suite” del proceso debería haber sido una formalidad ya que, según Helsinki y Estocolmo, los 30 Estados miembros de la OTAN habían expresado su apoyo a ambos países nórdicos. Pero eso era sin contar con las maniobras de Orban y del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
La oposición de Ankara fue seria. Erdogan acusó a ambos países de acoger “organizaciones terroristas” y reclamó la extradición de varias decenas de kurdos y turcos que residen sobre todo en Suecia. En junio de 2022, antes de la cumbre de la OTAN en Madrid, ambos gobiernos nórdicos firmaron un memorándum con Turquía comprometiéndose a cooperar en la lucha contra el terrorismo y levantar el embargo de armas impuesto a Ankara. A cambio, Erdogan aceptó que Suecia y Finlandia obtuvieran el estatus de “países invitados”.
No obstante, Erdogan mantuvo la presión durante un año y medio más, hasta dar su acuerdo definitivo para la adhesión de Finlandia, en marzo de 2023. Después hubo que esperar hasta el 23 de octubre para que transmitiera el protocolo de adhesión de Suecia al Parlamento turco, votación que se realizó finalmente el 23 de enero, tres días antes de que el gobierno estadounidense aprobara la venta de aviones F16 a Turquía.
Quedaba solo obtener la luz verde de Hungría. El lunes, Orban -cuyo pasatiempo favorito es jugar a desestabilizar el campo occidental para congraciarse con su gran amigo Vladimir Putin y que reprochaba a Estocolmo propagar “mentiras” sobre su país- constató que la integración de Suecia a la OTAN “reforzaba la seguridad de Hungría”, reprochando al mismo tiempo a “otros países haber intentado interferir” en la decisión húngara.
En Suecia, el primer ministro saludó “un día histórico”, asegurando que su país está “dispuesto a asumir sus responsabilidades en materia de seguridad euroatlántica”. Estocolmo debería ser oficialmente invitado a adherir a la OTAN en los próximos días.
Esa adhesión representará para Vladimir Putin -entre muchas otras- una estrepitosa derrota estratégica. Teniendo en cuenta que una de sus excusas para lanzar su guerra contra Ucrania fue detener el avance de la OTAN, no solo ha conseguido su ampliación sino que logró, en el caso de Suecia, terminar con 200 años de neutralidad.
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