La OTAN que le da la bienvenida a Suecia es más grande y más decidida
La ampliación de la alianza atlántica, que el año pasado incorporó a Finlandia y muy pronto a Suecia, es un efecto rebote de la invasión a Ucrania que el presidente Putin tal vez no haya calculado
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BERLÍN.- La invasión de Rusia a Ucrania de hace dos años fue un shock tremendo para los europeos. Acostumbrados a los 30 años de paz de la Posguerra Fría, imaginaban que la seguridad de Europa se construiría a la par de la democratización de Rusia, y no que tendría que ser reconstruida contra una máquina de guerra de revisionismo imperial.
Y en ningún otro lugar ese shock fue más terrible que en Finlandia, con su extensa frontera e históricas fricciones con Rusia, y que en Suecia, que en los años que siguieron al derrumbe de la Unión Soviética había desmantelado el 90% de su ejército y el 70% de su fuerza aérea y naval.
Tras la decisión del presidente Vladimir Putin de intentar destruir a un Estado vecino soberano, tanto Finlandia como Suecia rápidamente solicitaron unirse a la OTAN, la única garantía clara de defensa colectiva contra una Rusia cada vez más agresiva y temeraria.
Finlandia se unió el año pasado, y hoy el Parlamento húngaro finalmente aprobó la solicitud de Suecia. Putin se encuentra ahora frente a una OTAN ampliada y motivada, que ya no sueña con una paz permanente.
Mientras los países de la OTAN miran con inquietud la posibilidad de que el impredecible Donald Trump, detractor de la alianza, vuelva a ser presidente de Estados Unidos, sus Estados miembros europeos están tomando medidas para asegurar su autodefensa.
Los críticos consideran que las medidas de la OTAN son demasiado lentas e insuficientes, pero la alianza atlántica hoy invierte más en defensa, fabrica más tanques, proyectiles de artillería, drones y aviones de combate, despliega más tropas en las fronteras de Rusia y aprueba planes militares serios para la eventualidad de una guerra, mientras canaliza miles de millones de dólares de ayuda a Ucrania para frustrar las ambiciones de Rusia.
Lo que se busca es ni más ni menos que poder de disuasión. Algunos Estados miembros ya sugieren que si Putin tiene éxito en Ucrania, en los próximos tres a cinco años pondrá a prueba la voluntad colectiva de la OTAN.
Si Trump es relegido y arroja más dudas sobre el compromiso de Estados Unidos de salir en defensa de los aliados de la OTAN, “eso podría inclinar la balanza y hacer que Putin decida poner a prueba la determinación de la OTAN”, apunta Robert Dalsjo, director de estudios de la Agencia de Investigaciones de Defensa de Suecia.
Pero incluso ahora, con Trump o sin Trump, señala Dalsjo, Europa debe prepararse para al menos una generación de mayor contención y disuasión frente a una Rusia cada vez más militarizada y donde “el agresivo revanchismo de Putin claramente tiene un considerable apoyo popular”.
Aún así, ahora que Hungría finalmente votó a favor del ingreso de Suecia a la OTAN, por fin están encajando las piezas para una disuasión de la OTAN fuertemente mejorada en los mares Báltico y del Norte, con mayor protección para los Estados de primera línea de Finlandia, Noruega y las naciones bálticas, que frontera con Rusia.
Una vez que Hungría le entregue al Departamento de Estado norteamericano la carta que certifica la aprobación del Parlamento húngaro, Suecia se convertirá en el miembro número 32 de la OTAN, y todos los países que rodean el Mar Báltico, con excepción de Rusia, serán parte de la alianza atlántica.
“Suecia aporta previsibilidad, eliminando cualquier incertidumbre sobre cómo actuaríamos frente a una crisis o una guerra”, apunta Dalsjo. Gracias a la situación geográfica de Suecia, incluida Gotland, la isla que ayuda a controlar la entrada al Mar Báltico, el nuevo socio “facilitará mucho la defensa y el poder de disuasión” del continente.
Lo que empujó a Finlandia a unirse a la OTAN fue la invasión a gran escala de Rusia a Ucrania de hace dos años, y fue el gobierno de Helsinki el que empujó a una Suecia algo más reacia a solicitar también su incorporación.
Con su extensa frontera con Rusia, los finlandeses fueron los primeros en advertir el peligro inminente. Los suecos también lo advirtieron, pero se terminaron de convencer, especialmente la izquierda política, ante la indignación moral que les produjo que Rusia, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, quisiera destruir a un país vecino, pacífico y soberano.
“La sensación es que estaremos más seguros en general”, señala Anna Wieslander, investigadora sueca y directora para el Norte de Europa del Consejo Atlántico.
La historia también entra a jugar, afirma Dalsjo. “Si Finlandia se unía, nosotros también, porque no podíamos ser una vez más un muro entre Finlandia y sus socios de Occidente”, como lo fue Suecia con su neutralidad durante la valiente pero perdidosa “Guerra de Invierno” de Finlandia contra la Unión Soviética en 1939, cuando los finlandeses tuvieron que cederle alrededor de un 11% de su territorio a Moscú.
Con Suecia y Finlandia juntas dentro de la OTAN, será mucho más fácil contener a la armada de superficie rusa en el Mar Báltico y monitorear el Alto Norte. Rusia todavía tiene allí casi dos tercios de sus armas nucleares “de segundo ataque”, con base en la península de Kola.
Por lo tanto, los nuevos Estados miembros permitirán un mejor seguimiento de una fracción crucial del ejército ruso, señala Niklas Granholm, subdirector de estudios de la Agencia de Investigaciones de Defensa.