La OTAN avanza sobre sus propios límites para permitir a Ucrania atacar territorio ruso con armas occidentales
Luego de que Estados Unidos y Alemania autorizaran el uso de armamento con ese fin, la siguiente etapa se enfoca en enviar instructores militares al aliado europeo
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PARIS.- Tanques, misiles de largo alcance, aviones de combate… A medida que Rusia cambia su estrategia para doblegar a Ucrania, los miembros de la OTAN hacen retroceder sus propias líneas rojas. Esta semana, después de París y Londres, Washington y Berlín dieron marcha atrás en su prohibición de que Kiev utilice armas occidentales en territorio ruso. Próxima etapa: el envío de instructores militares a suelo ucraniano.
Hasta la semana pasada, Volodimir Zelensky predicaba en el desierto. Desde que comenzó la guerra, en 2022, ha sido siempre así. Cada vez que se trató de hacer frente a una nueva forma de agresión rusa contra su país, el presidente ucraniano tuvo que pasar meses tratando de convencer a los occidentales de darle los medios para defenderse.
El último de esos episodios se produjo esta semana, cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, autorizó discretamente a Ucrania a utilizar armas norteamericanas para golpear blancos en territorio ruso, aunque —por el momento— solo a proximidad de la región de Kharkiv, fronteriza con Rusia. Hasta ahora, la Casa Blanca había rechazado esa posibilidad, argumentando como siempre la necesidad de “evitar una escalada con Moscú”.
Un día después fue el turno de otro recalcitrante, el canciller alemán Olaf Scholz. Su portavoz confirmó una decisión similar. Tres días antes, durante una visita de Estado, Emmanuel Macron había argumentado que entregar armas a los ucranianos y no dejárselas utilizar, era lo mismo que “dárselas, pero atarles las manos en la espalda”. Lejos de todas esas timideces, Gran Bretaña había dado el paso a comienzos de mayo, recibiendo una andanada de amenazas de Moscú.
Fiel a sí mismo, Vladimir Putin advirtió el martes que “esta escalada constante” podría tener “graves consecuencias”, mientras su portavoz acusó el jueves a la OTAN de “provocar” a Ucrania para que prolongue “una guerra insensata”. El autócrata del Kremlin amenaza. Pero su técnica favorita tampoco impidió esta vez franquear los límites que los occidentales se habían fijado en el pasado.
En enero de 2023, cerca de un año después de la invasión, y tras muchas hesitaciones, Alemania aceptó entregar tanques Leopard a Ucrania y dejar que otros países, como Polonia, hicieran los mismo. Estados Unidos envió sus tanques Abrams y los británicos sus Challenger.
“Ya fue algo que, en el lenguaje ruso, podía conducir a una escalada incontrolable”, señala Alain De Nève, investigador en el Centro de Estudios de Seguridad y Defensa del Instituto Real Superior de la Defensa. “En realidad, rápidamente nos dimos cuenta de que Putin no podía poner en marcha sus amenazas porque se trataba de una ayuda militar exterior, como ha sucedido en muchas ocasiones en diferentes conflictos, sobre todo en Afganistán en los años 1980″, agrega.
En mayo de 2023, el Reino Unido anunció que entregaría a Kiev misiles Storm Shadow, mientras Estados Unidos decidió hacer lo mismo con los ATACMS y Francia con los SCALPS, idénticos a los británicos. Esa fue una etapa más simbólica porque, en ese caso, se le daba a Ucrania una capacidad de atacar que aún no tenía.
“Esos misiles de crucero permiten pasar la mayor cantidad de tiempo posible bajo cobertura-radar, adaptándose a la configuración del terreno”, señala el general Dominique Trinquand.
Rápidos y precisos, permiten alcanzar objetivos estratégicos como los bunkers, las instalaciones protegidas… O el puente de Kerch, que une la península de la Crimea ocupada con Rusia.
A pesar de todo, en la cabeza de los occidentales, siguió existiendo esa noción de “línea roja”, pues se limitó el alcance de esos misiles a 250 kilómetros —cuando pueden ir hasta 500 km—, para evitar que Ucrania no cediera a la tentación de golpear directamente territorio ruso.
Otro tabú suplementario cayó en agosto de 2023, cuando Dinamarca y Holanda, y después Noruega, anunciaron el envío de aviones F-16 a Ucrania.
Y cada vez, la reacción rusa “se quedó en las amenazas”, señala De Nève. A su juicio, a pesar de los discursos alarmantes que evocan la amenaza nuclear, hay señales, concretas, para observar.
“Incluso para las maniobras nucleares, Rusia siempre notificó con anterioridad lo que haría. Los europeos lo saben, Rusia también”, agrega. Pero Moscú también sabe el peso que tiene la opinión pública, y cuán importante es alimentar la inquietud con una retórica catastrofista.
“Ese temor existe desde hace dos años y, cada vez, los occidentales fueron capaces de atravesar las líneas rojas. Moscú afirma que, desde hace 15 días, misiles ATACMS golpean en territorio ruso. ¿Es verdad? Yo creo que no. Pero el hecho de que lo anuncien significa que, en cierta forma, aceptan que así sea. De modo que no entiendo por qué la gente sigue teniendo miedo”, analiza el general Trinquand. A su juicio, Putin “jamás se lanzó en una escalada frente a los occidentales”.
“Ah, sí. En las redes sociales, con ciberataques. Pero concretamente, con armas, jamás”, afirma.
Como todas las demás, la nueva línea roja franqueada esta semana por los occidentales llegó acompañada de condiciones. La primera será definir los blancos autorizados: bases militares desde donde son lanzados los misiles contra territorio ucraniano o, por ejemplo, industrias que fabrican drones, reparan tanques, etc.
La segunda condición es que habrá que asegurarse de que esos blancos realmente sean alcanzados. Para ello habrá que proporcionar a Ucrania un acompañamiento por parte del país proveedor. Y esto exigiría cierta implicación suplementaria.
¿Cuál? El envío de instructores militares a Ucrania. Una posibilidad evocada con insistencia por el presidente francés estas últimas semanas y desechada por varios de sus socios occidentales.
No obstante, siguiendo el ejemplo de París y de Londres, varios países europeos —los Bálticos sobre todo—, se muestran cada vez menos reticentes a la idea de enviar sus instructores a Ucrania. El 21 de mayo, el ministro de Relaciones Exteriores lituano, Gabrielius Landsbergis, se declaró dispuesto a hacerlo, si Francia asumía el liderazgo de una coalición de naciones con similares posiciones.
“Las necesidades de los ucranianos no conciernen tanto el combate, pues su experiencia es ya superior a la nuestra en esa materia, sino el entrenamiento para el desminado y el mantenimiento de armas occidentales”, analiza Léo Péria-Peigné, investigador en el Instituto de Relaciones Internacionales (IFRI).
Moscú asegura que esos instructores ya están en suelo ucraniano. Los aliados occidentales desmienten. Pero, mientras se espera esa decisión oficial —que parece inevitable— varios países han tratado de hallar soluciones intermedias. En marzo, la empresa francesa Nexter y la alemana Krauss-Maffei Wegmann oficializaron la creación de una filial en Ucrania destinada a fluidificar la reparación de equipamiento militar dañado en la guerra, como los tanques Leopard, los lanza-obuses Panzerhaubitze 2000 o los cañones Caesar.
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