Por décadas se sospechó que estuvo al servicio de un golpe de Estado; pasó muchos de sus años en un intento por limpiar su nombre
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No habían pasado ni 60 minutos, cuando la presidencia de Pedro Lascuráin Paredes ya era historia. El político mexicano juró como presidente de México en 1913, y a los tres cuartos de hora presentó su renuncia al Congreso. Se trató del período más breve de la historia. Incluso se registró así en el Libro Guinness de los Récords.
Durante décadas, la figura de Lascuráin cargó con la sospecha de haber estado al servicio de un golpe de Estado, así como con el mote de “presidente fugaz”. Pero investigaciones sobre lo ocurrido en febrero de 1913 muestran cómo un político con notable educación, pero con poca experiencia política, fue víctima de los imprevisibles conflictos de la Revolución Mexicana (1910-1920).
“Es conocido en la historia por sus 45 minutos en el poder, el presidente más breve que existe. Sin embargo, nadie mira su actuación como canciller”, le dijo a BBC Mundo la historiadora Graziella Altamirano.
“Tuvo un papel muy importante en ese momento tan difícil en las relaciones con Estados Unidos, con uno de los peores embajadores estadounidenses que ha tenido México en su historia: Henry Lane Wilson”, añadió la investigadora, una de las pocas personas que tuvo acceso al archivo personal de Lascuráin.
El cómo llegó a ocupar durante 45 minutos la presidencia de México arroja luz sobre la sombra de traición que siempre persiguió a Lascuráin. “Es un estigma que no se va a poder quitar y después de ese episodio va a pasar muchísimos años tratando de explicar lo que ocurrió y también justificándose, porque todo mundo le dice que fue un traidor”, señaló la historiadora Guadalupe Villa, otra investigadora que ha indagado en la historia del “presidente fugaz”.
La Decena Trágica
El brevísimo paso de Pedro Lascuráin por la presidencia de México se dio en medio de los frenéticos 10 días -del 9 al 19 de febrero de 1913- en los que se dio un golpe de Estado contra el presidente Francisco I. Madero. El suceso se conoce como la Decena Trágica.
Aquel año, Madero enfrentó una sublevación de militares contra su gobierno, el primero electo democráticamente tras 30 años del régimen militar del general Porfirio Díaz. En medio del conflicto, el embajador de Estados en México, Henry L. Wilson -conocido por su intenso intervencionismo político y su rechazo a Madero- realizó una serie de demandas para la protección de los ciudadanos estadounidenses y sus negocios en México.
Lascuráin, como secretario de Relaciones Exteriores, tuvo que enfrentar esas presiones de Wilson, quien incluso pidió abiertamente la renuncia del presidente y amenazó con gestionar en Washington una intervención militar de Estados Unidos.
“Su papel como canciller fue lo más importante, porque fue en la época de las amenazas, la época de las peores notas [diplomáticas] que recibió México en su historia en cuanto a amenazas de intervención”, explicó Altamirano, y añadió que incluso en varias ocasiones, hubo apostados varios barcos, tanto en el Pacífico como en el Golfo, para prevenir todo lo que estaba sucediendo y lo que exigía Estados Unidos en ese momento.
México perdió ante el país vecino más de la mitad de su territorio unas décadas atrás, por lo que las amenazas estadounidenses se tomaban muy en serio. “Cuando se viene la sublevación de febrero es cuando empiezan todas las amenazas de Wilson y todos los demás embajadores que estaban en México para obtener la renuncia del presidente como única manera de salvar la situación”, explicó Altamirano.
Sin tener la autorización de Washington, el embajador Wilson hacía saber a sus colegas embajadores de la existencia de tropas listas en la frontera con México. “En todas las conversaciones decían los embajadores: ‘Es que es un peligro, viene la invasión si no renuncia el Presidente. Hay que hacer que renuncie el presidente, va a venir una invasión’”, contó la historia.
Los famosos 45 minutos de presidencia de Pedro Lascuráin
El general Victoriano Huerta, a quien Madero encargó el control de la sublevación, no era un aliado de su presidente. Como luego se supo, confabuló junto al general Félix Díaz (sobrino del expresidente Porfirio Díaz) y el embajador Wilson para derrocar a Madero y tomar el poder “temporalmente”. Lo llamaron el “Pacto de la Embajada”.
Para lograr sus fines, Lascuráin fue un “instrumento” sin que él lo supiera. Y es que el 18 de febrero de 1913, en medio de los choques entre leales y sublevados, Madero y su vicepresidente, José María Pino Suárez, fueron aprehendidos por las fuerzas de Huerta.
Convencido de que tenía todo en contra y su caída era inminente, al día siguiente el presidente redactó su carta de renuncia y la entregó al canciller Lascuráin para llevarla al Congreso. A cambio pedían un salvoconducto para salir del país.
“La vida de Madero ya estaba comprometida, igual que la de Pino Suárez. Desde un principio estuvieron sentenciados a muerte, por más que hubiera habido promesas de Victoriano Huerta”, señaló Villa. Lascuráin se dirigió al Congreso con la carta de renuncia de Madero y tras entregarla, como la Constitución indicaba entonces, a él le correspondió asumir el gobierno. Así fue que Lascuráin se convirtió en presidente.
Con confianza en el acuerdo con Huerta, Lascuráin designó al general sublevado como secretario de Gobernación (el siguiente funcionario en la línea de “sucesión”) y entregó su carta de renuncia en cuestión de 45 minutos. Huerta, en consecuencia, era el nuevo presidente. Nunca hubo salvoconducto ni garantías para el exilio de Madero y sus acompañantes.
Él y Pino Suárez fueron asesinados el 22 de febrero a las afueras de la cárcel de Lecumberri, en una escena disfrazada de intento de fuga. Lascuráin fue tildado de traidor a Madero y a la causa reformista.
“Es algo muy controvertido y hay muchos juicios encontrados. Hay quienes dicen que fue ingenuo, que el mismo embajador se aprovechó de él y de su buena fe. Que fue un instrumento de Huerta”, explicó Altamirano.
¿Un traidor?
Lascuráin fue consciente de la situación en la que estaba desde el mismo momento en que redactó su carta de renuncia, en la que señalaba que, de actuar de otra manera, “hubiera cooperado a futuras desgracias”.
“Los acontecimientos a los que asistimos me han colocado en el caso de facilitar los medios para que dentro de la ley se resuelva una situación que de otro modo acabaría con la existencia nacional”, decía al referirse a la amenaza de invasión estadounidense.
Pero la documentación a la que Altamirano tuvo acceso indica cómo el breve presidente de México se sabía caído en la desgracia. “Llega Lascuráin a su casa desesperado, desengañado, y escribe una carta de su puño y letra, yo la vi, diciendo ‘fui completamente engañado, yo que de buena fe quise tratar de salvar al presidente y al vicepresidente, me engañaron totalmente’”, precisó la historiadora.
“Hay quien dice que no debió renunciar. Pero estaba la Cámara rodeada de militares. Estaba él amenazado. Estaban ya los diputados con la pluma en la mano para recibir la renuncia y su acta para asumir de presidente y después renunciar. Ya estaba todo armado”, continuó.
Guadalupe Villa cree que es necesario analizar qué ocurrió en ese momento para entender que “nada dependía de un solo hombre”.
“Es un gran complot. Y de verdad que la intervención de Henry L. Wilson es verdaderamente abominable”, señaló la experta. Luego de autoexiliarse en el extranjero, Lascuráin volvió a México y pasó muchos de sus años en un intento de limpiar su nombre.
“Va a tener que estar escribiendo constantemente justificaciones, porque hay mucha gente que lo tacha de traidor”, detalló Villa, que concluyó: “Tal vez fue un poco ingenuo, porque creyó en lo que le dijeron otros. Para ser político se necesita ser muy colmillo. Y él no lo tenía”.
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