La (no) doctrina Trump: flexible, intuitiva e impredecible
WASHINGTON.-La semana pasada, cuando tuvo que enfrentar una serie de desafíos internacionales en Asia y Medio Oriente, lo que el presidente Trump dejó en claro es que en su política exterior no hay nada claro. Al menos por ahora, la "doctrina Trump" parece ser la de no quedar atrapado en ninguna doctrina.
En una semana durante la cual recibió a mandatarios extranjeros y lanzó un ataque con misiles contra el gobierno sirio, Trump dejó de lado su propio dogma y obligó a los líderes del mundo a reconsiderar todas sus suposiciones sobre la forma en que tomará el liderazgo de Estados Unidos en esta nueva era. Trump exhibió un abordaje altamente improvisado y situacional que podría inyectar una riesgosa dosis de impredecibilidad en su relación con potenciales antagonistas, pero también le abrió la puerta a una forma más tradicional de intervención norteamericana en el mundo, que disipa los temores de sus aliados.
Como ciudadano común y luego como candidato, Trump se pasó años argumentando que la guerra civil siria no era asunto de Estados Unidos, que Rusia debía ser una potencia amiga y que el "enemigo" era China, cuyos líderes no debían ser invitados a la mesa. Como presidente, y en el lapso de apenas unos días, Trump involucró más directamente que nunca a Estados Unidos en el marasmo sirio, abrió una nueva herida con Rusia e invitó al líder chino a una amable y conciliadora mesa en su casa de Florida.
En el camino, también puso patas arriba la política doméstica. Se distanció del ala nacionalista de su propia Casa Blanca, liderada por Stephen Bannon, su estratega en jefe, que se opone a cualquier intervención en Medio Oriente que exceda la lucha contra el terrorismo y que impulsa castigos comerciales contra Pekín. Y con el ataque contra un aliado de Rusia como Siria, Trump también logró acallar las voces críticas que lo pintan como un títere de Vladimir Putin, después de que el Kremlin intervino en su favor en las elecciones del año pasado.
Pero debido justamente a su carácter impredecible, nada de esto implica que Trump haya dado un vuelco permanente en ninguno de estos temas. La Casa Blanca ya tiene listo para la firma un decreto presidencial cuyo blanco son los países que inundan con su producción de acero el mercado norteamericano, como China. Y mañana Trump enviará a Moscú a su secretario de Estado Rex Tillerson, donde tendrá la tarea adicional de intentar aplacar los rencores de los últimos días.
El concepto clave para entender a Donald Trump parece ser, entonces, la flexibilidad. Trump detesta que lo encasillen, tal como musitó la semana pasada en el rosedal de la Casa Blanca al reflexionar sobre la primera operación militar con consecuencias geopolíticas que lanza desde la presidencia.
Esa flexibilidad fue el sello de su auge en el mercado inmobiliario, y por más que sus críticos de entonces prefirieran calificarlo más bien de errático, a Trump nunca le importó, porque más allá del nombre que se le ponga, sirvió para llevarlo a la Casa Blanca. Pero ahora que es el comandante en jefe de las fuerzas armadas de la nación más poderosa del mundo, los líderes extranjeros se devanan la cabeza para identificar en él algún patrón de conducta.
"En sentido clásico de la palabra, no está emergiendo ninguna doctrina Trump en materia de política exterior", dice Kathleen Hicks, ex funcionaria del Pentágono y actual miembro del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales. "Las que emergen, sin embargo, son características claras y típicas de un hombre como él: impredecible, instintivo e indisciplinado."
Tras el ataque con misiles del jueves, los medios de prensa de Israel titularon "Los norteamericanos están de regreso", y los líderes europeos manifestaron su alivio, tanto por la respuesta militar de Trump como por su mesura.
"Hemos entendido que Trump es menos aislacionista de lo que muchos europeos temíamos", dice Charles Grant, director del Centro para la Reforma Europea, con sede en Londres. "Ahora sabemos que Trump entiende que negarse al uso de la fuerza perjudicaba el liderazgo de Estados Unidos en el mundo, porque transmitía la sensación de una potencial débil, una percepción que se potenció durante el gobierno de Obama."
Ése es precisamente otro de los factores que animan la forma en que Trump lidia con los desafíos de política exterior: hacer exactamente lo opuesto que Obama.
Hicks dice que la flexibilidad -o impredecibilidad- de Trump es "extremadamente peligrosa" en sí misma. Si los demás países no pueden predecir acertadamente lo que hará el presidente norteamericano, entonces podrían actuar precipitadamente. "Lo mejor es que haya líneas claramente demarcadas y que respondan a intereses claros y bien defendidos", señaló Hicks. "Pero no creo que a Donald Trump le guste verse limitado por líneas claras."
Traducción de Jaime Arrambide
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