La OMS tiene un nuevo plan para descubrir los orígenes del Covid-19, pero China podría interponerse
El grupo está pensado para corregir la hiperpolitización que se produjo en torno a la anterior investigación del organismo; sin el consentimiento de Pekín, es probable que la búsqueda de los orígenes del covid-19 no llegue a una respuesta
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WASHINGTON.- La Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene un valiente plan para investigar mejor los orígenes del Covid-19 y otros nuevos brotes de infecciones. Reunió a 26 científicos sumamente prestigiosos de todo el mundo, cuidadosamente chequeados para que sean representativos y no tengan conflictos de intereses, para conformar un panel independiente que analice no solo cómo se inicio esta pandemia, sino cómo podrían originarse otros brotes infecciosos en el futuro.
Pero ese nuevo plan ya se ha chocado con un viejo y archiconocido problema: el gobierno chino. Sin el consentimiento de Pekín, es probable que la búsqueda de los orígenes del covid-19 siga una vía muerta. El enigma ha sembrado serias dudas sobre la estructura de la OMS y suscitado reclamos de una reforma de la institución para afrontar mejor lo desafíos de un mundo complejo y dividido.
La lista de expertos propuesta para el nuevo panel de la OMS, el Grupo Asesor Científico sobre los Orígenes de Nuevos Patógenos (SAGO, por su sigla en inglés), se anunció el miércoles después de un largo período de análisis y evaluación de los candidatos. El grupo está pensado para evitar algunos de los problemas que tuvo el anterior estudio respaldado por la OMS sobre los orígenes del Covid-19, cuando 10 expertos internacionales colaboraron con investigadores chinos durante una visita a Wuhan, donde se reportaron los primeros casos de la enfermedad.
Los funcionarios de la OMS han encuadrado la creación del nuevo grupo como una forma de corregir la hiperpolitización que ha tenido el problema del origen del covid. Los expertos dicen que el mundo necesita comprender los orígenes del covid-19, no para repartir culpas, sino para asegurarse de que una enfermedad no vuelva a causar estragos globales. La constitución del SAGO como una entidad permanente que se reúne regularmente podría ser la fórmula para que esos errores no se repitan.
Pero la influencia del SAGO estará limitada de entrada por su naturaleza misma de comité asesor: si descubre algo que amerite más investigación, solo estará facultado para hacer recomendaciones no vinculantes. A su vez, la OMS puede pedir a sus estados miembros que entreguen registros o permitan una investigación en su territorio, pero el organismo no tiene facultades para obligar a los estados miembros a hacer nada, sobre todo a las naciones más poderosas que lo integran.
Y China ya ha dicho reiteradamente que considera terminada la investigación internacional sobre los orígenes del covid-19 en suelo chino.
China nunca ha sido un socio fácil para la OMS. Aunque el organismo de salud mundial y su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, inicialmente fueron criticados por su complacencia con China, la disputa entre la OMS y el gobierno de Pekín quedó clara en marzo, cuando la misión conjunta OMS-China a Wuhan concluyó que la sospecha de que el coronavirus había escapado de un laboratorio en la ciudad era “extremadamente improbable” y no merecía una mayor investigación.
Tedros criticó abiertamente esas conclusiones, mientras que un alto funcionario de la OMS que participó del viaje sugirió que habían recibido presiones de sus pares chinos a la hora de redactar el informe. En un editorial de la revista Science publicado el miércoles, Tedros y otros funcionarios de la OMS enfatizaron que no se puede descartar una fuga de laboratorio a menos que haya evidencia que así lo indique.
“Las hipótesis de la fuga de un laboratorio deben analizarse cuidadosamente, concentrándose en los laboratorios de Wuhan, lugar donde surgieron los primeros informes de casos en humanos”, escribieron los funcionarios en el editorial de Science.
Pero también hay mucho por investigar fuera de los laboratorios. En un informe publicado en The Washington Post esta semana, Michael Standaert y Eva Dou recorrieron las cuevas de la prefectura de Enshi, un rincón agrícola de la provincia china de Hubei, a unas seis horas en coche al oeste de Wuhan.
Enshi contiene un sistema kárstico de 60 kilómetros de cuevas donde habitan miles de murciélagos. Las cuevas son visitadas por turistas y lugareños. Las pequeñas granjas cercanas alguna vez albergaron cientos de miles de animales salvajes, hasta que en diciembre de 2019 las autoridades de Einshi empezaron a tomar medidas drásticas contra el comercio de vida silvestre. Pero el gobierno chino ha brindado poca información sobre el trabajo realizado para verificar si los murciélagos o los animales en las granjas alguna vez fueron portadores del SARS-CoV-2.
“Tenemos que averiguar más sobre los virus que están circulando entre esos murciélagos”, dice Michael Worobey, biólogo evolutivo de la Universidad de Arizona. “Lo más preocupante es precisamente esa cercanía de animales de granja y murciélagos potencialmente portadores del virus.”
Entre sus conclusiones, la misión conjunta OMS-China incluyó decenas de recomendaciones para un estudio más a fondo. Y aunque los funcionarios chinos dicen que esos estudios están en curso, los funcionarios de la OMS siguen esperando que los pongan al tanto de esos avances.
Hasta ahora, hay pocas señales de que China vaya a facilitar la terea del SAGO. El People’s Daily, órgano oficial del Partido Comunista, publicó a principios de este mes que China no podía confiar en el nuevo panel de expertos de la OMS, cuya creación se había anunciado pero sin dar nombres, hasta que también acepte investigar la denuncia de Pekín sobre Fort Detrick, una base del ejército de Estados Unidos y centro de investigación en Maryland, que los funcionarios chinos han vinculado, sin pruebas, que con el origen del covid-19.
China tiene pocas razones para querer que la verdad salga a la luz, incluso si la teoría de la fuga de laboratorio es infundada. En la edición de esta semana de la revista The New Yorker, Carolyn Kormann señala que el líder chino Xi Jinping ha promovido personalmente las prácticas agrícolas intensivas que empujan a los humanos a tener un contacto más estrecho con los animales silvestres, generando así las potenciales circunstancias para que un virus se propague zoonóticamente de murciélagos a humanos a través de un tercer animal desconocido.
“Desde cierta perspectiva, para China sería todavía peor que se demuestre que el virus tiene un origen natural, porque si las responsables de la pandemia terminan siendo las granjas de vida silvestre, quedan involucradas las políticas del presidente Xi Jinping. Mientras que si se produjo una fuga de laboratorio, los responsables de un accidente son apenas uno o un par de científicos”, escribe Kormann.
Pretender saber cómo arrancó el covid-19 sin la cooperación de China ha sido infructuoso hasta el momento. El análisis de inteligencia de Estados Unidos no resultó concluyente. La mayoría de las propuestas para investigar más a fondo consisten en presionar a China para que colabore más, una estrategia que puede endurecer aún más la postura de Pekín. Y tale movimientos también podrían alterar cualquier señal de distensión entre China y Estados Unidos.
El SAGO no solo no podrá avasallar los intereses chinos, sino que de hecho, es probable que esté parcialmente atado a ellos. Uno de los 26 miembros del cuerpo es Yungui Yang, del Instituto de Genómica de la Academia de Ciencias de China. Yang también lideró un grupo en la controvertida misión conjunta de la OMS-China, y en diversas entrevistas ha reclamado “que también se rastree el posible origen en otros países”, en línea con la postura de Pekín.
Pero la colaboración entre científicos también puede rendir frutos. Los funcionarios de la OMS están particularmente interesados en analizar muestras de bancos de sangre de Wuhan para ver cuándo comenzó a propagarse el virus.
Además, la OMS no tiene otra opción. “Tenemos que trabajar con los países, colaborar con ellos, y para ingresas necesitamos de su cooperación”, dijo esta semana Maria Van Kerkhove, jefa de la unidad de enfermedades emergentes y zoonosis de la OMS. “Tenemos que hacerlo, y en eso no puede haber ambigüedades.”
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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