La ola de violencia entre palestinos e israelíes acerca la solución de los “dos Estados” a su muerte
Por primera vez un Ejecutivo del Estado hebreo recoge en su programa el compromiso de anexionar Cisjordania
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BARCELONA.- La última vez que los equipos de negociadores palestinos e israelíes se reunieron para discutir una solución a un conflicto con más de un siglo de historia fue en 2014. Desde entonces, en cada nueva guerra o estallido violento, las llamadas a las partes de la comunidad internacional, sobre todo de los países occidentales, a retomar las conversaciones de paz sobre la base de la solución de “los dos Estados” han parecido una letanía cada vez más hueca, un formulismo alejado de la realidad, hasta llegar a un punto en el que la solución de “los dos Estados” parece completamente muerta y enterrada, lo que dificultará poner fin al estallido de violencia actual.
La puntilla a la hoja de ruta diseñada por la comunidad internacional hace más de cuatro décadas la ha puesto el recién formado gobierno israelí, el más radical de la historia del país, pues incluye a diversos partidos de extrema derecha. Por primera vez, un Ejecutivo del Estado hebreo recoge en su programa el compromiso de anexionar Cisjordania, si bien este es vago y no fija una fecha determinada.
Ciertamente, los anteriores gabinetes liderados por Benjamin Netanyahu no habían mostrado ningún interés en retomar las negociaciones de paz. De hecho, Bibi, como se lo conoce popularmente en Israel, cimentó el inicio de su carrera política en los años 90 en el Likud, un partido conservador y nacionalista, con su oposición a los acuerdos de paz de Oslo, negociados por el laborista Isaac Rabin.
Sin embargo, el astuto mandatario, que se ha convertido en el más longevo primer ministro de la historia de Israel, al superar los 15 años en el cargo, siempre supo conjugar una retórica moderada en sus encuentros con los dirigentes occidentales –sobre todo de Estados Unidos– con una tenaz práctica política que iba enterrando la viabilidad de la solución de “los dos Estados” a base de ampliar los asentamientos en Cisjordania.
Precisamente, el voraz crecimiento de las colonias en Cisjordania es el mayor obstáculo a la creación de un Estado palestino. Actualmente, se calcula que la cifra de colonos ya ronda el medio millón, tras un crecimiento progresivo en las últimas décadas, tan solo interrumpido de forma temporal por las exigencias de la comunidad internacional. Desde 2011, el número de colonos ha aumentado en más de 150.000 personas, es decir, un crecimiento superior al 40%.
El hecho de que buena parte de ellos estén armados hasta los dientes y consideren que tienen un derecho divino a vivir en ese territorio, por lo que resistirán hasta la muerte un posible traslado, hace que sea inviable el desmantelamiento de la mayoría de los asentamientos. Si el Ejército israelí lo intentara por la fuerza, habría un elevado número de víctimas mortales.
Desalojo inviable
Además, el desalojo de las colonias judías es políticamente inviable. A causa de la progresiva derechización del electorado israelí, los partidos que defienden los intereses de los colonos, como el Partido Sionista Religioso de Itamar Ben Gvir, el ministro de Seguridad Nacional, desempeñan ahora un papel central en la política israelí. De acuerdo con las actuales dinámicas políticas, parece difícil la formación de un gabinete sin la inclusión de los partidos que defienden a los colonos. Los mediadores internacionales pretendían superar el obstáculo de los asentamientos con pequeñas modificaciones de la frontera de 1967. Sin embargo, las colonias han crecido tanto que muchos expertos consideran imposible esta opción.
Quizá no haya mejor metáfora sobre la muerte de la solución de los “dos Estados” que la situación de marginalidad política que padecen las formaciones que más la defendieron. En las últimas elecciones, el Partido Laborista, hegemónico durante las tres primeras décadas de existencia de Israel, obtuvo tan solo cuatro escaños de 120. El pacifista Meretz ni siquiera sobrepasó el umbral mínimo del 3,25%, y no está representado en la Knesset.
Entre los palestinos, la situación no es muy diferente. El partido que firmó los acuerdos de Oslo, Al-Fatah, es cada vez más impopular en Cisjordania, carcomido por la corrupción y su colaboración con Israel. El partido del difunto Yasser Arafat todavía controla la Autoridad Nacional Palestina, pero su presidente, el veterano Mahmoud Abbas, solo se mantiene gracias al continuo aplazamiento de la cita con las urnas. Su elección fue en un lejano 2005. Hartos de esperar el advenimiento de un Estado palestino, los sondeos apuntan que el apoyo a la solución de “los dos Estados” ha caído en Cisjordania a tan solo el 23%.
Así las cosas, con el gobierno israelí preparando la anexión de Cisjordania y sin la esperanza de la creación de un Estado propio entre los palestinos, el retorno a la calma después de los ataques de los últimos días será más difícil. Algunas de las medidas que está barajando Netanyahu, como suavizar los requisitos para la compra de armas, pueden provocar un estallido de violencia más brutal. Sin una alternativa a los “dos Estados” aceptada por ambos pueblos, todo apunta a un futuro enconamiento del conflicto más intratable del planeta.
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