La ola de calor expone las paradojas de la crisis energética en Europa
Los desajustes provocados por la guerra en Ucrania empujó a varios países a tomar medidas que aumentan las emisiones de carbono
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WASHINGTON.- En toda Europa Occidental hay señales de lo que para las autoridades francesas podría convertirse en una “apocalipsis de calor”. Los políticos de centroizquierda vincularon las temperaturas extremas con el avance del cambio climático. El primer ministro de Portugal, António Costa, dijo que su país no tenía “tiempo para perder” y reclamó acelerar las inversiones en energías renovables. El lunes, el primer ministro español, Pedro Sánchez, recorrió la región de Extremadura, la más golpeada por la sequía y los incendios. “Es evidente que el cambio climático mata”, dijo Sánchez. “Mata a las personas, mata nuestro ecosistema, la biodiversidad.”
Sin embargo, a pesar de que los científicos y planificadores de políticas públicas de Europa reconocen la necesidad de hacer cambios frente al peligro que enfrenta el planeta, hay presiones más inmediatas y acuciantes que empujan a los gobiernos en la dirección contraria. La invasión rusa a Ucrania —que desató el caos energético global y las feroces sanciones de Occidente sobre los combustibles fósiles de Rusia—, provocó un aumento astronómico del precio de la electricidad en todo el continente, y en algunos países quedó al desnudo su dependencia del gas y petróleo rusos para hacer mover sus economías.
La abrasadoras temperaturas han desatado nuevos reclamos en aquellos lugares del mundo donde el aire acondicionado no es tan ubicuo como por ejemplo en Estados Unidos. “Este descomunal aumento de la demanda de gas natural para la producción de energía eléctrica se debe básicamente a las altas temperaturas que se registran por la ola de calor”, señaló la empresa española de servicios Enagas a través de un comunicado.
El suministro de gas de Europa es un problema acuciante, y varios países intentan llenar frenéticamente sus depósitos antes de la llegada del invierno boreal. “Los próximos meses serán críticos”, dijo el lunes Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía. “Si Rusia decide cortar por completo el suministro de gas antes de que Europa llegue a completar el 90% de su capacidad de almacenamiento, la situación se va a complicar todavía más.”
La atención se concentra este jueves, para cuando está prevista la reanudación del servicio del gasoducto Nord Stream 1, que lleva el gas ruso a Europa, después de una pausa programada de diez días para realizarle tareas de mantenimiento. Alemania en particular está pendiente de lo que puede pasar si el presidente Vladimir Putin y la gigante energética estatal Gazprom le cortan el chorro, una medida que también tendría su costo para al Kremlin, pero que directamente estrangularía a varias de las grandes economías de Europa.
“Puede pasar cualquier cosa”, dijo el ministro de economía alemán, Robert Habeck, en una entrevista radial. “Puede ser que el gas vuelva a correr, incluso más que antes. O puede ser que no nos llegue absolutamente nada”.
Algunos analistas occidentales consideran que hay que desafiar a Putin a cumplir sus amenazas y redoblar la confrontación con el Kremlin. “En Europa se avecina un invierno largo, frío y lleno de calamidades, con escasez de energía y agitación social”, escribió Simon Tisdall, de The Guardian, y lamentó el “autoengaño” de la OTAN al pensar que el conflicto en Ucrania quedaría confinado solo a ese país. “Como en esos medidores de gas donde hay que ir introduciendo monedas, el precio que nos cuesta la timidez y la miopía de los líderes occidentales va aumentando hora a hora.”
Más allá de la guerra, los líderes europeos apuntan a un futuro energético sin dependencia de Rusia, pero en el corto plazo tal vez tengan que hacer frente a graves falencias. La perspectiva de que el suministro de gas ruso se desplome ya ha empujado a Europa a tomar decisiones problemáticas. Habeck, uno de los políticos ambientalistas más influyentes de Europa, tuvo que tomar medidas que chocan directamente con los compromisos de reducción de emisiones asumidos por los estados miembros de la Unión Europea. Y no es el único.
“Las opciones de Alemania son pocas, imperfectas y molestas”, señaló Constanze Stelzenmuller en The Financial Times. “Habeck está poniendo nuevamente en funcionamiento las contaminantes plantas de carbón y les pidió a los alemanes que sus duchas sean más cortas. Está simplificando las adquisiciones y relajando las restricciones ambientales para construir terminales permanentes de gas natural licuado. Mientras tanto, ha alquilado terminales flotantes, y está tratando de seducir a los líderes autoritarios del Golfo para conseguir suministros alternativos de GNL”.
Podría decirse que Europa está liderando al mundo en su transición hacia las energías renovables. Pero la mayoría de los países de la Unión Europea siguen dependiendo del gas natural para hacer marchar sus economías. “La guerra en Ucrania ha dejado en evidencia hasta qué punto las aspiraciones climáticas de Europa dependían del gas que fluía desde Rusia para mantener las luces encendidas y las fábricas funcionando, mientras esperaban que dieran fruto los cientos de miles de millones de euros invertidos en el desarrollo de energías renovables, automóviles eléctricos y tecnologías para reducir las emisiones de la industria pesada”, señaló Bloomberg News.
Pero ahora los analistas esperan un considerable aumento de las emisiones de gases. Muchos países europeos han intensificado el uso del carbón y están alentando nuevas inversiones a largo plazo para la extracción y almacenamiento de combustibles fósiles. “Me parece un intento de la industria del petróleo y el gas de sepultar el acuerdo de París”, dijo Bill Hare, de Climate Analytics, una consultora de Berlín, en referencia al histórico tratado internacional de 2015 sobre el cambio climático. “Y me preocupa mucho que puedan tener éxito”.
Por otro lado, los expertos también ven que los gobiernos europeos están duplicando sus inversiones en energías renovables, incluida una importante ampliación de la capacidad de energía solar en la Unión Europea. Según un análisis del grupo de expertos Ember y del Centro de Investigación Aire Limpio, de continuar la tendencia actual, para el año 2030, más del 63% de la electricidad producida en Europa sería a partir de energías renovables, frente al 55% proyectado en 2019.
“Siempre es arriesgado permitir un aumento de las emisiones, pero si eso se combina con un abordaje claro en el despliegue de energía eólica y solar, probablemente eso conduzca a una transición energética todavía más rápida”, le dijo a Bloomberg News el jefe del programa de Ember en Europa, Charles Moore. “Si Europa tuviera otras opciones, la estrategia sería cuestionable, pero no las tiene”.
Traducción de Jaime Arrambide
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